“¡Sinvergüenza, sinvergüenza, pídale excusas a nuestra ciudad!”, vocifera a los cuatro vientos y ante todos los medios de comunicación el alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, al enterarse de que el rapero Wiz Khalifa visitó la tumba de Pablo Escobar y el edificio Mónaco, lugar en donde vivió el traqueto paisa. Al mismo tiempo, desde las profundidades de los mil infiernos, mientras que Satanás le introduce la dosis número 10 de piñas por el trasero como uno de sus castigos diarios por los pecados cometidos en la tierra, Pablo Escobar Gaviria se ríe a mandíbula batida. El tipo en cuestión se mofa de cómo se maneja su memoria, se burla sin piedad de la ridiculez y de cómo esa “sinvergüenzada” de situación cae en la montañerada mayor (con el debido perdón y respeto por nosotros, los montañeros) que nace desde el alcalde de este contaminado Valle de Aburrá.
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Y esta columna no es para hacerle apología a Pablo Escobar. Quiero dejar muy pero muy en claro que ese personaje me parece una de las piltrafas humanas más asquerosas que nos ha tocado padecer. Incluso lo padecí cuando por poco me atrapa la onda explosiva de una de las bombas que el traqueto puso en Bogotá. Tengo cero permisividad con esos discursos que dicen que fue un ‘Robin Hood’, que ayudó y ayudó y que era ‘el elegido’ para cambiar el statu quo político de nuestro país, podrido igual o peor que Pablito. No, lo tengo claro: es el peor delincuente que ha parido Colombia y uno de los más malos del planeta. Y esta, mi ciudad, Medellín, sufrió como ningún otro escenario su maldad. Y hoy, cada vez que usted vive esta Medellín y la respira (hágalo con prudencia por el tema contaminación), usted encuentra ‘legados’ y consecuencias de ese inmenso mal que dejó Escobar.
Pero algo es claro, y es que han pasado 23 años de su muerte y la figura de Pablo Escobar es algo que atrae en esta ciudad. Atrae al extranjero, al tipo que quiere conocer lo que pasó en la década de los ochenta y parte de la de los noventa. Y esa curiosidad es válida, ¿por qué no? Veámoslo desde la óptica histórica. Escobar es una figura que hace parte de la historia de esta ciudad, y un extranjero o un nacional que llega y quiere conocer sobre el tipo está en todo su absoluto derecho.
Con el debido respeto por el señor alcalde, decirle sinvergüenza y exigirle excusas a cualquier famoso, medio famoso o no famoso que vaya a la tumba de Escobar o a su edificio a tomarse una foto me parece un tanto ridículo, sobreactuado y hasta inmaduro.
A los medellinenses nos gusta que nos digan siempre lo bueno, que nos llenen de halagos, que nos digan que lo nuestro es lo máximo, que nuestra ciudad es un paraíso, que somos lo mejor del país, y en eso hay soberbia. Acá hay muchas cosas buenas, sí, y muchas por mejorar y otras que deben ser motivo de seria crítica.
Y eso, acá, siempre ha dado rabia. El caso Pablo Escobar es parte de esta ciudad. Esa tesis del olvido, del “esto nunca pasó”, de barrer y esconder debajo del tapete para que la visita no vea la suciedad, es, por demás, una actitud mediocre, de mente corta y penosa. Eso para mí sí es actuar sin vergüenza, ateniéndome a uno de los significados que le da la RAE a esta palabra: “Turbación del ánimo causada por timidez o encogimiento y que frecuentemente supone un freno para actuar o expresarse”.
Creo que acá el problema no es el qué (visitar los sitios de Pablo Escobar). Acá el verdadero problema es el cómo. ¿Quién organiza los ‘famosos’ recorridos en honor al capo? ¿Qué discurso hay detrás del tour? ¿Qué dicen? ¿Hay una apología a la imagen del capo? ¿Buscan con ello que lo que el traqueto asesino hizo sea un ejemplo, sea un motivo de orgullo?
Eso es lo que hay que evaluar, y si la cosa transcurre por un discurso incorrecto, le corresponde a la institucionalidad –en este caso a la Alcaldía de Medellín– tomar el problema con inteligencia y autoridad. Y cuando digo inteligencia y autoridad no es saliendo a los micrófonos a exigir que la gente se disculpe por tomar un taxi, ir al cementerio y tomarse una foto en la tumba del capo. No, acá lo que debería hacer la Alcaldía es asumir el discurso de lo que fue Pablo Escobar, crear un museo (el Museo Casa de la Memoria es fantástico, por ejemplo), generar un discurso de lo que fue esa época, de la oscuridad violenta que vivió y sigue viviendo esta tierra por cuenta de Escobar y sus acciones; visibilizar a las víctimas, sus testimonios, casos, las imágenes duras y/o crudas por cuenta de esa violencia y dejar en el turista, ávido por conocer la historia, un mensaje claro: este era Pablo Escobar, acá nació, acá creó su imperio del mal, esto nos hizo, esto nos dolió, esto lo queremos compartir para que JAMÁS SE REPITA.
Creo que no estoy desfasado. Miren estos casos de países y ciudades con sociedades altamente desarrolladas que vivieron atrocidades:
- Chicago: padeció al peor de los bandidos y mafiosos norteamericanos, nada más y nada menos que el señor Al Capone. Mató y mató y su legado sigue generando problemas en esa ciudad. Allá, con el permiso y supervisión de las autoridades, hay más de 10 tipos de recorridos, museos y lugares para conocer quién fue, qué pasó y qué hizo Capone. Incluso, abro comillas, lo ofrecen así: “Otro punto que merece una parada es el de las instalaciones del Cementerio Católico de Monte Carmelo, donde descansan los restos de famosos gangsters, entre ellos los Genna Brothers, O’Banion y el propio Al Capone”. Allá lo hacen, no hay que pedir excusas por hacerlo y manejan el término “conocer la historia” con altura. Ojo a https://gangstertour.com/ y https://chicagocrimetours.com/#tours
- Auschwitz: el infierno en la Tierra que armó Hitler en la Segunda Guerra Mundial. En ese campo de concentración murieron miles de maneras atroces. Hoy, la misma ciudad polaca avala y organiza un recorrido por el museo que ellos mismos crearon y por todo el campo de concentración. Es algo solemne, allá no va la gente a tomarse selfies con sonrisas (de nuevo voy al qué y al cómo): cuentan todo y muestran todo. Hay momentos en que rompe el alma pensar en lo que allí sucedió. Ojo a http://auschwitz.org/en/visiting/
La Alcaldía debe asumir el discurso de lo que fue Escobar para esta ciudad, así como lo hacen con sus tragedias las grandes ciudades del mundo. Salir a quejarse, pedir que se excusen y dar esa imagen denota que aún nos falta mucho y que hay un desfase en el discurso.
Y entre tanto Pablo Emilio, desde los infiernos, se sigue burlando. Mal que bien, sigue haciendo daño.
*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.