Muchos creerán que ser una mujer madura significa envejecer hasta llegar al punto de no permitirse ningún tipo de equivocación, ningún tipo de libertad y ningún tipo de gozo.
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Un tipo de madurez tanto física como mental que a veces solo encaja en estándares que no aplican para todas y que no revelan la verdadera esencia de alguien que al verse a sí misma puede ser más fuerte de lo que cree.
Las mojigatas no se van a extinguir mientras los hombres sigan creyendo que esas son las que valen la pena. Así que adiós al cinturón de castidad, chao al candado en el calzón, olvídese de vestir santos, hoy ya no somos mojigatas, por eso, los moldes están para romperse. El mundo está para explorar, nosotras para conocernos. Y también, para complacernos.
Si queremos hablar de sexo lo hacemos, es más lo dominamos, porque el sexo es como conducir, sacar la licencia es difícil, hay que memorizar y aprenderse las señales, pero una vez lo controlamos, la carretera y nosotras nos fundimos en uno, para hacer largos, placenteros y apasionantes viajes.
El sentir es lo que nos hace estar vivas, tiene múltiples formas, colores, sabores y olores, por eso las niñas buenas van al cielo, las malas a todas partes y la pasan mejor sin rosas ni chocolates, aunque se pueden comer los que quieran y a los que quieran cuando así lo deseen.
Ya no hay ave maría que valga, libérate de lo que te ata, libérate de lo que temes, ya no hay pena ni temores, el paraíso no se consigue rezando sino dejando atrás todos los pudores.
Por todas las mujeres que se liberan, #ChaoMojigatos.