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¿Por qué? o ¿para qué?

Prefiero ver la vida como una serie de oportunidades que construimos (consciente o inconscientemente) y se define por las que aprovechamos y también por las que dejamos pasar; y más importante, que aún cuando no entienda con total claridad las cosas cuando suceden, todo siempre pasa por una buena razón, todo siempre es para bien. Sin embargo, pensar que todo lo que vivimos es para bien puede resultar una tarea bastante compleja, no es sencillo asumir que tener conflictos con nuestros seres amados, insatisfacciones en nuestra vida o incluso atravesar grandes problemas sea para bien, no somos inmunes a la frustración, el dolor, o las dudas e inseguridades que minen nuestra mente y nuestras emociones.

El tema no es dejar de sentirnos mal o bloquear lo que sentimos, lo realmente importante es no dejarnos dominar por esa situación, nunca puede ser una buena idea que nos entreguemos a algo que nos hace sentir mal. Por ejemplo, si en la mañana al salir de casa el tráfico está imposible, incluso cuando habías salido con tiempo llegarás tarde, tienes dos opciones: aceptas y asumes que llegarás tarde, das aviso de tu retraso y te relajas mientras llegas; o por el contrario, decides amargarte y entregarte al estrés, y como esto no logra devolver el tiempo o cambiar el tráfico, sencillamente mantienes ese mismo mal estado de ánimo durante todo el día. En una situación similar: ¿cuál es tu elección?, ¿analizas lo que sucede o te rindes ante la situación para que te domine?

Hay cosas que nos toman de sorpresa y pueden cambiar el rumbo de nuestra vida, que pueden cambiar drásticamente nuestros planes, pero a pesar de ello siempre tendremos una alternativa y una opción: somos libres de elegir como sentirnos y como reaccionar (basado en esas emociones) ante cualquier tipo de eventualidad que se presente en nuestra vida, basta con estar enfocados.

Para no perder el rumbo y mantener el foco en nuestros objetivos, anhelos y emociones es importante que podamos tener en orden nuestros pensamientos, y esto solo lo vamos a lograr haciéndonos las preguntas correctas. Cuando te pasa algo que no consideras bueno, te preguntas “¿por qué a mí”, o “para qué a mí?”. La respuesta cambia radicalmente la manera en la que vives las cosas, abordas la situación y construyes una potencial solución.

Cuando te preguntas “¿por qué a mí?” te conviertes en víctima, y no solo asumes que todo lo que sucede es malo, sino que además empiezan a entretejerse pensamientos y emociones que traducen esa situación como si directamente fuese contra ti; y al sentir que el mundo te ataca y está en contra tuya, es difícil poder pensar en sentirse bien o en hacer algo por cambiar las cosas.

Pero cuando tu pregunta es “¿para qué a mí?”, asumes que algo bueno debe tener lo que estás viviendo, alguna lección, así sea muy en el fondo, y no ves eso que vives como un castigo, sino como una transición de la que seguramente saldrás una vez logres ver aquello que debes aprender.

La vida es una gran cantidad de momentos que resultan luego de tus elecciones, elecciones con las cuales puedes crear la vida que desees, por lo cual es conveniente que tengas cuidado con lo que deseas, ya que si el resultado que tienes hoy no es el que sueñas, tal vez es porque no te has hecho las preguntas correctas.

*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.

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