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La Río+20 traza el rumbo hacia un mundo sostenible, menos pobre y más verde

Río de Janeiro, 22 jun (EFE).- La Cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la Río+20 concluyó hoy con la adopción de un documento en el que cerca de 190 países impulsan los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y la economía verde en el contexto de la lucha contra la pobreza.

El documento, titulado «El futuro que queremos», es producto de meses de negociación, primero en Nueva York y la última semana en Río de Janeiro, que sin embargo ha dejado insatisfechos a numerosos gobiernos y principalmente a las ONG que representan el amplio espectro de la sociedad civil.

La razón para el desencanto está en que para muchos se trata de un documento de mínimos que no responde al desafío mundial de meter bajo un mismo paraguas el crecimiento económico, la preservación del medio ambiente y la inclusión social.

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«Ponemos de relieve que la economía verde debería contribuir a la erradicación de la pobreza y el crecimiento económico sostenible», señala el texto, pero deja en el aire lo que ese concepto significa porque «cada país dispone de diferentes enfoques, visiones, modelos e instrumentos, en función de sus circunstancias y prioridades nacionales».

Sobre la arquitectura para avanzar hacia el desarrollo sostenible, el otro pilar del proceso de la Río+20, el documento exhorta a todos los países a que le den «prioridad» en la asignación de recursos.

Un comité intergubernamental integrado por 30 expertos de todas las regiones del mundo se encargará de definir hasta 2014 los medios de financiación para «la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible», una propuesta de Colombia inspirada en los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM).

Los ODS hablan de metas para asuntos vitales como el agua, la biodiversidad y la seguridad alimentaria, mientras que los ODM abordan el hambre, la pobreza, la educación y la salud.

La secretaria de Estado de EE.UU., Hillary Clinton, destacó en su discurso de hoy ante el plenario que el texto «contiene propuestas esenciales», pero que lo más importante es que introduce «una nueva forma de pensar» el futuro del mundo y su gente.

«Sabemos que no nos juzgarán por lo que digamos o por las buenas intenciones, sino por los resultados que conseguimos para la población actual y para las futuras generaciones. No podemos fracasar», subrayó Clinton.

Numerosas ONG que participaron en la Cumbre de los Pueblos, paralela a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible Río+20, han manifestado su decepción con el resultado de la reunión, a pesar del entusiasmo de la ONU y de Brasil, el país anfitrión.

«Los movimientos sociales esperábamos un documento mucho más audaz, más ambicioso», dijo al secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, la activista brasileña Iara Pietrovsky, integrante de una coalición de ONG que hoy le entregó las conclusiones de los debates en los miles de participantes en la Cumbre de los Pueblos.

El propio Ban llegó a reconocer el pasado miércoles, cuando se inauguró la cumbre, que algunos países y él mismo «esperaban un resultado más ambicioso» en el documento final, aunque después, en un discurso ante el plenario, destacó el «progreso significativo» en cuanto al desarrollo sostenible.

«El desarrollo sostenible es la única opción para la humanidad, para nuestro futuro compartido», dijo hoy el secretario general de la Río+20, Sha Zukang, en la clausura de la cumbre.

La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, destacó que en la cita se lanzaron «las bases de una agenda para el siglo XXI» y se crearon los Objetivos del Desarrollo Sostenible «para enfocar y orientar nuestras metas».

Los movimientos sociales reconocen que el proceso para establecer los ODS es uno de las pocos frentes en los que se avanzó, pero condenan con dureza la iniciativa de la economía verde como herramienta para el desarrollo sostenible porque la consideran una maniobra del capitalismo para «meter en el mercado los bienes comunes de la humanidad».

En la reunión de esta mañana, Ban pidió a las ONG que no rechacen la economía verde porque «no es una ideología».

La cumbre aprobó además la creación de un nuevo indicador de riqueza que no se base sólo en el producto interno bruto (PIB) sino que incluya también datos sociales y ambientales, así como el fortalecimiento del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

Jaime Ortega Carrascal

Río de Janeiro, 22 jun (EFE).- Los líderes mundiales concluyeron hoy la conferencia Río+20 con un tibio apoyo a la economía verde, que quedó en el tintero de las buenas intenciones, relegada por las urgencias de la crisis y dejada a la suerte de la iniciativa privada.

La declaración final reconoció la importancia de dar impulso a una economía respetuosa con el medio ambiente, pero postergó hasta 2014 la decisión de crear instrumentos financieros para apoyar la transición a ese modelo, lo que supuso una decepción para los ecologistas y los gobiernos que demandaban compromisos concretos.

Los países emergentes, aglutinados en el grupo G77, pretendían crear un fondo de 30.000 millones de dólares para financiar proyectos de desarrollo sostenible.

Esta propuesta corrió la suerte del resto de puntos polémicos y se eliminó del texto debido a la oposición de los países industrializados, que dan prioridad a la atención a la crisis económica.

El director de la ONG Ecologistas en Acción, Samuel Martín-Sosa, dijo a Efe que «el cierre en falso» de la Río+20 pone en evidencia «la falta de voluntad política» de los gobernantes que, según él, insisten en el «enfoque equivocado» de apostar todas las fichas al crecimiento económico.

«La receta que vuelve a ponerse en la mesa es más crecimiento económico. Creemos que hay una verdad incómoda que los líderes del mundo no quieren ver: no es posible que el crecimiento económico sea infinito porque el planeta es finito y tiene recursos limitados», afirmó el ecologista.

En la misma línea, la viceministra de Relaciones Exteriores de Venezuela, Claudia Salerno, dijo hoy en la plenaria de la Río+20 que los países desarrollados «no están dispuestos a impulsar las transformaciones necesarias porque sus economías no lo soportarían».

«No se puede mandar a la gente a consumir más para salvar a las economías», sostuvo la jefa de la delegación venezolana.

La economía verde encontró incontables detractores entre los movimientos sociales que se congregaron en la Cumbre de los Pueblos para denunciar que detrás de ese concepto se esconde el «viejo capitalismo» que quiere hacer negocio con los recursos naturales.

La secretaria de Estado de EE.UU., Hillary Clinton, reconoció hoy que «los gobiernos solos no pueden solucionar el problema» del cambio climático y trasladó parte de la responsabilidad a las empresas y a la sociedad civil.

El sector privado y las universidades han sido responsables de gran parte de los 692 proyectos de desarrollo sostenible anunciados durante la conferencia, que contemplan áreas como energía, medio ambiente y prevención de desastres y suman inversiones de 513.000 millones de dólares, según un recuento anunciado hoy por la ONU.

El presidente del Foro Soria 21 de Desarrollo Sostenible, Amalio de Marichalar, explicó a Efe que si no fuese por la iniciativa de las empresas y de la sociedad civil, el problema del cambio climático continuaría estancado «en la discusión de cuestiones teóricas».

Quienes sí dieron el paso de las palabras a los hechos fueron los alcaldes de las mayores ciudades del planeta, reunidas en la red C40, que anunciaron metas ambiciosas de reducción de emisiones de gases contaminantes durante un foro paralelo a la Río+20 celebrado esta semana.

Los alcaldes de estas 59 ciudades, cuya población suma 544 millones de personas, prometieron que cortarán las emisiones en 1.300 toneladas de dióxido de carbono hasta 2030, lo que supone cerca de un 60 por ciento de la cifra actual.

En la plenaria de la Río+20 los gobernantes demostraron que solo coinciden en los puntos mínimos recogidos en la declaración de Río, mientras que las grandes cuestiones los separan.

Varios de los líderes de los países más poblados del mundo, entre ellos potencias emergentes como China, Brasil o Rusia, subrayaron que cada país debe marcarse sus propios objetivos y utilizar sus propias herramientas para adaptarse a la economía verde sin renunciar a su desarrollo.

Esta postura fue totalmente opuesta al espíritu de la Cumbre de la Tierra de 1992, cuyo vigésimo aniversario celebra la Río+20 y de la que nacieron tres convenciones internacionales.

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