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SuperCable: SuperAbuso

Soy adicto a internet… confeso y patológico. Mi primer reflejo matutino me impulsa a conectarme. El último, ya de madrugada… a seguirme conectando. A veces ni duermo por andar en esas. Mis espacios de interacción social son pocos, y en consecuencia intento procurármelos mediante mecanismos, digamos, menos físicos. No me miren así. Sé que a muchos de ustedes les sucede. Dicha herramienta constituye para mí una prótesis empleada principalmente bajo motivaciones laborales. No para ver pornografía, subir ‘memes’ y fotos de paseos a Facebook o jugar Candy Crush Saga.

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Hace meses llegó hasta mi casillero una comunicación remitida por SuperCable Telecomunicaciones, empresa que desde hará nueve años había venido surtiéndome dosis permanentes de la ciberdroga en cuestión con relativo decoro. Digo relativo porque su velocidad es paquidérmica; sus guías de programación y decodificadores, arcaicos, y sus políticas de atención a clientes, mezquinas, por no utilizar palabras más fuertes y por lo mismo acomedidas con mayor rigor a los hechos bochornosos que a lo largo de los párrafos venideros consignaré.

En la misiva se me notificaba aquello a lo que los juristas llamarían ‘sustitución patronal’ y los mortales desvalidos como yo “cambio de dueño”. Cuando supe sobre los nuevos propietarios de la marca, me embargaron razonables sospechas. Cable Bello Televisión… suena más a proveedor pirata de antenas parabólicas para caminos veredales y corregimientos del Valle de Aburrá que a firma seria. Luego reflexioné con respecto a lo que quizá fueran preconcepciones mías, hasta considerar saludable permitirles una oportunidad. Deprimente cuando uno intenta combatir prejuicios propios y algún cretino viene armado de negligencias a corroborárselos. Aclaro que al escoger a SuperCable lo hice con el fin romántico e independentista de escapar de los tentáculos del entonces llamado Telmex, de ETB y de Une.

Desde hace unas treinta noches he soportado con paciencia –no sé si zen, resignada, jesucristiana o de ‘apendejado’ indefenso– la caída sistemática del servicio entre 6:00 p.m. y 6:00 a.m. Esto me ha implicado desconexión absoluta y diaria de la red por doce horas cada vez que el sol se pone, durante un mes entero. Imaginarán el viacrucis subsiguiente. Llamadas insistentes a la línea de soporte 402 2828, que además funciona solo hasta las 10:00 p.m. Promesas mentirosas. El tradicional y bobalicón “hay fallas en su sector que en el transcurso de la noche arreglaremos”. Retórica millennial de call center con sus eufemismos tipo “vamos a escalar su caso”, “el área encargada” o “el problema como tal”, mantras que por repetitivos y tontarrones me traen cacreco.

Puesto que por las vías regulares me ha sido imposible alcanzar alguna acción decente, pronta y respetuosa venida de los abusadores en mención, o cuanto menos una respuesta aclaratoria, apelo a esta vitrina y a mi modesta investidura de columnista para publicar una súplica, que más que súplica es un consejo que espero, en la medida de lo ‘imposible’, salve a los grupos poblacionales en riesgo de experimentar esto mismo que ahora padezco…

Amigos y amigas, ciudadanos, hermanos todos en la desdicha de habitar un suelo infestado de mediocridades: jamás, por lo que más quieran, incurran en la infamia autodestructiva de afiliarse a semejante pacotilla denominada SuperCable (por cuyos servicios pago 160.208 pesos mensuales), y ante cuyo rampante descaro me limitaré a citar a Garzón: “Que Dios los perdone”.

*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.

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