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El Ejército egipcio neutraliza la reacción islamista con un despliegue masivo

El Cairo, 23 ago (EFE).- Las Fuerzas Armadas egipcias cortaron hoy las principales arterias de El Cairo para asfixiar las protestas que debían poner a prueba la capacidad de reacción de los islamistas, descabezados y desmoralizados tras los últimos golpes recibidos.

El «Viernes de los Mártires» iba supuestamente a coronar una semana de movilizaciones de los Hermanos Musulmanes y sus seguidores, que han ido en declive conforme sus líderes caían, uno tras otro, en las extensas redadas policiales.

Pese a ese yugo militar, con tanques y vehículos blindados diseminados por todo el centro de El Cairo, cientos de islamistas desafiaron a las autoridades y se concentraron de manera pacífica ante diferentes mezquitas de la capital.

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Sin embargo, como pudo constatar Efe, en varios de los 28 templos en que estaban convocadas las protestas ni una sola alma osó reclamar en público la restitución en el cargo del expresidente Mohamed Mursi, derrocado en un golpe de Estado el pasado 3 de julio.

Los tanques y las alambradas impedían acceder a la plaza Tahrir, corazón siempre del Egipto insurgente, y complicaban los desplazamientos en barrios enteros como Guiza, Heliópolis y Ciudad Naser, donde la Hermandad cuenta con un buen número de seguidores.

Como bien apuntó algún observador en las redes sociales, el panorama de las protestas, con decenas o cientos de manifestantes, retrotraía a los tiempos de Hosni Mubarak, cuando las concentraciones tan solo lograban reunir a unos pocos arrojados.

Una de las manifestaciones más concurridas en la capital tuvo lugar en la plaza de Guiza, donde unas 300 personas blandían pancartas y entonaban cánticos contra el jefe del Ejército, Abdel Fatah al Sisi, pese a algún enfrentamiento ocasional con vecinos de la zona.

Para Ahmed Elal, trabajador del hospital de la Universidad de El Cairo, la revolución del 25 de enero de 2011 «ya ha muerto», aunque se mostró partidario de continuar las protestas, porque «si los militares se consolidan en el poder, no podremos echarles hasta dentro de sesenta años».

Pese a todo, este hombre que se declara independiente -«yo no soy Hermano Musulmán, fumo y no tengo ningún compromiso con la religión»- aseguró no tener miedo a represalias y se dijo dispuesto a «vivir libre o morir».

Elal atribuyó la escasa presencia de manifestantes a que «los militares han cerrado las carreteras principales y las plazas».

Otros, como el joven Hazem al Hakim, apuntaban a un cambio de estrategia en las filas de la Hermandad como motivo de la dispersión de las protestas: «La idea es ahora conseguir el apoyo del Egipto rural y de las periferias de las ciudades, porque ya sabemos que en el centro no nos van a dejar movernos».

Sea cual fuere la razón, las fuerzas de seguridad continuaron hoy su atosigante presión sobre la cúpula de la Hermandad y detuvieron a 19 de sus dirigentes en ocho provincias, tras haber capturado ya esta semana a su líder supremo, Mohamed Badía, algo que no sucedía desde 1981.

Tampoco hallaron mayor eco los revolucionarios de izquierdas que convocaron protestas por la excarcelación ayer de Mubarak, quien salió del penal de Tora tras expirar el tiempo de prisión preventiva e ingresó en un hospital militar bajo arresto domiciliario.

En un ambiente tenso, unos pocos centenares de jóvenes se congregaron frente al Tribunal Supremo, en pleno centro de El Cairo, para exigir que Mubarak sea condenado a muerte en las causas por corrupción y asesinato de manifestantes que se siguen contra él.

Bajo la mirada de un destacamento militar y de un carro de combate, los revolucionarios de Tahrir, opuestos tanto a los islamistas como a las autoridades militares, pudieron comprobar en sus carnes lo mucho que ha cambiado Egipto desde el 11 de febrero de 2011, cuando cayó Mubarak.

Aquel día, la calle era suya. Hoy, pertenecía solo al Ejército.

Por Enrique Rubio

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