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Egipto pasa en un año de la ira contra Mursi a la exaltación de Al Sisi

El Cairo, 29 jun (EFE).- Egipto ha pasado en apenas un año de las masivas protestas contra el islamista Mohamed Mursi a la exaltación popular del nuevo presidente, el exjefe del Ejército Abdelfatah al Sisi, en un giro copernicano que ha removido la arena política de Oriente Medio.

Mañana se cumple el aniversario de las manifestaciones que forzaron la salida de Mursi, acusado de monopolizar el poder y seguir los dictados de los Hermanos Musulmanes en su primer año de mandato.

Esa movilización fue el argumento de peso que empleó el Ejército para derrocar al mandatario el 3 de julio de 2013 e impulsar una nueva transición.

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Mientras se extendía entre la población la expresión de «Revolución del 30 de junio», entendiéndola como una enmienda a la del 25 de enero de 2011, que destronó a Hosni Mubarak, los islamistas no han dejado de denunciar un golpe de Estado contra el primer presidente del país elegido democráticamente.

Pese a las condenas internacionales, a las autoridades egipcias no les tembló la mano para desalojar a la fuerza las acampadas de los seguidores de Mursi en agosto pasado, causando cientos de muertos, ni para perseguir a miembros y líderes de los Hermanos por terrorismo.

La cúpula de la cofradía, con Mursi y el guía espiritual Mohamed Badía a la cabeza, está encarcelada y procesada en varios juicios por instigar a la violencia o espionaje.

Polémicas decisiones judiciales han sido también las condenas de muerte contra islamistas -entre ellos Badía- por actos de violencia y las penas de cárcel para jóvenes opositores revolucionarios y periodistas del canal catarí Al Yazira.

Egipto mantiene sin reparos que estas acciones forman parte de sus asuntos internos y ha seguido adelante con el plan impuesto por los militares.

Tras la aprobación de una nueva Constitución en referéndum en enero pasado, las elecciones presidenciales encumbraron a Al Sisi -que poco antes había abandonado el estamento castrense- con un 97 % de los votos en abril.

Sus promesas de estabilidad y su imagen como artífice del golpe contra Mursi y «hombre fuerte» del país le pusieron en bandeja su llegada a la presidencia, sin que nada pudiera hacer por revertirlo su único competidor, Hamdin Sabahi.

Solo faltan ahora las próximas parlamentarias, con las que se cerrará ese círculo, del que los Hermanos Musulmanes han quedado proscritos sin atisbos de reconciliación.

Ese grupo conservador, con ramificaciones en Jordania, Palestina y otras partes de la región, aumentó su influencia al calor de las revueltas iniciadas en Túnez, pero con el tiempo ha acabado desinflándose.

Poniendo su alianza con Estados Unidos en un segundo plano, Al Sisi ha encontrado el mayor respaldo en países del golfo Pérsico enemigos de la cofradía como Arabia Saudí, Emiratos y Kuwait, que han prometido a Egipto más de 20.000 millones de dólares para superar la crisis económica.

El experto en el mundo árabe del Centro de Estudios Estratégicos y Políticos Al Ahram, Mohamed Abas, comentó a Efe que «Egipto ha mejorado su cooperación con el exterior al ampliarla a más países». En una posición debilitada ha quedado Catar, cuyos lazos con esas monarquías del Consejo de Cooperación del Golfo y Egipto se han erosionado por sus vínculos con los Hermanos.

En lo que sí coinciden Riad y Doha, aun con matices, es en apoyar a la oposición al régimen sirio de Bachar al Asad o al primer ministro iraquí, el chií Nuri al Maliki, ambos aliados de Irán.

Tanto en Siria como en Irak las protestas pacíficas han dado paso a una espiral de violenta de tinte sectario.

«No hay ni un solo país que se haya estabilizado desde la caída de su régimen» a raíz de la Primavera Árabe, apunta Abas, que, no obstante, considera que Egipto y Túnez están en mejores condiciones que Siria, Yemen o Libia.

En esa situación de caos interno y división social ha cobrado especial fuerza el fenómeno yihadista, con combatientes de todo el mundo desplazándose a luchar en las filas de grupos como el Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL), que se desvinculó de Al Qaeda y se ha adueñado de parte del territorio iraquí junto a insurgentes suníes.

«Las revoluciones han derivado en conflictos internos, y lamentablemente el EIIL es también resultado de la Primavera Árabe», añade el analista.

Los rápidos avances de esta organización en Siria e Irak han puesto en alerta a los demás países de Oriente Medio, que intentan protegerse del contagio.

En esta nueva fase, Egipto ha seguido ese mismo camino confiando en el Ejército y otros poderes fácticos del Estado, aunque eso suponga también retomar antiguas prácticas del régimen de Mubarak y esquivar los aires de cambio.

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