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Las esperanzas frustradas de los niños en China

Educación. En Pekín, los padres migrantes protestan para que sus hijos tengan igualdad de derechos en la educación

Jordan Pouille/ METRO WORLD NEWS CHINA

Todos los últimos jueves de cada mes, cientos de padres se reúnen  a las puertas del Departamento de Reclamaciones de en el Ministerio de Educación de Pekín. No se escuchan consignas ni se ven pancartas. Como siempre, la Policía filma a cada protestante. Finalmente, le piden a los protestantes que despejen la zona. 

Desde hace tres años, padres y madres de familia exigen reunirse con oficiales de alto rango, pero ha sido inútil. Al igual que siete millones de personas en Pekín, un tercio de la población de la capital China, ellos son trabajadores migrantes que se han trasladado a la capital para trabajar y levantar a sus familias. Los tratan como forasteros y sus hijos no pueden asistir a escuelas locales ni presentar exámenes en la ciudad. Esta es la primordial discriminación a la que se enfrentan por causa del  ‘Hukou’, un sistema milenario que consiste en el registro de los hogares familiares. 

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“Ya tenemos 11 mil firmas, más 87 mil personas que se han unido a nuestro grupo en internet anónimamente”, dijo Madam Yang de la provincia Shanxi del norte de China, quien trabaja como empleada doméstica para una familia rica en Pekín. “Mi marido y yo hemos estado trabajando duro para comprar un pequeño apartamento. Estamos orgullosos de pagar nuestros impuestos, pero aún nos sentimos como ciudadanos de segunda clase. Nuestro hijo no tiene derecho a disfrutar de los servicios públicos básicos, como ir a la escuela”. La familia Yang no tiene derecho a la salud pública ni tampoco al seguro por desempleo. 

El mes pasado, China implantó una nueva ley que prohíbe las restricciones del sistema ‘Hukou’ en las ciudades medianas; sin embargo, esta iniciativa no está vigente en ciudades como Pekín o Shanghái. 

Sin acceso legal a las escuelas en las ciudades, ¿a dónde van a parar estos niños? “Las donaciones pueden cambiar muchas cosas”, dijo anónimamente una madre de gemelos, de 42 años, de la provincia de Sichuan. “Después de negociar, el rector me sugirió que además de la mensualidad, aportara una donación. Dijo que la escuela compraría tres televisores con mi dinero”. Ella le entregó 200 yuanes (€2.400), lo que equivale a siete meses de su salario. 

Los padres que no pueden pagar mucho, y que no regresan con sus hijos a sus lugares de origen, no tienen otra solución que la de depender de escuelas en mal estado subsidiadas con escasos recursos, las cuales ofrecen un nivel de educación muy bajo y cuyas instalaciones se encuentran en mal estado. El año pasado, 23 de éstas se cerraron en Pekín por motivos de seguridad.

Además, los hijos de padres migrantes tendrán que hacer frente a otra dificultad adicional antes de entrar a la universidad: el ‘gaokao’, un examen de admisión para la educación superior. “Si mi hijo, que ha trabajado tan duro, quiere entrar a una prestigiosa universidad como Tsinghua, debe volver a nuestra aldea Henan para asistir a su ‘gaokao’ y allí todos los alumnos son temibles competidores”, expresó Madam Yang. A cada una de las 34 provincias en China se le otorga un determinado número de cupos de acceso a las mejores universidades. 

PUBLIMETRO observó, en sus viajes a los lugares más remotos de la China, que no es raro ver a los adolescentes que cursan la  secundaría en las zonas rurales estudiar siete días a la semana, ¡desde las 8:00 a.m. hasta las 10:00 p.m.!

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