Columnas

Hacer las cosas bien

Hacer las cosas bien, simplemente bien, ¡no sirve de nada! Al menos no si lo que se quiere es tener éxito y marcar la diferencia; y no sirve de nada porque hacer las cosas bien no requiere mayor esfuerzo, de hecho debería ser un requerimiento básico ante cualquier situación en donde, por sentido común (bueno, tal vez acá es donde empieza a fallar todo), se busca cumplir con lo básico.

Si mi trabajo es hacer tintos o pintar paredes, por ejemplo, y lo único que hago es un buen café o pintar adecuadamente, estaré haciendo las cosas bien, sin duda, pero no será nada más que el hecho de cumplir con lo mínimo esperado y lo básico de lo que puedo llegar a dar y ser.

Siempre podemos dar un poquito más de lo que creemos, de lo que tenemos y de lo que somos, y solo cuando logramos hacer eso y lo convertimos en una constante en nuestras vidas es que realmente estamos construyendo un camino sólido hacia el éxito, el progreso y la plenitud en nuestras vidas. Siempre podemos ser un poco más amables, un poco más generosos, un poco más cariñosos con quienes nos rodean; siempre podemos ser un poco más metódicos, efectivos, dedicados o eficientes en nuestro trabajo y, de esa manera, no solo motivar a otros con el ejemplo, sino que de seguro estamos ayudando a las personas que se relacionan con nuestra actividad; siempre podemos ser un mejor ciudadano, mejor vecino, mejor amigo, mejor padre, mejor pareja, mejor trabajador… mejor ser humano.

Pero para eso, lo primero es entender que hacer las cosas bien no basta, es tan solo el requerimiento básico y fundamental, mas no una estrategia efectiva para poder lograr algo realmente significativo en la vida. No podemos acostumbrarnos a dar lo básico, a cumplir con el mínimo vital porque corremos el riesgo de acostumbrarnos a no hacer más, a no dar más y, peor aún, a no querer recibir más. Y una vez caemos en ese escenario, nos convertimos en presa fácil de la costumbre y de la mediocridad, y una muy peligrosa porque cree estar justificada en la comodidad de estar cumpliendo porque se están haciendo las cosas bien.

El éxito se deriva de ser diferente y, luego, de estar dispuesto a seguir cambiando. Es por esta razón que debemos dejar de lado la idea de que hacer las cosas bien es suficiente, tenemos que hacer las cosas mejor que bien, dar un poquito más cada día, solo así estaremos seguros de que no seremos presa de la monotonía y de la mediocridad, aprenderemos a expandir nuestros límites entendiendo que tenemos más capacidades de las que nosotros mismos habríamos imaginado; pero además –y tal vez mucho más importante–, nos estaremos asegurando de dejar huella y aportar desde nuestra cotidianidad a que todo lo que vemos y vivimos sea mejor.

Síguenos enGoogle News

Contenido Patrocinado

Lo Último