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La “primavera árabe” y el conflicto en Siria ponen a prueba a la Cruz Roja

Ginebra, 25 jun (EFE).- La «primavera árabe» y el conflicto en Siria han sido las grandes pruebas de fuego para el movimiento de la Cruz Roja en los últimos meses, un «periodo complejo y de crisis imprevistas» que ha obligado a «respuestas rápidas y eficaces».

Así lo describió el presidente del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), Jakob Kellenberger, en la presentación del informe anual de esta organización, en el que se destaca que los conflictos armados, la falta de alimentos, las sequías y las inundaciones pusieron a millones de personas en el mundo en una situación límite.

A eso hay que sumar los ataques sufridos por el personal y las instalaciones sanitarias en el marco de los conflictos, un problema humanitario que a menudo se ignora y que hace imprescindible que organizaciones como la Cruz Roja incrementen sus esfuerzos.

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Consecuencia de ese trabajo, explicó Kellenberger, es que 6,8 millones de personas (enfermos y heridos en conflicto) precisan hoy de la asistencia de Cruz Roja para recibir atención médica.

Con unos gastos de 1.000 millones de francos suizos (unos 860 millones de euros), la organización con sede en Ginebra desarrolló el año pasado programas de asistencia en 80 países, especialmente en el Congo, Costa de Marfil, Libia, Mali, Níger, Pakistán, Filipinas, Somalia, Sudán, Sudán del sur, Tailandia, Túnez y Yemen.

El CICR distribuyó comida a 4,9 millones de personas e incluyó a otras 3,8 millones en programas de producción alimentaria sostenible, ayudando a 22 millones (el doble que en 2010 y dos terceras partes mujeres y niños) a tener acceso hídrico y sanitario.

Además, visitó a 540.000 prisioneros en 1.869 centros de detención de 75 países, siendo Cuba una de las pocas excepciones en la que las autoridades no permiten el acceso de la Cruz Roja, una circunstancia que se mantiene invariable, declaró Kellenberger.

La conferencia de prensa del presidente del CICR, que está próximo a abandonar el cargo tras 12 años de gestión, estuvo centrada en la situación en Siria y en los problemas para acceder a la ciudad de Homs, donde miles de personas necesitan ayuda.

Kellenberger recordó que la Cruz Roja y la Media Luna Roja «son todavía la única organización internacional que trabaja sobre el terreno en relación con los combates» y descartó que sus trabajadores entren en Homs mientras no haya garantías de seguridad.

«Es necesario el acuerdo entre las partes en conflicto para poder hacer el trabajo», dijo Kellenberger, que subrayó que actualmente persiste «una preocupación clara sobre la seguridad».

«Para poder ir a un sitio en una situación como la actual, es importante tener un acuerdo sin ambigüedades entre las partes involucradas en la violencia, de todas ellas. Solo así se puede entrar y hacer el trabajo», manifestó Kellenberger.

El presidente del CICR explicó que la semana pasada se pudieron dar las circunstancias para entrar en Homs y asistir a los miles de civiles que necesitan ayuda humanitaria a consecuencia de los combates, pero agregó que en última instancia esa oportunidad se malogró por cuestiones concretas que no quiso precisar.

La Cruz Roja y la Media Luna Roja están en contacto tanto con el Gobierno de Damasco, como con la oposición, aunque con esta última, precisó Kellenberger, la relación «no es fácil, porque hay muchos grupos que la componen, lo que dificulta un diálogo estructurado».

En este sentido, confirmó que no han podido visitar los centros de internamiento de la oposición -donde la ONU sospecha que se están cometiendo graves violaciones de los derechos humanos-, en contraste con el visto bueno de Damasco para visitar sus cárceles.

En relación con Siria, Kellenberger rechazó hacer comparaciones con otros conflictos, pero lamentó que una vez más no se cumplan las leyes básicas del derecho internacional: «he visto demasiado, situaciones en las que los civiles son objetivo y víctima de la falta de esfuerzos para distinguir entre civiles y combatientes».

El movimiento de la Cruz Roja recibió recientemente el premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional, un galardón que Kellenberger acogió como un «reconocimiento y un honor para las sociedades nacionales y los voluntarios».

«Sé muy bien que es un premio de una gran importancia y reitero públicamente que es un gran honor», agregó.

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