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Orgullo

Hay que irse arriba para pensar en ganar. La dupla Farah-Cabal ha hecho eso desde que se pusieron a trabajar juntos y es entender que si se trabaja con un amigo, de golpe es mucho más sencillo escalar montañas, y su subcampeonato en Australia apoya esa teoría.

Ellos son una de las “parejas más estables” en el deporte colombiano. Porque ojo que también hay que saber establecer esa confraternidad con el otro para que todo salga bien: es cierto que al que conocemos de memoria no tenemos que esperarle una señal o un silbido como para estar atentos, sino todo lo contrario; esa bendita costumbre de haber gastado horas al lado termina siendo la herramienta básica de comprensión y en eso Cabal y Farah están más que sobrados de lote.

Hasta ahí todo perfecto; hasta ahí todo muy enarbolado en la épica de los deportistas y de su camino hacia un lugar recóndito en el que nadie nunca había estado hasta que las elucubraciones de prensa terminaron conspirando desde antes con un resultado que ya parecía ganador: que si era meritorio en dobles estar allí, que si esa categoría del tenis era lo suficientemente digna como para destacar a los que cruzaron esa línea… Ahí la única reacción válida es la de meterse las manos en los bolsillos y encogerse de hombros ante lo inexplicable. Porque no se peca de patriotero si se ensalza a una persona ganadora ni mucho menos. Se les está reconociendo, a Cabal y Farah, lo que con justicia obtuvieron. Nada más que eso.

No es un error resaltar un triunfo como el de Cabal y Farah. No es patriotero hacerlo. ¿Por qué? No atenta contra el oficio periodístico, no es dañino y además hace justicia con quien se empeñó en vencer. No se está exagerando una gesta deportiva tampoco… es decir, ¿qué hacemos?, ganaron y merecen su despliegue, el mismo que han tenido otros deportistas de este país que un día dieron el paso y la rompieron: desde María Isabel Urrutia hasta Víctor Mora. Más tinta se gastó en la llegada de Yerry Mina al Barcelona y nadie brincó hablando de que de pronto algo estaba exagerando la prensa con el defensa central.

PD: el Hay Festival es de esos eventos a los que dará siempre gusto ir por la cantidad de opciones que existen para entender el mundo a partir de las letras y de los que las escriben. Esta edición, sin embargo, merece una crítica constructiva: en su programación no incluyó nada sobre deporte. Absolutamente nada. El año que viene ojalá le den de nuevo un espacio.

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