Nina León, es una argentina de 34 años que con la pandemia de coronavirus debió buscar nuevas opciones a su empleo de trabajadora sexual y su búsqueda la llevó al mundo literario, plataforma desde la que hoy en día genera sus ingresos gracias las clases de escritura que imparte vía online.
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«Me autopercibo como trabajadora sexual, puta, prostituta y meretriz», reconoce León al portal argentino de TN, que en una larga entrevista a la joven recoge los pormenores de su reinvención en pandemia.
«La situación mutó bastante desde el año pasado hasta acá. Estaba acostumbrada a hacer encuentros en general y no tanta virtualidad. Eso me agotó, me generaba dudas que algo pudiera viralizarse. Me causaba mucha ansiedad tener que estar pendiente del celular todo el tiempo para vender mi material. Pero había que trabajar igual porque los telos (hoteles) estaban cerrados», relata Nina.
La reconversión en pandemia de una trabajadora sexual
«Nosotras, las trabajadoras sexuales, no queríamos exponernos por dos cuestiones: primero por la salud y también por la situación violenta se podía llegar a vivir si íbamos a domicilio. Ya sabíamos que varias compañeras lo habían hecho y recibieron denuncias por violar la cuarentena, o algunos clientes se aprovechaban de eso para no pagarles después», señala León, quien cuenta que tiene una hija que va al jardín, que arrienda un departamento en Nueva Pompeya y que tiene una inmensa pasión por la escritura.
«Desde hace cuatro años ejerce la prostitución en la Ciudad de Buenos Aires. Su incursión en el rubro fue la consecuencia de la falta de oportunidades laborales en ese entonces. Una situación que se tornó desesperante al tener que mantener a su hija y el monoambiente que habitaban en el barrio de Boedo», reseña TN de una madre que en sus redes sociales se define como una «puta feminista» y «autora de Puta Poeta», un poemario que publicó en 2019.
«El libro me ayudó más allá de las ventas. Gracias a esto me animé a dar talleres de escritura, relacionados principalmente con lo erótico. Allí distinguí las ansiedades de las personas y que la escritura sirve para canalizarlas. Fue también parte de lo que comencé a hacer para sobrevivir a la pandemia», cuenta Nina, quien reconoce que esta pasión literaria que desarrolló desde los 8 años le ha permitido relacionarse desde una vereda más analítica con sus clientes.
Una pasión que pudo más que todo
«Cuando entraba al hotel me pasaba que quería escribir, era más fuerte que yo. Le preguntaba al cliente o a la clienta si me permitía un espacio del tiempo que me había pagado para poder hacerlo. Esa práctica me posibilitó pensar en el ‘sexo literario’ como servicio sexual, porque con el correr del tiempo, a algunos que estaban interesados, también los fui invitando a escribir en el telo (hotel), y se enganchaban al punto de seguir haciéndolo también afuera. Leerlos después -la mayoría escribía autobiográfico- me enseñó a no ser prejuiciosa», contó, al tiempo que aseguró haber cambiado el orden de prioridades respecto de sus trabajos.
«Estoy haciendo menos encuentros sexuales porque estoy trabajando bastante en un segundo libro. Y me estoy formando en lo artístico para sumarle a las presentaciones de ‘Puta Poeta’. Los encuentros me quitan mucha energía por cómo los hago yo, que utilizo muchos recursos terapéuticos. Realmente me interesa conocer a quién o a quiénes tengo en frente», finaliza.