¿De dónde surge la idea de hacer El elogio de la estafa?
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A un empresario se le ocurrió hacer un show con cuatro comediantes en Medellín hablando sobre el tema de la estafa. Quería que fueran 15 minutos cada uno, y cuando me senté a escribir descubrí que el tema era prácticamente inagotable. La estafa está presente en todos nuestros ámbitos, desde la política hasta la publicidad, pasando por la crianza de los hijos. Toca absolutamente todos los ámbitos de la condición humana. Entonces me pareció un tema súper interesante no solo para hacer reír, sino, al contrario, para usar la risa y el humor como un vehículo para señalar una cantidad de cosas que me parecen pertinentes, no solo sobre el tema sino nosotros como colombianos y como sociedad.
En este stand-up se habla de estafados y estafadores con un llamado a dejar de victimizarnos cuando el otro nos hace daño, porque se convierte en un círculo vicioso en el que alguien prefiere ser el estafador para no ser el estafado…
Es exactamente eso. El punto de reflexión para mí gira en torno al punto donde el vivo vive del bobo y nadie quiere ser el bobo, entonces todos jugamos a ser vivos. Hay que romper con ese círculo y empezar a promover la confianza entre nosotros nuevamente, volver a mirar al vecino y a confiar ciegamente. Ese es también un mecanismo fundamental para la reconciliación. Bueno, yo no me meto en temas del proceso de paz, pero sí me parece que es el tema central del asunto, y es lo que me interesa que la gente reflexione para que la ecuación dé la vuelta en algún punto. Para que por cada vivo haya cada vez más bobos. Los bobos somos buenas personas y actuamos de buena fe, ponemos la papaya, y si alguien quiere cogerla y partirla en dos, pues allá él, que pague su karma. Pero me gustaría que se multiplicaran las personas que confían.
Y además podemos cambiar la connotación de «bobo»…
Claro, y todo esto surge porque si a ti te estafan desde arriba, si el gobierno, que debería protegerte, cuidarte y respaldarte te tumba sistemáticamente, lo que aprendes es a defenderte, y en ese momento en que empiezas a crear estos mecanismos de defensa, como la malicia indígena en otros tiempos, aparece el círculo vicioso. Cuando criticamos la corrupción del gobierno no nos damos cuenta de que nosotros también en cierta medida somos corruptos: cuando nos pasamos el semáforo en rojo, cuando nos saltamos la fila creyendo que somos los más vivos, cuando devolvemos la billetera que nos encontramos sin el billete, cuando sobornamos al policía, en fin. Todo eso es lo que hay que tratar de romper.
En el cartel de esta obra dice, stand-up parody, ¿cómo funciona eso?
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Eso tiene dos significados. No solamente es un monólogo sino que también tengo video, fotografía y música, y utilizo el video para parodiar a ciertos personajes públicos, políticos o simplemente de la vida nacional, por eso es una parodia. Pero a la vez estoy amparado legalmente, porque al hacer una parodia puedes poner un video de una persona de la vida pública sin que te demanden por hacerlo. No hay derechos de autor en ese sentido.
¿Cuál es la parte más dura de la preparación de esos 70 minutos de monólogo?
Creo que la escritura tiene que ser personal. Cuando haces stand-up es la persona la que se para frente al público y no el actor interpretando un personaje. Es la propia voz que expresa el pensamiento y las ideas, entonces primero hay que escribir un texto sólido, que funcione. Luego hay que interiorizarlo, memorizarlo, y para ello ayuda haberlo escrito primero. Después hay que empezar a repetirlo tantas veces para tenerlo interiorizado, de modo que al decirlo suene como si lo leyeras por primera vez. Como si fuera espontáneo.
¿Hay momentos para la improvisación?
Hay pequeños momentos donde, a medida que pasa el tiempo, uno empieza a interactuar con el público. El público generalmente da pie para ello. La improvisación tiene que ver con eso, pero aparte de eso yo no hago improvisación.
Si le pidieran definir este stand-up con una frase del monólogo, ¿cuál sería?
¡No tengo ni idea! No se me había ocurrido pensar en eso. Yo diría que es la frase con la que cierra el monólogo, que habla un poco de lo que veníamos comentando: ‘yo jamás voy a leer un manual de autoayuda, prefiero la literatura, seguiré en Tinder unos días más, de pronto se me produce el milagro, pero si de escoger se trata, prefiero pararme del lado del bobo, que así me tumben una y mil veces más, prefiero empezar a confiar. Eso es.
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