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Turquía cierra su frontera con Siria pero permitirá la llegada de refugiados

Antioquía, 25 jul (EFE).- Turquía cerrará hoy todos sus pasos fronterizos con Siria ante el deterioro de la seguridad, aunque este cierre no afectará al flujo de refugiados sirios que huye del conflicto armado en el país árabe vecino.

El cierre de la frontera, confirmado hoy por el ministro de Economía, Zafer Çaglayan, se hará en los 13 pasos oficiales a lo largo de los 900 kilómetros de la frontera turco-siria, y llega tras los últimos combates entre rebeldes y soldados sirios en los que numerosos camiones turcos fueron destruidos.

La decisión afectará al tráfico ordinario, especialmente al comercial, pero no a los refugiados sirios, que entran y salen del país a través de rutas clandestinas.

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Çaglayan precisó, durante una intervención en la Cámara de Comercio de Ankara recogida por la agencia Anadolu, que los vehículos turcos no podrán entrar en Siria, pero que se permitirá la entrada de coches sirios para aprovisionarse y volver a su país, así como de quienes estén en tránsito por Turquía y se dirijan a terceros países.

Gran parte de los pasos fronterizos está ya en manos de las fuerzas rebeldes que se enfrentan al régimen sirio de Bachar al Asad, bien del Ejército Sirio Libre, compuesto por desertores, o bien de milicias kurdas.

Según el diario Hürriyet, sólo tres pasos seguían abiertos en la práctica al tráfico rodado y otros dos, que también se cerrarán durante el día permitían sólo el cruce de peatones.

El cierre de los pasos fronterizos no equivale a una prohibición de viajar a Siria, ya que los ciudadanos y camiones turcos podrán seguir entrando en el país árabe a través de terceros países.

El cruce de la frontera se ha hecho cada vez más peligroso para los camiones que transportan mercancías entre ambos países, ante el riesgo de que quedar atrapados en el fuego cruzado entre rebeldes y tropas regulares.

El comercio entre Turquía y Siria ha caído hasta los 337 millones de dólares en los primeros cinco meses del año, según el ministro Çaglayan, aunque un tercio de esta suma proviene de la exportación de electricidad hacia el país árabe.

Entre enero y mayo pasados, sólo 5.000 camiones han cruzado la frontera, frente a casi 37.000 en el mismo período del año pasado.

Ilya U. Topper

Antioquia (Turquía), 25 jul (EFE).- Un hospital clandestino con un centenar de camas donde se recuperan los guerrilleros sirios, un almacén con medicamentos que serán llevados de contrabando a Siria y una densa red de apoyos forman parte de la estructura paralela que los refugiados sirios están levantando en Turquía.

El motivo es el descontento de muchos refugiados sirios con los campamentos oficiales que les esperan en Turquía y donde la atención ha empeorado mucho en los últimos meses, según denuncian algunos.

«Los heridos que llegan desde Siria son acogidos siempre por ambulancias turcas y trasladados a un hospital turco, donde se les trata igual que si fueran ciudadanos turcos», reconoce en declaraciones a Efe Wasim Taha, dirigente en Turquía de la Unión de Organizaciones Médicas de Socorro de Siria (UOMSS).

«Pero el problema es que se les da de alta tras pocos días por la falta de espacio y necesitan más atención, reposo y rehabilitación», advierte el activista.

Los pacientes sirios reciben esta atención en un edificio de tres plantas en un pueblo de la provincia de Hatay, inaugurado anteayer.

Hasta entonces, se les acogía en casas privadas de la zona, y pese a su moderna estructura y la presencia de guardias jurados no tiene visto bueno de las autoridades turcas, aunque éstos «hacen la vista gorda», admite Taha.

El lugar acoge únicamente heridos del conflicto y la mayoría son hombres jóvenes, combatientes del Ejército Sirio Libre (ESL) o grupos rebeldes cercanos. Se recuperan aquí antes de regresar a Siria, sin pasar por el sistema de campos de refugiados.

Con los últimos avances del ESL, que ha conseguido controlar casi toda la frontera turco-siria en las zonas occidentales, cruzar al país vecino es mucho más fácil que antes.

Entre los heridos del hospital clandestino hay incluso pacientes de Hama, en el centro de Siria, y otros proceden de los últimos combates alrededor de Alepo o de Latakía.

Pero los caminos de contrabandistas por los que llegan refugiados y guerrilleros heridos también sirven en el sentido inverso: la UOMSS envía continuamente cargamentos de medicina y vendajes al interior de Siria, donde falta de todo.

Un almacén en el municipio de Reyhanli sirve para recoger donaciones llegados de diferentes países, y también de ONG turcas, y preparar maletines médicos y mochilas que luego viajarán a Hama, Alepo, Idlib y otras zonas de combate.

«Hasta ahora, numerosos activistas del ESL vivían en los campos de la provincia de Hatay y coordinaban desde aquí sus actividades, pero en el último mes Turquía ha vaciado tres de los cinco centros que hubo aquí y ha enviado a casi todos los residentes a un campamento de la provincia de Sanliurfa, a centenares de kilómetros al este», denuncia Yamil Saib, otro activista sirio.

De hecho, el campamento de Reyhanli, que durante casi un año acogía a varios miles de refugiados, está casi desmantelado, como pudo comprobar hoy Efe, y apenas queda una decena de refugiados y una tienda de campaña.

«El campo de Sanliurfa es espantoso: parece una cárcel, la gente no puede salir, no hay electricidad, están aislados y no pueden mantener contacto con sus familiares en Siria», cuenta Saib.

Según relata, las autoridades turcas han ofrecido a numerosos residentes de los campamentos de Hatay la opción de ser trasladados a Sanliurfa o de regresar a Siria, y si bien al principio todos elegían la primera opción, «ahora la gente prefiere volver a Siria que ir a aquel campamento», asegura.

Saib recuerda que la semana pasada hubo una revuelta de refugiados en un campamento de la provincia de Kilis, y el ejército turco acabó entrando en el recinto empleando granadas de humo, que dejaran varios heridos.

«Cómo puede ser que agredan a quienes han huido de la muerte y la represión en su país? Es inhumano», denuncia Saib.

Entre las quejas de los refugiados destaca la escasez de manutención.

«En Kilis no reciben raciones de comida sino una asignación de dinero para comprar alimentos, pero no alcanza para nada; la gente vive en condiciones infrahumanas», asegura el activista.

Ante este panorama, numerosos refugiados piden volver a Siria y entran de nuevo clandestinamente en Turquía, pero ésta vez sin acogerse a la ayuda oficial, sino hospedándose en casas particulares, lo que los convierte en inmigrantes ilegales.

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