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Un vistazo dentro de la mente surrealista de Etgar Keret

– Hablamos con el escritor hebreo a su paso por nuestro país, el cual visitó a propósito del Hay Festival para promocionar sus obras más recientes. – Keret es considerado una de las plumas más relevantes de su generación en Israel.

Comencemos por Fly Already: stories (2018), uno de sus libros más recientes. ¿Cuál era el tema central que unifica lo que quería compartirnos en estos cuentos?

Creo que mis historias están situadas en tiempos y escenas específicas, por ejemplo, De repente un toquido en la puerta (Suddendly a Knock on the door, 2010) llegó cuando me convertí en padre. Son libros que relaciono con incidentes particulares, y este se relaciona con un accidente automovilístico bastante delicado que tuve en Estados Unidos, en Boston. El conductor del auto donde iba chocó con otro carro como a 130 kilómetros por hora, fue un accidente muy grave. La ventana se quebró y estábamos cubiertos en vidrio, los airbags se activaron. Me rompí las costillas, a pesar de tener puesto el cinturón de seguridad. Eso fue algo que no noté en el momento porque todo me dolía mucho. En ese momento pensé que moriría y que esos serían mis últimos momentos de vida. Esas son cosas que uno lleva a su escritura, porque son instantes donde ves tu vida desde afuera. Creo que cuando estaba en este carro, pensando que moriría y no vería más a mi familia pensé que estaba muy agradecido con mi vida, algo frustrado con lo corta que habría sido, pero sentí que estaba feliz con ella. Pensé en lo acelerados que han sido los últimos años en sentido tecnológico y político… en por qué hemos votado por ciertos políticos. Siento que así también es la vida de los personajes en los libros, si tuviera que usar una metáfora, diría que es como ver el mundo alrededor, pero sin poder escuchar lo que la gente está diciendo. Así me sentía en el accidente, y así me sentí en muchas de las historias de ese libro.

¿Cómo logra hacer el paso entre las situaciones cotidianas y los pasajes surrealistas sin que se sienta un salto absurdo?

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Para mí el mejor truco para lograrlo es no diferenciar entre surrealista y ‘no surrealista’ (risas). Cuando escribo una historia nunca digo, ok, ¡aquí viene lo surrealista! Por ejemplo, si escribo una historia sobre ti, donde vas a trabajar al periódico y de repente tu editor te despide y te reemplaza por una jirafa y te da golpes con un pescado enorme pidiéndote que te marches, básicamente la experiencia es humillante. No es agradable. Al final, los elementos surrealistas no son un fin, se trata más de hablar de la experiencia humana a través de diferentes herramientas, a través de una percepción subjetiva de lo que es la realidad. Creo que cuando uno escribe una historia debe escoger sus lealtades. Si escribo pensando en que la apruebe el ministro de ciencia, pienso en ese fin, pero si escribo pensando en que quiero que me lea la gente, escribo con el corazón. Hay que ser leal al corazón. Si te viene algo a la mente, no te preguntas si es realista o no.

Sabemos que en su familia la tradición oral era muy importante, ¿cómo cree que eso ayudó a formar su propio estilo narrativo?

Si tuviera que hacer una definición cortante, diría que algunos escritores son autores, y otros son contadores de cuentos. Hay una gran diferencia entre los dos. Los que son contadores de cuentos sienten el afán de crear una intimidad con el lector, y de escribir cosas que puedan leerse en voz alta. Cuando yo escribo en primera persona siento que estoy en una habitación hablándole a alguien. Podrías ser tú, o alguien más, no importa. Pero siento que quiero contarle algo a alguien. En las grandes novelas pasa que encontramos estas hermosas escenas, pero el sentimiento es como el de ver una gran actuación en un teatro. No sientes lo que podrías sentir si un tipo va en el tren al lado tuyo, hablando demasiado fuerte. En las novelas hay un concepto más grande, elevado, que está por encima tuyo. Me gustan los escritores que te dan esa experiencia épica, pero en mi estilo siempre habrá algo más cercano, íntimo, así escriba sobre la destrucción del mundo, pero incluso ahí sabrás que es una historia sobre mí, viendo televisión con mi esposa mientras el mundo se destruye, pensando sobre cómo ya no tendremos que pagarle al banco. Ni siquiera es una elección muy consciente, es solo uno de los dos estilos que hay para hacer una historia.

En las grandes novelas pasa que encontramos estas hermosas escenas, pero el sentimiento es como el de ver una gran actuación en un teatro. No sientes lo que podrías sentir si un tipo va en el tren al lado tuyo, hablando demasiado fuerte

Ya que hablamos de esto, ¿ve como algo lógico que sus libros gusten tanto entre productores y guionistas de cine?

Creo que muchas de mis historias vienen de un lugar irracional, de lo subconsciente, como una imagen en un sueño. Como ver a una chica hermosa con sus pies pegados al techo, colgando, sonriéndote. ¿Podría tener una historia a partir de esto que se llamara pegamento loco? En muchos de los textos hay una imagen fuerte que los inspiró, algo que resulta muy llamativo para cineastas. También creo que por lo que escribo de maneras en que hay espacios para los cineastas en donde pueden interpretar partes de la historia, donde lo pueden llevar a su mundo personal.

¿Alguna vez se ha sentido como un actor cuando escribe en primera persona dentro de sus historias?

Algunas veces cuando hago primera persona me imagino como el protagonista, y no por un afán de figurar, sino que me siento como él. Si el personaje está siendo golpeado, mientras escribo, estoy asustado o siento dolor. No es tan extraño para mí, porque considero que uno escribe sobre cosas que ya existen dentro de uno. Es como un sueño, donde lo que está sucediendo te genera sensaciones. Procuro no controlar la historia, pero sí hacer parte de ella. Podría escribir un relato sobre un tipo que va al mejor colegio del mundo para aprender a hornear ponqué de chocolate, y ocurre un asesinato. Y no es algo planeado, es algo que pasa cuando entro en este sueño, en este mundo de la historia.

Usted ya se ha inventado muchas historias diferentes mientras hablamos…

Lo dices porque una jirafa te quitó el trabajo (risas). Mereces algo de redención, admito que lo del pescado fue demasiado.

A la hora de elegir los títulos de sus libros, ¿busca títulos llamativos para que no juzguen el libro por la portada?

Cuando busco el título de un libro intento que este genere una idea de lo que puede haber adentro, pero busco que cuando ya hayan leído el libro, entiendan que era una cosa diferente. Es como una primera impresión de alguien: cuando la conoces de verdad piensas, ‘ok, no es tan formal como yo pensaba’ o, ‘ah, no sabía que le gustaban las drogas’, algo así. Para mí, cuando busco un título intento que sea lo suficientemente interesante, y que a medida que leas te familiarices más con el título, que este vaya cobrando más sentido. Por ejemplo, en La penúltima vez que fui hombre bala (2019), cuando escuchas el título te puede resultar muy abstracto, pero en realidad sí habla sobre alguien que es lanzado de un cañón, pero no es tan simple, porque te da la pista de que volverá a ser lanzado una vez más, y no sabemos si esta vez morirá, o qué pasará. En De repente un toquido en la puerta hay una pregunta y es, ¿quién puede estar del otro lado? Y algo tan simple puede hablar de la ansiedad de vivir, es un libro que tiene una mirada existencialista respecto a la vida a partir de algo pragmático y específico.

Para terminar, usted es un gran favorito de los lectores jóvenes, y sus libros son recomendados a los chicos en los colegios de su país y otros, ¿qué consejo le da a los escritores jóvenes que lo admiran?

Que disfruten escribir. Vivimos en una tradición extraña en donde nos gusta la idea del artista que sufre. El tipo ebrio que hace grandes novelas. Para mí, escribir es llevar la emoción de la vida sin fricciones de ningún tipo, ¿sabes? Y sin remordimientos. Hay algo liberador y agradable sobre escribir y es que puedes explorar emociones y espiritualidad sin que nadie salga herido al final. Pienso que es importante que los escritores no piensen en crear cosas ‘de admirar’, sino crear cosas que disfruten crear. A los jóvenes les digo que vivimos en un mundo en que la ansiedad limita nuestras decisiones todo el tiempo. Si veo un enano con una cabeza extraña que quiere mostrarme a su mascota, no voy con él, porque mi madre me advirtió que no me fuera con extraños, pero solemos hacer cosas seguras todo el tiempo, y a veces por tomar siempre el camino seguro estamos apocando nuestra vida. Vivimos de forma muy limitada: no se trata de llegar al otro lado sin cicatrices, la vida es un parque de diversiones. La vida es estresante, por todo lo que nos exigen, pero los primeros años de vida son para estar confundidos. Una vez que hayas vivido esa confusión puedes estudiar algo, cambiar de opinión, trabajar… solo no intenten hacer las cosas por el dinero únicamente. A nadie le importa si obtuviste tu título a los 21 o a los 29. Ampliar la visión que tenemos de la vida es muy importante, pero sobre todo para los escritores. Tengo una camiseta que dice ‘las malas decisiones son buenas historias’, y es cierto. Si siempre tomáramos buenas decisiones, si nunca arriesgamos, la vida sería muy aburrida.

Para mí, escribir es llevar la emoción de la vida sin fricciones de ningún tipo, y sin remordimientos

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