Para sobrevivir, Tony Stark tiene que implantarse una placa pectoral magnética para que la metralla que lleva en su pecho, producto la explosión de una bomba de su creación, no se inserte en su corazón. Esto es lo que lo mantiene con vida, y para que su función siga cumpliéndose, Stark tiene que recargar el magneto cada noche.
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Esta idea nació en la década de los 60, en plena Guerra Fría. Los creadores del cómic de Iron Man, sin pretenderlo, estaban proyectando el futuro.
La carrera armamentística y la carrera espacial entre la Unión Soviética y Estados Unidos significó una explosión en el desarrollo de la tecnología, la que tuvo sus consecuencias en la vida civil desde la década de los 90.
El principal exponente de esto: Internet. Y es a través de la web que los dispositivos móviles que se usan hoy en día cumplen sus principales funciones. Gracias a su expansión, hoy los dispositivos pueden estar conectados para cumplir todo tipo de funciones: desde preparar un café hasta conducir un automóvil y compartir contenido a miles de kilómetros de distancia.
La literatura y el cine también han seguido influenciando la imaginería futurística de tal forma, que los desarrollos tecnológicos han ido siguiendo la ruta marcada por ellos. Lo imaginado por Isaac Asimov, Stanislaw Lew y Brian Aldiss, y representado en películas como “Inteligencia Artificial”, “Yo, Robot” o “Proyecto Cyborg”, ya es parte de la realidad actual.
Piercings y microchips
Una empresa sueca llamada Epicenter ha estado experimentando, desde el 2015, con implantes de microchips. Su departamento de innovación, que se encarga de probar nuevos desarrollos tecnológicos, cuenta con un biohacker llamado Hannes Sjöblad.
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Él ha organizado eventos en los que personas, de forma voluntaria y pagando un costo de US$150, tienen la oportunidad de implantarse un Microchip RFIC (circuito integrado de radiofrecuencia) basado en estándares Mifare (tecnología usada en las tarjetas bancarias sin contacto) y NFC (tecnología de comunicación inalámbrica de corto alcance que permite el intercambio de datos).
“Los implantes usados son conocidos como ‘chips pasivos’. Eso significa que no tienen ninguna fuente de poder incorporada, por lo que no pueden mandar ninguna señal de posición”, explica Patrick Mesterton, CEO de Epicenter. “El propósito de llevar estos microchips implantados es para simplificar la vida diaria reemplazando cosas de uso frecuente como llaves y tarjetas de todo tipo, guardando los datos en un microchip del tamaño de un grano de arroz”.
Con la ayuda de una jeringa, este microchip se implanta entre los dedos pulgar e índice. Y así, con solo pasar la mano por dispositivos como lectores de tarjetas, una persona puede desde comprar cosas para comer hasta abrir puertas.
“Es más peligroso un smartphone”
Peter Ottsjö es un periodista de tecnología que se implantó este chip voluntariamente. Fue la curiosidad la que le llevó a querer probar el dispositivo.
“Me interesa cómo la tecnología puede cambiar a la sociedad para bien o para mal”, dice a Metro Ottsjö. “Es genial que pueda tener acceso a mi oficina solo pasando mi mano por el lector de tarjetas. Y es probable que la compañía ferroviaria más grande de Suecia empiece a aceptar este tipo de implantes como tarjetas”.
Y aunque Ottsjö no recomendaría por ahora hacerse el implante a sus amigos, sí dice que le parece curiosa la pregunta por los riesgos que pueden implicar este tipo de dispositivos. “Compré el nuevo iPhone el año pasado y nadie me preguntó por los riesgos asociados a él. Todos tienen un smartphone hoy, con una batería de litio que es altamente inflamable si se daña. Las posibilidades de intervenir estos dispositivos o de que sean objetivos de ciberataques es infinita ya que todos estamos conectados a Internet con ellos”, dice.
“Eso los hace potencialmente más peligrosos”, asegura. “Hacemos trasplantes muy avanzados en personas para que puedan obtener un nuevo riñón, o hígado, o corazón. Los marcapasos han existido desde hace mucho tiempo. Y todavía algunas personas se asustan cuando escuchan que tengo un pequeño chip bajo mi piel. Así que creo que si alguien asocia esto con cualquier riesgo, y esas personas al mismo tiempo tienen un teléfono inteligente, están mal informados”, dice Ottsjö.
«Espero que la humanidad discuta sobre las implicancias de la masificación de esa tecnología»
Peter Ottsjö
Periodista sueco especializado en tecnología
Describe tu experiencia con el microchip.
– Sabía que era seguro antes de probarlo. De todas formas, el inyector era un poco largo, como un pequeño cuchillo. Se podía sentir cómo cortaba justo por debajo de tu piel. Dolió por un par de horas. Ahora es como tener un granito de arroz en la mano. La mayoría del tiempo me olvido de él.
¿Por qué decidiste usarlo?
– Siempre me produce curiosidad la nueva tecnología. También soy curioso por cómo esta puede cambiar a la sociedad para bien o para mal. Tarde o temprano, este tipo de curiosidad nos llevará a movimientos transhumanistas y a pensadores como Ray Kurzweil y Nick Bostrom. Pero la principal razón fue que quería escribir sobre la experiencia.
¿Qué piensas de este tipo de chips?
– Si te fijas en algunos de los más grandes emprendedores y pensadores de ahora, están diciendo que estas cosas tendrán profundas consecuencias en la humanidad. Solo basta con escuchar lo que han estado diciendo Elon Musk, Mark Zuckerberg o lo que han estado escribiendo personas como Yuval Noah Harari en los últimos meses. Por supuesto, ellos no están hablando de chips simples que tienes en tu mano, sino que de implantes neutros: la creación de una interface cerebro computacional. Ahora, no es un implante lo que me gustaría tener si es que tuviera la oportunidad. Imagínate un implante que pudiera permitirles a los hackers tener acceso a lo que piensas. Esto todavía es ciencia ficción, pero podría ser posible en algunas décadas. Antes de que esto pase, espero que la humanidad haya discutido u debatido sobre las implicancias de la masificación de esa tecnología.
Entrevista hecha por Felipe Herrera Aguirre / MWN
«El cerebro humano es increíblemente flexible»
Daniil Lytkin
Programador de 26 años de Novosibirsk, Rusia, quien se implantó una brújula en el pecho
¿Por qué decidiste implantarte una brújula en el pecho?
– Por muchos años he investigado el “biohacking”. Soy fanático de eso. Así que cuando supe del proyecto de “The North Sense”, financiado masivamente y que pretendía implantar un pequeño dispositivo de silicona al pecho que pudiera dar la habilidad de saber en qué dirección uno se movía, no lo pensé mucho.
¿Fue difícil la operación?
– Fue simple. Como un procedimiento para hacerse un piercing. Se ponen dos correas bajo la piel, y el dispositivo va sobre ellas.
¿Costó mucho?
– El dispositivo costó US$425, y la operación más o menos US$35.
¿Cómo funciona la brújula?
– Es simple. Cuando me muevo hacia el norte, vibra. La duración y la intensidad de esa vibración puede ser regulada. Empezaré a usarla tan pronto como haya cicatrizado la herida, en un par de semanas.
¿Cuáles son los beneficios que obtendrás al tener una brújula incrustada en tu pecho?
– Lo hice solamente porque me pareció interesante, no por pragmatismo. Creo que eventualmente esta experiencia me conducirá hacia una nueva sensación: la sensación de la dirección. Me estoy preguntando cómo mi cuerpo reaccionará a esto, cómo el cerebro se ajustará a usar una nueva fuente de información sobre el mundo exterior. El cerebro humano es increíblemente flexible; por ejemplo, para las personas ciegas hay prótesis que convierten la imagen en sensaciones auditivas o táctiles, y después de un tiempo el cerebro se adapta y lo percibe como una imagen, usando partes de la corteza responsable de los datos visuales.
¿Te apoyaron tus familiares y amigos?
– Sí, se lo tomaron con calma. Pero mi esposa se inspiró ¡y se hará la misma operación!
Entrevista por Stanislav Kuptsov / MWN