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Pékerman

De pronto al leer usted esta columna, el futuro de José Néstor Pékerman ya esté decidido. Dicen que no va a seguir y su destino está como mánager de las selecciones argentinas, otra corriente está del lado de la incertidumbre y afirma que aún quedan opciones para seguir al frente de la selección Colombia. El hecho es que ya bajó la emoción, la tusa y todo lo que conllevó la participación de Colombia en el Mundial de Rusia. Es momento de balances que van más allá de los números, pero van de la mano de las situaciones que se siguen presentando dentro del marco de todo este torbellino que es nuestra selección de fútbol.

Quite usted el gol agónico y lleno de emoción de Yerry Mina. Imagine usted que el partido terminó en los 90 minutos y nos sacaron con el penal de Kane. Recuerde usted lo que sentía, lo que veía.  La cosa era clara: Colombia tuvo fútbol con qué ganarles en los 90 minutos a los ingleses. Poro a poro, a pesar de no contar con James, había con qué mirar a la cara al rival, con qué tomarle el balón, defenderse con él y atacar. El profesor salió con tres volantes de marca, uno de ellos Lerma, casi debutante y con pocas charreteras para encarar este tipo de retos. En la banca quedó Matheus Uribe, quedó Luis Muriel. Durante gran parte del partido se resignó el equilibrio, el cambio de ritmo, la dinámica, juego por las bandas y ¡tener el balón! En lugar de eso, solo el profe lo sabrá, durante 70 minutos se le dio el balón a un rival que no lo quería. Colombia entregó la iniciativa, la opción de hacer daño y se volvió pequeño ante un rival que no era tan grande en el 11 vs. 11.

Bajo el embrujo del inolvidable gol de Mina, bajo el reconocimiento a jugadores que no se guardaron nada y bajo el drama de lo que fue el partido y este Mundial, usted, yo, miles, la prensa, el común, no podemos evitar sentir esa espina trancada en la mitad del corazón futbolero que nos dice: éramos más que ellos, teníamos más fútbol y salimos con un planteamiento que no era… Pero bien, todo eso hace parte del “hubiera sido”. Es historia, hay que pasar la página. De acuerdo y lo he escrito en redes, pero el asunto es que ya es hora de definir nuestro futuro. Alemania, a las 48 horas de su eliminación, ya había establecido qué iba a ocurrir con su cuerpo técnico y planificaba el cuatrienio para ganar en Catar. Nosotros nos quedamos lamiendo nuestras heridas, echándole la culpa al árbitro, diciendo que “sí era gol de Bacca” y recogiendo firmas ridículas para ver si repetían el partido. Las bobadas tan nuestras…

Rusia 2018 fue un Mundial emocionante para Colombia, pero retrocedimos. De un quinto lugar pasamos a un noveno. Sí, es verdad que antes perdíamos siempre, que hay que agradecer, que hay que valorar, pero parte del crecimiento es eso… ¡crecer!, ¡superar lo anterior! Y en esta ocasión no lo logramos. Nuestro fútbol, gracias en gran parte al profesor Pékerman, tiene un reconocimiento mundial, ya no vamos a las grandes citas a “participar”, vamos a ganar y esa debe ser la meta: ganar. Ese debe ser el reto colombiano. Excelencia con la mira puesta en los títulos. Para participar: Panamá, Bolivia, Gales, Vietnam y demás nobles naciones.

La cosa empezó chueca desde la elección de la nómina. Se queda por fuera Edwin Cardona, jugador de gran valía en la eliminatoria. Sí, tuvo líos con viejas, se burló de los coreanos y no tuvo un gran semestre en Boca. Pero Edwin tenía que ir y las circunstancias de este Mundial para Colombia demostraron que era necesario.

Ya dentro de la misma convocatoria fueron jugadores a debutar oficialmente con la camiseta nacional a un Mundial. Caso Izquierdo, caso Lerma. El profe se la jugó con ellos. Es su derecho, pero en el marco de ese derecho, ni Lerma cumplió e Izquierdo tuvo una palomita que no da para mayor cosa.

Y llega el tema que más me tiene asombrado. Colombia llevó a Rusia un hospital. Abel Aguilar en plenitud de condiciones no debía ir al Mundial; ahora lesionado, menos. Un cupo perdido. Borja estaba lesionado. A James la lesión le pasó de una pierna a la otra. Y ahora se dice que también Izquierdo estaba tocado. ¿Dónde estaban los seguimientos médicos, las evaluaciones, las charlas con los clubes? Y ni hablar del manejo de la lesión de James, otra novela.

Y así como siento que Colombia con lo justo, sin su 10, con lesionados, con tufillo a improvisación, con errores desde el planteamiento táctico (también pasó ante Brasil en 2014: miedo), sostuvo este Mundial a punta de la entrega de los jugadores, de un partidazo que sí es del profe ante Polonia y el consabido “se pudo dar más”… José Néstor Pékerman tiene su nombre en letras doradas grabado en la historia del fútbol de nuestro país. El agradecimiento es eterno. Tras la generación de los noventa que nos sacó del ostracismo, Pékerman nos puso en la élite, nos sacó de la pobreza y nos dio estatus. Repito: agradecimiento eterno. Pero en la vida hay que saber irse, oler cuándo irse, y es hora. Ciclo cumplido, se iría con la cabeza en alto y la misión cumplida.

Muchos no agradecen ir a dos mundiales, hay que agradecerlo, pero ya son pasos dados, ahora a los mundiales hay que ir a pelearlos, ya hemos transitado un camino que así lo indica. Y ni hablar de las Copas Américas en las que hemos ido a “participar”, hay que ir a ganarlas.

Hay cosas que van más allá de los números, en el fútbol eso aplica mucho, y hoy el sentido indica: ¡muchas gracias, Pékerman, por todo y por tanto, pero es momento de decir adiós, profe!

Fue una bella época, queda la enseñanza y hay que seguir adelante.

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