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Isabel II y el Sinn Fein sellan la paz con un histórico apretón de manos

Belfast (R.Unido), 27 jun (EFE).- En un proceso de paz como el norirlandés, cargado de momentos históricos, el apretón de manos protagonizado hoy en Belfast por la reina Isabel II y el excomandante del IRA Martin McGuinness pasará a la posteridad como un acto clave para la reconciliación en la provincia británica.

Hasta en dos ocasiones, primero en privado y después en público, la monarca y el «número dos» del Sinn Fein, antiguo brazo político del ya inactivo Ejército Republicano Irlandés (IRA), estrecharon sus manos para dejar una instantánea difícil de imaginar hace apenas 15 años, tras la firma del acuerdo de paz del Viernes Santo.

En su visita a la región, la primera en una década, la reina ha podido comprobar que Irlanda del Norte es ahora un lugar muy diferente, como lo demuestra el hecho de que ha llegado a saludar, cara a cara, al representante de un partido político cuyo brazo paramilitar la tuvo en el punto de mira durante el pasado conflicto.

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A puerta cerrada, la monarca mantuvo un primer encuentro, de apenas cinco minutos, con McGuinness en el Teatro Lírico de la capital norirlandesa, en un evento organizado por la ONG «Co-operation Ireland», al que también asistieron el ministro principal norirlandés, el unionista Peter Robinson, y el presidente de la República de Irlanda, Michael D. Higgins.

Según un portavoz del Sinn Fein, el excomandante, adjunto ahora de Robinson en el Gobierno de poder compartido, recordó a Isabel II la importancia que tuvo su visita el pasado año a la República, a la que, no obstante, se opuso la formación republicana, que la consideró prematura.

En Dublín, destacó hoy el viceministro principal, la reina habló del sufrimiento causado a todas las víctimas del conflicto, incluidas aquellas provocadas por las fuerzas de seguridad norirlandesas y británicas y por los grupos paramilitares.

Aquellas palabras, para el Sinn Fein, representaron un gesto de reconciliación de una persona que sufrió en carne propia la pérdida de su primo Lord Mountbatten, el tío favorito del príncipe Carlos, en un atentado del IRA perpetrado en la República de Irlanda en 1979.

McGuinness, explicó el portavoz republicano, aseguró en privado a la reina que el encuentro entre ambos demuestra que la «construcción de la paz» requiere «liderazgos fuertes».

Después de la reunión a puerta cerrada, la comitiva recorrió las instalaciones del Teatro Lírico para visitar una exposición pictórica junto a Isabel II, que para la ocasión, eligió un abrigo, traje y sombrero verdes, el color de Irlanda, a juego con la corbata del líder republicano.

Ya en público, las cámaras de las cadenas de televisión presentes emitieron, con unos segundos de retraso en diferido, el segundo apretón de manos entre la soberana y McGuinness, sonrientes ambos.

El político republicano se dirigió a la reina en la lengua gaélica, símbolo distintivo de la comunidad católica norirlandesa, y le explicó que con sus palabras dijo «adiós y que Dios la acompañe».

La exitosa visita de Isabel II a Irlanda del Norte concluirá hoy con una fiesta multitudinaria en el castillo de Stormont, sede del Parlamento autónomo, a la que se espera que asistan unas 20.000 personas para celebrar sus 60 años en el trono, la mayoría norirlandeses unionistas.

Es una señal de que la sociedad norirlandesa no avanza al mismo ritmo que sus políticos, pues se mantiene muy dividida, pero el diálogo ha sustituido definitivamente a las armas, incluso en un contexto en el que un reducido número de disidentes republicanos se resiste a abandonar la violencia.

De hecho, la hostilidad de la comunidad nacionalista no ha alcanzado esta vez las cotas de anteriores visitas, aunque la indiferencia, y hasta cierta antipatía, hacia la soberana es todavía la norma.

Para no herir las sensibilidades de ambas comunidades, el centro de Belfast presentaba hoy un aspecto de total normalidad, en contrate con el de la pequeña localidad de Enniskillen, engalanada con banderas británicas para dar la bienvenida a la reina este martes a su llegada a la región.

Los exagerados despliegues de símbolos proirlandeses o probritánicos son cosa de los barrios de la capital, donde aún se recela del vecino.

Uno de los pocos altercados ocurridos durante la visita real se produjo en el oeste de Belfast, bastión del Sinn Fein, donde un centenar de jóvenes nacionalistas se enfrentaron la pasada noche a las fuerzas del orden, provocando heridas leves a varios agentes.

Al parecer, los disturbios comenzaron cuando grupos unionistas trataron de retirar una gran bandera irlandesa construida sobre el terreno de una visible colina cercana, junto a la que se podía leer la frase «Ériu es nuestra Reina», en referencia a una figura de la mitología celta.

Por Javier Aja

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