«La ciudad y las fieras», rap para combatir la violencia en Colombia.
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El director colombiano Henry Rincón ha presentado hoy en Málaga «La ciudad y las fieras». Un tremendo zarpazo a la realidad del país cargado con los iones positivos de una juventud que no se deja vencer; un relato musical a ritmo de rap que se rinde a la nostalgia de las canciones de amor de un abuelo.
«Es una película que invita a la reflexión, una película incómoda que habla directo y de frente sobre lo que nos sucede como sociedad» pero que también bucea en los individuos «cuando se sienten cercados por la soledad». Explica el director vía satélite, conectado junto a la productora de la cinta, Ana María Mayo, y el actor principal, Bryan Córdoba.
Pero la cinta, a competición en la Sección Oficial del Festival, también habla de la familia, de la amistad, de la orfandad, de la muerte; «La ciudad y las fieras», señala Rincón, es un modo limpio de «remover las entrañas que busca confrontarnos con lo que somos».
En la película, el espectador conoce a Tato (Córdoba) el día que ha perdido a su madre; su mundo ahora es el rap, que le ayuda a exorcizar el dolor, y sus amigos, Pitu, un negro un poco mayor que él, y la Crespa, algo más pequeña.
Juntos intentan resistir y encontrar una alternativa distinta a la violencia de su barrio, participando en batallas callejeras de improvisación musical.
Tras un altercado con pandilleros de su barrio, Tato debe huir, y a pesar de sus reticencias, finalmente acepta la opción de irse a vivir con Octavio, su abuelo, un floricultor al que no conoce, y que le arrulla todo el día con viejas canciones de amor nostálgico.
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«La ciudad y las fieras», rap para combatir la violencia en Colombia
El colombiano Henry Rincón junta aquí dos generaciones, dos modos de vida y una continua sensación de pérdida, de «nostalgia», dice desde su casa en Colombia, «de muerte y soledad», que marcan la vida de este joven y su lucha por sobrevivir y encontrar su propia identidad.
Rincón ha mezclado datos autobiográficos, suyos y de su abuelo, y ha trabajado con actores naturales a los que no facilitaba el guion completo nunca para lograr la máxima espontaneidad.
«Octavio Orozco Zapata es uno de nuestros tesoros, lo traigo a la cinta desde mi abuelo; de hecho -dice el director-, es una conversación pendiente que yo tenía con él: nos une el amor, la familia, la identidad, el origen».
«La película tiene muchas aristas. Confronta un mundo tan oscuro y con tanto en contra con un muchacho que decide escapar de la violencia e irse con su abuelo a vivir al campo, a lo original, a la familia», resume el director.