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La posible campaña Bush-Clinton evidencia una historia de dinastías políticas

Washington, 10 ene (EFE).- Los estadounidenses menores de 38 años sólo han vivido una campaña electoral, la de 2012, sin ningún Bush o Clinton compitiendo por la presidencia o la vicepresidencia del país y podrían ver a las dos familias enfrentadas de nuevo si los potenciales aspirantes Hillary y Jeb se imponen en las primarias.

A Hillary Clinton -esposa del 42º presidente de Estados Unidos, Bill Clinton- se la considera la candidata «inevitable» del partido demócrata en 2016, mientras que Jeb Bush, hijo del 41º presidente y hermano del 43º, ha dado en el último mes pasos decisivos para lanzar su candidatura.

La carrera presidencial de 2016, que oficiosamente comenzó el día después de las legislativas del pasado 4 de noviembre, destila un halo de nostalgia de los años noventa: en 1992 Bill Clinton convirtió a George H.W. Bush en un presidente de un solo mandato.

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Desde que Bush padre llegara a la vicepresidencia con Ronald Reagan en 1981, en cada elección -salvo en 2012- ha habido un miembro de una de las dos dinastías políticas compitiendo por el cargo de presidente o vicepresidente.

En 2008 un candidato novedoso e ilusionante, Barack Obama, frustró las aspiraciones presidenciales de Hillary Clinton y rompió una estadística reveladora: hasta entonces en cada «ticket» electoral ganador desde 1980 había habido un hijo de un senador o presidente del Gobierno.

Pese al deseo de los Padres Fundadores por asegurar que en Estados Unidos el poder emanaría de las urnas y no del linaje, precisamente con uno de ellos comenzó a tejerse una historia de dinastías políticas en la nación: John Adams fue el segundo presidente y su hijo, John Quincy Adams, el sexto.

Desde entonces y hasta ahora, un puñado de apellidos han ostentado los más importantes cargos públicos en Estados Unidos: los Kennedy, los Roosevelt, los Rockefeller, los Harrison, los Adams, los Bush, los Taft y los Clinton, según la clasificación del investigador y exasesor presidencial Stephen Hess, autor de «America’s Political Dynasties».

En contraposición al aire fresco que representó Obama en 2008, la campaña de 2016 apunta a una vuelta al pasado: Si Hillary Clinton o Jeb Bush llegan a la Casa Blanca, un miembro de una de las dos familias habrá gobernado el país durante 24 de los 32 años que van entre 1989 y 2021.

«Si no podemos encontrar más que dos o tres familias para la presidencia, esto es absurdo. Hay más familias que los Kennedy, los Clinton y los Bush», consideró la exprimera dama Barbara Bush en una entrevista a principios del año pasado.

La esposa de George H.W. Bush no ha tenido reparos en dejar claro que no quiere ver a otro miembro de su familia compitiendo por la Casa Blanca: «ya hemos tenido suficientes Bushes», sentenció.

Distinta opinión sobre las familias en la política de Estados Unidos tiene Hillary Clinton. «Quizás simplemente sea que ciertas familias tienen un sentido del compromiso o una predisposición para involucrarse en política», argumentó en una entrevista el pasado verano.

«Yo competí por la presidencia y perdí contra alguien llamado Barack Obama, por tanto no creo que haya nada garantizado en la política estadounidense. Mi apellido no me ayudó finalmente. Nuestro sistema está abierto a todos. No es una monarquía en la cual uno se levanta una mañana y abdica en favor de su hijo», añadió.

Todos los sondeos apuntan a que Clinton lo tendría mucho más fácil para hacerse con la nominación de su partido que Bush, que con toda probabilidad enfrentaría a un mayor número de oponentes en las filas republicanas.

Sus candidaturas compartirían el reto de convencer a las bases de sus respectivos partidos, decisivas en las primarias, que les consideran políticos demasiado moderados.

Hillary Clinton, la mejor situada hasta el momento para alcanzar la Casa Blanca, aventaja en los sondeos a Jeb Bush con un 49 % frente a un 40 %, según los últimos datos de Real Clear Politics.

Los dos potenciales candidatos cuentan con el reconocimiento, los contactos y la capacidad recaudatoria que les otorgan sus apellidos, pero carecen del factor sorpresa y de curiosidad que moviliza e ilusiona a los votantes.

Como dijo George W. Bush al competir por la Casa Blanca, en una familia política se heredan los amigos de los predecesores, «pero también sus enemigos».

La posibilidad de que otro Bush o Clinton gobierne Estados Unidos cobra especial fuerza desde que el pasado mes Jeb Bush, gobernador de Florida entre 1999 y 2007, anunciara en las redes sociales que «explorará activamente la posibilidad de competir por la presidencia».

Tras ese titular, no han cesado los movimientos que evidencian que su intención es firme: ha lanzado un grupo de acción política (PAC) y ha renunciado a todos sus puestos en consejos de administración de empresas para evitar conflictos de interés.

Si se confirman las últimas predicciones, Jeb Bush, que no se enfrenta a una campaña política desde su reelección como gobernador en 2002, tendría como oponente a Hillary Clinton, en primera línea como candidata a las primarias demócratas en 2008 y después como jefa de la diplomacia los cuatro años siguientes.

Cristina García Casado

Washington, 10 ene (EFE).- El exgobernador de Massachussetts Mitt Romney declaró este viernes su interés por aspirar de nuevo a la Casa Blanca en 2016, después de que hace tan sólo un año negara en rotundo esa posibilidad.

«Todo el mundo aquí presente puede ir a contarle a sus amigos que estoy considerando presentarme», dijo el que fuera candidato republicano en 2012 a un reducido grupo de donantes en un acto privado en Nueva York, según informan medios locales.

De confirmar sus intenciones, el de 2016 sería el tercer intento de Romney por la Presidencia, después de salir derrotado en las primarias de su partido en 2008 y perder frente al actual presidente Barack Obama cuatro años más tarde.

«Quiero ser presidente», dijo a los donantes, para explicar después que su mujer, Ann, ha cambiado de opinión sobre su potencial candidatura: en otoño se oponía rotundamente y ahora le anima a presentarse.

Una de las causas que podrían haber precipitado el anuncio de Romney es la significativa declaración de intenciones que el pasado mes hizo uno de sus principales potenciales oponentes internos, Jeb Bush.

El exgobernador de Florida e hijo y hermano de expresidentes anunció en las redes sociales que «estudia activamente la posibilidad de competir por la Presidencia».

Tras ese anuncio, sus siguientes pasos no han hecho sino confirmar que su intención es firme: ha lanzado un grupo de acción política (PAC) y ha renunciado a todos sus puestos en consejos de administración de empresas para evitar conflictos de interés.

Romney y Bush son dos potenciales candidatos con el respaldo del aparato del partido, que batallará con las bases -decisivas en las primarias- para elegir a un candidato moderado alejado de las tesis más radicales de los ultraconservadores del Tea Party.

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