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Inírida y Mavecure, paraísos en medio de la selva colombiana

Desde la punta del cerro Mavecure, con la vista fija en las otras dos piedras que se alzan en el imponente llano verde, Mono y Pajarito, se ven las ventanas por las que se asomaba la que fue considerada en su momento la mujer mas hermosa de ese lugar: la princesa Inírida.

Y sí, así reza la leyenda indígena en este lugar mágico, considerado un paraíso en la tierra: Guainía.

Guainía es tierra de aguas. Los ríos rodean a este departamento que por años vivió oculto hasta que el mundo lo conoció gracias a El abrazo de la serpiente, la cinta colombiana que mostró en todo su esplendor al Mavecure… el mismo que hoy todos quieren conocer y que los locales muestran en cada rincón de su casa como su mayor orgullo.

Para llegar a Mavecure hay que tomar un vuelo de Satena www.satena.com que sale desde Bogotá, luego, en Inírida tomar una ‘voladora’, como le dicen a las lanchas, río arriba por hora y media. Mientras aumenta la velocidad y la lancha serpentea entre el río Guainía y el Guaviare, la naturaleza se alza imponente con ese color verde que despide a los llanos orientales y le da la bienvenida a la selva.

Lo mismo pasa con los ríos, pues el Guaviare se encuentra con el Atabapo, considerado uno de los más lindos del mundo por sus aguas cristalinas y con tonalidades amarillas y rojas, que terminan desembocando en el gran Orinoco, el mismo que llevó a Alexander Von Humboldt por Colombia, Venezuela y Brasil para descubrir su riqueza botánica.

Los tepuyes

Los tres tepuyes (Mavecure, Mono y Pajarito) son testigos de la evolución geológica. Ellos hacen parte del escudo Guayanés y son de las primeras piedras que se formaron en la Tierra. Hoy, a su lado, reposan las comunidades indígenas de Venado y Remanso, de donde sale el mejor pescado ‘muquiado’ -plato típico en Guainía- y en donde se pide permiso para conquistar el Mavecure.

Aunque la piedra muestra su imponencia desde la orilla del río, con el permiso de los ancestros y la guía indígena, la verdadera aventura comienza. Escalar esos 250 metros requieren no solo de bloqueador solar, una buena gorra y zapatos de agarre, sino de fuerza en el espirítu porque la sensación de estar en la cima es indescriptible. La energía de la Tierra es inexplicable y única.

El ascenso al cerro puede tomar una hora o un poco más dependiendo del estado físico; arriba, en la punta, la mejor panorámica de un viaje inolvidable que también permite conocer delfines rosados o toninas, lugares con magia como la Laguna Brujas, la Sabana de la flor de Inírida y el Caño San Joaquín, el lugar perfecto para terminar una tarde de conexión con la naturaleza.

El Caño San Joaquín, a unos 10 minutos en lancha del cerro,  es un oasis de agua roja y amarilla. Después de escalar el tepuye, el premio es un buen baño de agua cristalina bajo un sol radiante y un pescado ‘muquiado’ acompañado de buen ají.

Si va a Guainía, y en especial a Mavecure, olvídese del mundo porque no hay señal en los celulares y más bien déjese llevar por esa brisa deliciosa que golpea el rostro mientras va en la ‘voladora’. Finalmente, esa es la bienvenida a un destino que quiere ser descubierto.

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