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El Predicador de la Casa Pontificia rememora las palabras “Ve, Francisco, y repara la Iglesia”

Ciudad del Vaticano, 29 mar (EFE).- El Predicador de la Casa Pontificia, Raniero Cantalamessa, dijo hoy en la conmemoración de la Pasión del Señor que la burocracia y las controversias impiden que el Evangelio llegue a los hombres, y recordando las palabras de Cristo al santo de Asís, dijo: «Ve, Francisco, y repara la Iglesia».

Ante el papa Francisco y miles de personas que asistieron en la basílica de San Pedro del Vaticano a los ritos del Viernes Santo, Cantalamessa afirmó que la excesiva burocracia, la división entre los cristianos y las controversias del pasado impiden que el mensaje de Cristo llegue nítido a los hombres y que es necesario que la Iglesia vuelva «a la simplicidad y a la sencillez de sus orígenes».

«Ocurre como con algunos edificios antiguos. A través de los siglos, para adaptarse a la necesidad del momento, se les llena de divisiones, escaleras, habitaciones y cubículos pequeños. Llega un momento en que te das cuenta de que todas esas adaptaciones ya no responden a las necesidades del momento, sino que son un obstáculo, y entonces tenemos que tener el coraje de derribarlas y volver el edificio a la simplicidad y sencillez de sus orígenes», afirmó.

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El franciscano capuchino agregó: «Esa fue la misión que recibió un día un hombre que estaba orando ante el crucifijo de San Damián. ‘Ve, Francisco, y repara mi Iglesia».

Cantalamessa se refería a san Francisco cuando oraba en la iglesia de San Damián, en Asís, que estaba en ruinas, y vio la figura de Cristo que le pedía que la arreglase.

El cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio eligió como nombre Francisco en honor del santo de Asís, «el santo de la pobreza, de la paz y de la defensa de la Creación», según contó.

El fraile manifestó que Cristo murió por todos, que en su lecho de muerte pidió a la Iglesia que llevara su mensaje a todo el mundo y que ese amor hacia Él es lo que impulsa a los creyentes a la evangelización.

«Todavía hay muchos hombres que están de pie junto a la ventana y sueñan sin saberlo con un mensaje como el suyo», afirmó el franciscano capuchino, que en su predicación recurrió al judío Franz Kafka para explicar lo que puede retener el mensaje de Cristo.

Cantalamessa aseguró que la evangelización no es conquista, no es propaganda y que los cristianos deben hacer todo lo posible para que la Iglesia nunca se parezca «a aquel castillo complicado y sombrío de Kafka y el mensaje pueda salir de él tan libre y feliz como cuando comenzó su carrera».

«Sabemos cuáles son los impedimentos que pueden retener al mensajero: los muros divisorios, como aquellos que separan a las distintas iglesias cristianas entre sí, la excesiva burocracia, los residuos de los ceremoniales, leyes y controversias del pasado, aunque se han convertido ya en escombros».

Echando mano de las palabras del papa Francisco, invitó a los fieles a ir a «las periferias existenciales del pecado, del sufrimiento, de la injusticia, de la ignorancia e indiferencia religiosa y de todas las formas de miseria».

El religioso aseguró que en Cristo muerto y resucitado, el mundo ha llegado a su destino final, «ya han comenzado los cielos nuevos y la tierra nueva».

«A pesar de todas las miserias, las injusticias y la monstruosidad existentes sobre la tierra, con Cristo se ha abierto ya el orden definitivo del mundo. Lo que vemos con nuestros ojos puede sugerirnos otra cosa, pero el mal y la muerte han sido realmente derrotados», aseguró.

El predicador del papa agregó que con la resurrección la muerte ya no es un muro contra el que se estrella toda esperanza humana, «se ha convertido en un puente hacia la eternidad, un puente de los suspiros, tal vez, porque a nadie le gusta morir, pero un puente, no un abismo que todo lo traga».

Cantalamessa se mostró convencido de que la fe cristiana puede volver a Europa y a un mundo secularizado, debido -dijo- a que es la única que da una respuesta segura a los grandes interrogantes de la vida y la muerte.

La Liturgia del Viernes Santo es la única del año en la que no hay consagración, pero sí comunión. Durante la misma se leyeron todos los pasos del Evangelio.

Una cruz cubierta con una tela roja presidió la ceremonia, ante la que Francisco se tendió en el suelo y oró durante unos minutos.

Esta noche, Francisco se traslada al Coliseo de Roma para presidir el Vía Crucis en el lugar que simboliza el sufrimiento de los primeros cristianos. Juan Lara

Ciudad del Vaticano, 29 mar (EFE).- Jóvenes libaneses han escrito las meditaciones del Vía Crucis de este año, el primero del papa Francisco, en las que denuncian las injusticias de los poderosos, exigen libertad religiosa y piden a los cristianos que sigan en Tierra Santa, a pesar, incluso, de la persecuciones que sufren.

Las meditaciones que acompañan a las catorce estaciones del Vía Crucis, que discurrirá por el Coliseo y la colina del Palatino de Roma, han sido escritas bajo la dirección del cardenal Becharas Boutros Rai, patriarca de la Iglesia Maronita, y fueron solicitadas por Benedicto XVI tras el viaje que realizó a Líbano el pasado año.

En la estación «Jesús es condenado a muerte», los jóvenes denuncian que en el mundo actual muchos son los «pilatos» que tienen en las manos los resortes del poder y los usan «al servicio de los más fuertes» y muchos los que, «débiles y viles ante estas corrientes de poder, ponen su autoridad al servicio de la injusticia y pisotean la dignidad del hombre y su derecho a la vida».

«Señor, no permitas que nos incluyen entre los injustos. No permitas que los fuertes se complazcan en el mal, en la injusticia y en el despotismo. No permitas que la injusticia lleve a los inocentes a la desesperación y a la muerte. Ilumina la conciencia de aquellos que tienen autoridad en este mundo, de modo que gobiernen con justicia», escribieron.

También denuncian que en todas las épocas el hombre ha creído poder sustituir a Dios y se ha sentido omnipotente, capaz de excluir a Dios de su propia vida y de la de sus semejantes, en nombre de la razón, el poder o el dinero.

También hoy -subrayaron- «se pretende expulsar a Dios de la vida del mundo» y pusieron como ejemplo «el laicismo ciego que sofoca los valores de la fe y de la moral en nombre de una presunta defensa del hombre; o el fundamentalismo violento que toma como pretexto la defensa de los valores religiosos».

Los jóvenes libaneses piden a Dios por los pueblos «humillados y que sufren», especialmente los de Oriente Medio, y en esa línea exigen libertad religiosa e imploraron la unidad de los cristianos para anunciar juntos el Evangelio.

En una región donde los cristianos son una exigua minoría, frente al Islam mayoritario, imploraron al Señor en el texto que les dé fuerza para permanecer en sus países, a pesar, incluso, de las persecuciones que sufren.

Los jóvenes también analizan el terrorismo, el homicidio y el odio y señalan que «parece como si nada pudiera suprimir el mal en el mundo».

«Oremos por las víctimas de las guerras y la violencia que devastan en nuestro tiempo varios países de Oriente Medio, así como otras partes del mundo. Oremos para que los refugiados y los emigrantes forzosos puedan volver lo antes posible a sus casas y sus tierras», pidieron.

En esa línea abogan por un Oriente Medio más fraterno, pacífico y justo, que recupere el esplendor de su vocación de ser «cuna de la civilización y de los valores espirituales y humanos».

En las meditaciones piden que se proteja a las familias y se dignifique a los que sufren.

«Señor, tú nos enseñas que una persona herida y olvidada no pierde ni su valor ni su dignidad. Ayúdanos a lavar de su rostro las marcas de la pobreza y la injusticia, de modo que tu imagen se revele y resplandezca en ella», imploraron.

También tiene palabras de conforto para las mujeres heridas en su dignidad, «violentadas por las discriminaciones, la injusticia y el sufrimiento y piden a Cristo que sea el bálsamo de sus heridas.

Los jóvenes no olvidan a los muchachos que son víctimas de la droga, las sectas y las perversiones y piden, asimismo, «a los que promueven el aborto, que tomen conciencia de que el amor sólo puede ser fuente de vida».

Todos los años el papa encarga las meditaciones del Vía Crucis a personalidades de la Iglesia católica e, incluso, de otras religiones, entre ellos el patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I.

El Vía Crucis fue instaurado en 1741. En 1964 Pablo VI fue al Coliseo para presidir el rito y, desde entonces, todos los años acude el pontífice.

Como es tradición, varias familias, religiosos y jóvenes portarán la cruz durante el rito. Este año serán dos muchachos de Brasil, donde se celebrará la Jornada Mundial de la Juventud en julio próximo.

Ciudad del Vaticano, 29 mar (EFE).- El papa Francisco preside en la Basílica de San Pedro la Pasión de Cristo, la primera de su pontificado, que ha comenzado orando durante varios minutos tendido en el suelo.

Miles de personas, entre ellas el Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, asisten en el templo vaticano al rito del Viernes Santo, único día del año que no se oficia misa.

Tras la lectura de la Pasión de Cristo, el predicador de la Casa Pontificia, el franciscano capuchino Raniero Cantalamessa, pronunciará la homilía.

La Liturgia del Viernes Santo es la única del año en la que no hay consagración, pero sí comunión.

Una cruz cubierta con una tela roja, colocada en el altar mayor de la Basílica de San Pedro, preside la solemne ceremonia.

La Pasión de Cristo es cantada por tres diáconos, con la ayuda del Coro de la Capilla Sixtina.

El sillón del papa está colocado frente a la imagen de San Pedro, a pocos metros del Altar Mayor.

El papa es ayudado por los cardenales Kurt Koch y Giovanni Lajolo.

El templo está apenas iluminado, para simbolizar el clima de penitencia de la celebración.

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