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Las protestas continúan en Brasil en medio de un clima de final de Copa

Río de Janeiro, 28 jun (EFE).- Las protestas en las calles de varias ciudades brasileñas continuaron hoy en medio de un clima futbolero ante la final de la Copa Confederaciones, que disputarán el domingo en Río de Janeiro las selecciones de Brasil y España y que se jugará en medio de un fuerte esquema de seguridad.

Médicos, profesores, homosexuales y diversos movimientos volvieron hoy a salir a las calles, como lo han hecho desde el pasado 10 de junio, cuando se desató una ola de protestas, en un comienzo por el alza del transporte público en Sao Paulo y después por diferentes reivindicaciones sociales.

Las movilizaciones continuaron a pesar del sentimiento futbolero que arropa a los brasileños por la final en Río de Janeiro entre su selección y España, evento para el que las autoridades dispusieron un fuerte esquema de seguridad en el estadio Maracaná con el fin de evitar los actos de violencia que ocurrieron en las cercanías de otras sedes de este torneo.

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En una rueda de prensa, el ministro de Deportes, Aldo Rebelo, expresó hoy su confianza en que las protestas convocadas para el domingo en Río de Janeiro y que llegarán a las cercanías del Maracaná «sean pacíficas».

Por su parte, el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, también presente en la rueda de prensa, dijo que, a pesar de que el torneo se ha jugado en medio de protestas sociales, «el fútbol ha podido desempeñar su papel positivo» y destacó el «respeto y pasión» de los brasileños por ese deporte.

En Brasilia, la presidenta del país, Dilma Rousseff, tuvo una jornada más de reuniones con líderes sociales, como ha sido en su agenda durante la semana, y recibió hoy a representantes de movimientos de homosexuales y de organizaciones juveniles.

La reunión ocurrió un día después de la difusión de un informe oficial según el cual las denuncias de casos de violencia contra homosexuales en Brasil prácticamente se triplicaron en el último año al pasar de 1.159, en 2011, a 3.084 el año pasado.

Los movimientos de homosexuales y simpatizantes han salido a las calles para protestar con un proyecto de ley que se tramita en el Congreso, conocido como «cura gay» y que pretende catalogar la homosexualidad como una enfermedad para ser tratada por psicólogos.

La organización del Orgullo Gay convocó a una marcha en Río de Janeiro, en la que se pidió una vez más la renuncia del diputado y pastor evangélico Marcos Feliciano, presidente de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados y favorable a la medida.

En Sao Paulo, en tanto, manifestantes bloquearon parcialmente la autopista Vía Dutra, la principal que comunica ese estado con el de Río de Janeiro, protesta que impidió también el acceso al aeropuerto internacional Cumbica, en el municipio de Guarulhos y que opera para la mayor ciudad brasileña.

La Avenida Paulista, en el corazón financiero de Sao Paulo, también tuvo bloqueos por parte de ciclistas, que piden mayor seguridad para transitar, y médicos que abogan por mejores condiciones de trabajo.

El gobernador de Sao Paulo, Geraldo Alckmin, anunció hoy un recorte presupuestario para compensar en los cofres públicos la revocación del alza del precio del transporte público, que fue el detonante de las protestas.

Brasilia y Goiania (centro), Porto Alegre (sur), Natal y Recife (norte), Belo Horizonte y Vitoria (sudeste) y Campo Grande (occidente) fueron otras de las capitales con manifestaciones.

Protestas similares se realizaron en ciudades intermedias como Campinas y Osasco (Sao Paulo), Juiz de Fora (Minas Gerais) y Caxías do Sul (Río Grande do Sul).

Los veinte días de protestas han dejado seis muertos, el último un joven de 16 años que murió atropellado por un camión durante una manifestación en la ciudad de Guarujá, en el litoral de Sao Paulo.

Otras dos mujeres en Luiziana (Goiás), el lunes, y un estudiante en Riberao Preto (Sao Paulo), la semana pasada, murieron atropellados en situación similar, mientras que un joven falleció el miércoles al caer de un viaducto en Belo Horizonte.

La primera víctima mortal fue una barrendera pública en Belem (norte) que murió tras haber inhalado gases lacrimógenos disparados por policías que reprimían una protesta.

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