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El mes más raro

Siempre hemos creído que noviembre es un mes raro, como tibio. Atravesado ahí entre octubre y diciembre, no tiene nada especial, no es Halloween ni Navidad. Antes, además de un par de puentes, contaba con el reinado nacional de la belleza, pero lo corrieron para marzo para que coincidiera con el calendario internacional. Así, noviembre se quedó sin excusa para festejar.

Pero si miramos bien, el raro es diciembre. A diciembre lo usamos como excusa para hacer lo que más nos gusta: trabajar a media marcha, gastar plata, comer y beber sin control e irnos de viaje. Llega el último mes del año y todos nos volvemos empleados públicos. Ya no se pasan proyecto ni se hacen negocios, ni se contrata gente. Todo se aplaza para enero con la excusa de que es un nuevo comienzo y le vamos a dar con toda, pero luego llega enero y la pila de tareas por cumplir es tan alta que no dan ganas de nada. No sé ustedes, pero yo nunca llego recargado en enero, al revés, me pongo más perezoso que nunca, apenas por ahí en marzo me empiezo a reactivar.

Es curioso la capacidad que tenemos para alargar la fiesta. Halloween es un solo día, 31 de octubre, pero hay gente que se disfraza tres fines de semana consecutivos. Lo mismo pasa con Navidad y Año nuevo, que también son dos fechas concretas, 24 y 31 de diciembre, pero que mezcladas empezamos a celebrarlas el 1 de noviembre con la decoración navideña de los centros comerciales, la venta de arbolitos y luces, y no paramos sino hasta el puente de reyes, casi a mediados de enero. En Barranquilla alargan el asunto hasta carnavales, por allá a finales de febrero, pero es que la costa atlántica no es una región, es otra forma de asumir la vida.

Y no es que en Navidad seamos mejores personas con los demás y nosotros mismos, eso es puro maquillaje, la realidad es que usamos lo que sea de excusa para no hacer gran cosa. Ocurre cuando juega la selección Colombia, o hay un puente, o un reinado, o lo que sea. Razones para no trabajar siempre vamos a tener, y eso también fomenta el subdesarrollo, que no toda la culpa es de la corrupción.

Con esto no digo que no celebremos, que no descansemos ni demos regalos, que no comamos y bebamos de más, lo que se me ocurre es que podríamos ser más eficientes y responsables el resto del año para así merecernos el descanso de diciembre, porque la verdad, hasta ahora, no nos lo hemos ganado. El país no avanza mucho, y eso que trabajamos como burros, no solo por la cantidad de horas, sino porque lo hacemos con poca inteligencia. Vean que en Colombia muchos arrancan a las 7 a.m., o antes, muchas veces son las nueve de la noche y no han vuelto a casa, y ni así nos desmarcamos del tercer mundo.

Queda decir que tampoco se dé látigo si sube de peso. No suba memes y gifs a internet llorando por el asunto. Coma y tome, que para eso sí somos buenos, pero no se deje ir. Esto es que, si sube un par de kilos, tres, hasta cinco, es entendible. Más que eso ya es un abuso. Tranquilo, que ya llega enero, y con él, los propósitos de adelgazar, ver más a su familia, dejar de fumar, volverse rico, ir a Rusia y todo lo demás. Seguro que esta vez, cual político en año electoral, sí cumple todas sus promesas.

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