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Petro, la novia fea

La historia de la Alcaldía de Bogotá tiene cada vez más drama, intriga y suspenso, pero poco amor por la ciudad.

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Este es un tema que, por más desgastado que esté, no deja de interesar y de causar diferentes sentimientos.

Indiferente de las acciones legales e institucionales, ya el tema de Gustavo Petro tiene tinte personal. Y es que así como medios de comunicación se han dedicado a darse palo entre ellos, políticos y funcionarios públicos han tratado al alcalde como a la exnovia. A unos ni les va ni les viene, otros lo odian, pero nadie le agradece lo que hizo, poco o mucho, pero hizo.

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Y es que Petro es como esa novia tibia que en la casa nadie quiso pero tampoco odiaron. La que saludaba y se quedaba sentada en el sofá esperando que el novio, con una mirada, le dijera qué hacer. Así le pasó con el procurador que él mismo ayudó a nombrar y que le pagó con destitución.
Petro debería recoger sus cosas y decir adiós. Por puro orgullo, pero no puede porque ahí mismo le caen 10 demandas más por abandono laboral.

Petro es como la novia fea: solo el novio sabe por qué no la cambia, porque tiene cosas buenas que solo él ve. Cosas buenas como la desaparición de las zorras o vehículos de tracción animal; y el Centro de Zoonosis volvió a la vida por él.

Petro no es esa novia linda, orgullosa como Peñalosa, que sale a decirlo y a exagerar lo que hizo para que la gente le reclamara al novio: “¡Ay!, ¿usted por qué la dejó ir? Si es tan bonita”. ¡No! Petro es la novia humilde que mientras el novio la iba a traicionar y ver cómo lo bajaban de su puesto, él se dedicó a aumentar el presupuesto para educación en 3,2 billones de pesos.

Petro es esa novia resignada que decía que sí a todo. Y así logró las Casas Refugio LGBTI para que las personas que han sido víctimas de violencia en esta comunidad puedan recuperarse. Y aunque pocos lo sepan, es un modelo pionero en América Latina.

Petro es la novia que da la pelea sin alzar la voz, así como cuando logró reducir la tasa de homicidios mientras a él le intentaron matar su vida política.

Si algo es bien cierto es que era mejor de congresista que de alcalde, porque con tantos enemigos antes es un héroe por haber alcanzando tanto. Debió pelear, defenderse y trabajar al tiempo.

Petro es como esa novia que no exige nada a cambio de su amor por la ciudad, es una novia barata –como el pasaje en TransMilenio que logró bajar–, pero claro, eso a sus detractores se les olvidó; como se les olvidó, cuando van para el aeropuerto, que la calle 26 tiene TransMilenio porque él arregló el daño que los otros alcaldes dejaron. De robos no hablemos que nunca sabremos de verdad a quiénes les engordamos las billeteras.

Petro es la novia sumisa que si hace algo se le ve muy mal, pero si otra lo hace se le ve bien y hasta se le celebra.

El alcalde tuvo errores, claro que los tuvo y debe responder por el esquema de basuras, pero también deben dejar el matoneo jurídico que le hacen y dejarlo trabajar.

La ciudad se pierde en el abandono, en la inseguridad y ya es hora que dejen la Alcaldía quieta y guarden sus odios para dejar gobernar. A Petro o al que sea, pero Bogotá necesita urgente alguien fijo en su dirección para empezar a caminar.

Ya después de tanto lío, Petro debería repetir el final de la gran película La estrategia del caracol y en la entrada del Palacio Liévano dejar un aviso que diga:

“Ahí tienen su Alcaldía”.

Por: Marcela Alarcón/ @marcelaalarcon

*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.

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