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Los estudiantes exigen negociar directamente con China para relanzar su protesta

Hong Kong, 29 oct (EFE).- Tras un mes de protestas en las calles de Hong Kong, algo estancadas por la indiferencia del Gobierno local, los estudiantes han decidido dar una vuelta de tuerca a sus reivindicaciones y exigir un diálogo directo con China.

La Federación de Estudiantes de Hong Kong, uno de los principales colectivos que desde hace un mes ocupa áreas de la antigua colonia británica para reclamar democracia, ha exigido al Ejecutivo local negociar directamente con el primer ministro chino, Li Keqiang, informó hoy la televisión oficial RTHK.

«Esperamos que el Ejecutivo hongkonés nos organice un encuentro» con el jefe de Gobierno chino, señalaron, en un comunicado, los estudiantes, decepcionados por las conversaciones que la semana pasada tuvieron con representantes del Gobierno de Hong Kong, encabezados por la «número dos» del Ejecutivo local, Carrie Lam.

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La Federación, presidida por Alex Chow, argumenta que en el diálogo del pasado 21 de septiembre Lam les aseguró que no estaba en manos del Gobierno local cambiar el sistema electoral de la excolonia, como el movimiento democrático exige.

Ese sistema, que permitirá desde 2017 una votación por sufragio universal pero sólo con dos o tres candidatos aprobados previamente por Pekín, fue decidido en Pekín el pasado 31 de agosto en la Asamblea Nacional Popular, el máximo órgano legislativo de China.

En las negociaciones, Lam ofreció a los líderes de las protestas el envío de un informe a Pekín en el que se explique el malestar de sectores de la sociedad hongkonesa por esa decisión de la asamblea nacional.

Los estudiantes señalan, en el comunicado hecho público hoy, que ese informe debe incluir forzosamente una propuesta de retirada de la decisión de la Asamblea Nacional Popular.

Sobre la otra oferta de Lam, la creación de una plataforma permanente de negociaciones para la reforma política local, la federación exige, en contrapropuesta, que en ella se discuta una hoja de ruta para abolir el nuevo sistema de elección de legisladores y gobernantes locales.

Según los estudiantes, si el Gobierno local no puede prometer estas dos exigencias preliminares, los estudiantes y otros colectivos en protesta preferirán hablar directamente con el primer ministro Li, así como con la Administración Estatal de Hong Kong y Macao.

Ese órgano depende directamente del régimen comunista para los lazos con esas regiones administrativas especiales.

La petición de los estudiantes intenta extender las negociaciones al Gobierno chino, que durante semanas, para bien o para mal, ha ignorado totalmente las protestas.

Pekín ha dejado a la policía local de Hong Kong la labor de controlarlas, lo que ha garantizado su desarrollo pacífico, con contadas excepciones, pero también se ha desentendido de formar parte de la solución política.

Su única actitud visible ante la llamada «Revolución de los Paraguas» ha sido intentar censurarla en la medida de lo posible en los medios chinos, salvo para ligarla a altercados o inestabilidad social, así como exigir a gobiernos de otros países que no apoyen públicamente al movimiento.

Desde las áreas de protesta, muchos jóvenes participantes en la «revolución» consideran que el movimiento no puede tener miras tan altas como para pedir la democratización de toda China, sino por ahora sólo de Hong Kong, que goza de amplia autonomía de Pekín bajo el principio de «un país, dos sistemas».

«Podemos darles ejemplo (a los chinos) para que cambien su política, pero por ahora nuestra prioridad es hacer lo mejor posible por Hong Kong», señalaba ayer al respecto Regina Lee, una acampada en el céntrico barrio de Admiralty.

El movimiento democrático en Hong Kong, excolonia británica que regresó a soberanía china en 1997, inició acampadas hace un mes en estratégicas calles del territorio para pedir la democratización del sistema político local.

Hong Kong, 29 oct (EFE).- En las calles ocupadas por el «movimiento de los paraguas» de Hong Kong, los activistas pro democracia han construido con escombros y material reciclado una pequeña iglesia y un templo budista, una muestra de la influencia que la religión ha jugado en este mes de protestas.

Estos dos templos improvisados, pero que atraen a un número creciente de fieles y simpatizantes, se encuentran uno junto a otro en medio de la calzada de Nathan Road, la principal calle de Kowloon, una vía normalmente reservada a los automóviles pero ahora tomada por las tiendas de campaña de los que piden democracia real.

El pequeño templo es cuidado por Julian Li, un monje budista de la rama tibetana que hoy se ve obligado a echar con cajas destempladas a un opositor a las protestas, que a punto está de causar destrozos en el altar.

«La gente viene aquí a rezar por el bien de toda la sociedad, no piden cosas para ellos. Rezan por una sociedad más justa y con mayor integridad», explica a Efe, con hábitos rojos y la cabeza rapada que distingue a los monjes budistas.

Los fieles construyeron un primer santuario en la calle tomada por las protestas a principios de octubre, pero éste fue destruido en los tensos días de enfrentamientos entre partidarios y opositores al movimiento, y se construyó uno nuevo más al sur.

Li explica que tanto el viejo como el actual están dedicados a Guan Yi, hombre que en su vida terrenal fue un general traicionado por sus propios soldados, tras morir se convirtió en un fiero dragón sediento de venganza y finalmente, tras ser convencido por un monje, se transformó nuevamente en una deidad bondadosa.

«Guan Yu simboliza el valor y la justicia, y es un dios que está en los altares de muchas comisarías en Hong Kong. Colocándolo aquí recordamos a los agentes que deben servir a la gente, no a los ricos y a los poderosos», señala Li, quien asegura que puede sentir la presencia de la deidad en ese mismo momento y lugar.

Li, que como muchos monjes afirma tener dotes adivinatorias, predice que cuando finalice la revolución hongkonesa, que según él triunfará y dará la independencia a la ciudad del resto de China, el templo se convertirá en un lugar histórico y se trasladará a la acera más cercana.

A apenas 50 metros de allí, una pequeña capilla cristiana, con cruces y una gran efigie de Jesús, presenta otra opción a los simpatizantes del movimiento democrático en Hong Kong, una ciudad que, por su condición histórica de cruce de caminos portuario, tiene creyentes y templos de todas las religiones posibles.

Andrew Tam, un joven anglicano que hoy cuida la capilla, explica que ésta se construyó por primera vez el 9 de octubre, celebró la primera comunión en el lugar el día 12, y tras ser destruida en un rifirrafe con opositores fue reconstruida, con aportaciones de todas las creencias cristianas, que incluyeron frascos de agua bendita.

Católicos, luteranos, presbiterianos, ortodoxos y otras ramas se reúnen allí cada noche para leer las escrituras y comulgar, de rodillas en medio de la calzada, explica Tam, quien señala que gracias al movimiento democrático la religión cristiana ha demostrado que está interesada en la mejora de la sociedad.

Los dos templos muestran que la religión también ha intervenido en el movimiento democrático que desde hace un mes paraliza importantes calles de la ciudad para pedir elecciones libres en Hong Kong, con algunos de sus líderes tomando partido por los manifestantes que han optado por la desobediencia civil.

Entre ellos destaca el cardenal Joseph Zen, obispo emérito de Hong Kong y veterano luchador por los derechos de los católicos en China, quien a sus 83 años ha hecho llamadas públicas a luchar por la democratización de la excolonia e incluso ha dormido alguna noche en las tiendas de campaña que ocupan las calles.

Ello le ha valido las alabanzas del Papa Francisco, quien recientemente, en un encuentro de ambos en Roma, comparó a Zen con el pequeño David que derrotó al gigante Goliat con una honda.

A la implicación de las religiones en el movimiento de resistencia civil también han ayudado desafortunadas declaraciones recientes del gobernador hongkonés, Leung Chun-ying, quien aseguró en una entrevista que los grupos religiosos de Hong Kong no contribuían apenas en el desarrollo social del territorio.

Leung, cuya dimisión pide el movimiento demócrata, se disculpó después por estas palabras, pero no ha conseguido evitar que muchos religiosos de Hong Kong se hayan unido a estudiantes, políticos de oposición, intelectuales y otros colectivos para pedir una democracia real, si no en China, al menos en la excolonia.

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