Columnas

El profeta

Sergio Fajardo perdió en Medellín, ciudad que gobernó en la década pasada, pero supo vencer en Bogotá a Gustavo Petro, exalcalde de la capital, jugando de visitante. Lo obvio sería decir que, en el caso de ambos, nadie es profeta en su tierra.

En el caso de Fajardo, el rol de profeta le quedó muy bien en estas elecciones porque lo que empezó como una empresa incierta terminó siendo una fuerza ciudadana importante, al punto que casi se mete en segunda vuelta contra Duque. Cual mesías, el antioqueño fue creciendo en carisma y seguidores.

Y no es que sea perfecto –¿qué candidato lo es–, pero se antojaba como el menos malo, el más moderado, una cara nueva a pesar de su experiencia. Nunca sabremos qué habría sido del país de haber quedado presidente, pero la sensación es que, al igual que en 2010 con Mockus, con Fajardo perdimos la oportunidad de probar una nueva receta a ver si nos iba mejor de lo que nos ha ido hasta ahora.

Lo curioso es que no voté por él. El domingo me desperté convencido de mi voto, pero camino a la urna me entró la pensadera que nos posee cuando estamos nerviosos. Fue llegar a la urna y ver su foto con la intención de tacharla, pero la mano decidió irse a otro lado, como si tuviera vida propia. Habrá quien me reclame y me diga que me equivoqué, pero lo cierto es que lo único que hice fue ejercer mi derecho al voto y elegir al que en ese momento de soledad en el cubículo consideré como mejor opción.

El tema es que no le creí. No a sus propuestas, sino a que fuera a llegar, por eso temí perder mi voto. Ya ve usted que creo menos en las encuestas que en nuestro sistema electoral, y sin embargo esta vez, con manipulación de votos o sin ella, fueron más bien exactas. Con un poco más de fe y la adhesión de De la Calle, lo tendríamos aún en carrera. Y llámenme pesimista, pero de ser así, creo que habría perdido de lejos con Duque, que ni idea por qué sacó tantos votos.

Fajardo ya anunció que no volverá a lanzarse a un cargo de elección popular, y es respetable, pero si algún día cambia de opinión, decide lanzarse y tengo la oportunidad de votar por él, desde ya le digo que cuenta con mi voto. Aunque viendo el quiebre que sufrí el domingo, no se lo puedo asegurar.

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