A esta gira, Mismo sitio, distinto lugar, se le terminaron añadiendo varias fechas, ¿cómo lidiaron con ello?
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Es una gira que se ha ido revitalizando con el paso de los meses, por lo general las giras decaen con el paso del tiempo, pero a esta por fortuna ha ido al revés, creciendo. Es una gira que nos está trayendo muchísimas alegrías, y entre ellas la ocasión de poder visitar Colombia. Lo hicimos cuando presentamos el álbum en 2018, que para nosotros fue un placer. Lo presentamos tanto en Bogotá como en Medellín, en el Jorge Eliécer Gaitán y el Pablo Tobón, respectivamente. Esta vez será algo distinto, porque será un concierto más rockero, no tan teatral. Este álbum nos está dando muchísimas satisfacciones.
Vetusta siempre ha tenido una conexión con los 90s, ¿les gusta conservar ese sonido o no se consideran tan cercanos a la década?
Bueno, ¿cómo no nos va a gustar? Es la época en la que nos criamos desde el punto de vista artístico, emocional y vital. Entonces es absolutamente inevitable que nosotros establezcamos determinadas conexiones con la música que se hacía en aquel entonces. Nos gusta pensar que nuestra música es contemporánea, que no es ningún revival. Es música que se hace en el siglo XXI para gente del siglo XXI. Pienso que hay determinadas maneras de entender la música y la creación artística, y es cierto que heredamos el sonido de aquella década, que fue la que nos educó a nosotros en lo musical y en lo sentimental.
Podríamos decir que la banda siempre se ha resistido al frenesí actual en el que los artistas están sacando música nueva casi una vez al mes, ¿cómo evitan dejarse llevar?
Es lo que nos pide el cuerpo de manera natural, la verdad. Al final tampoco tenemos que hacer un esfuerzo particular para ello, porque es el ritmo que nuestro cuerpo nos pide. Pensamos que los discos requieren de cierto tiempo, de cierta maduración y perspectiva, requieren pasar tiempo componiendo, de cierta reflexión sobre lo que como banda queremos contar y hacia dónde queremos ir. Tenemos la sensación de que lo vertiginoso de los tiempos que vivimos no juega muy a favor de esos procesos más reflexivos y profundos. También como nosotros venimos de los 90s tenemos como una cierta vocación de trascendencia, la idea de perdurar. Esto tratando de sonar muy pedantes, pero de manera subconsciente tratas de hacer algo que perdura para ti o para otras personas. Enfrentarte a ese hecho y ese proceso requiere un tiempo que hoy en día las bandas no se pueden permitir, y lo entendemos. Sabemos que las mentalidades funcionan de otra manera, y que se exige mucho a las bandas estar presentes en el mercado lanzando nuevo material. Es muy excitante el panorama que vivimos con tanta novedad a cada rato, pero yo creo que está bien de vez en cuando reposar para meditar el siguiente paso.
¿Qué sienten cuando se suben al escenario a tocar canciones como 23 de junio, que en vivo se transforman a algo mucho más enérgico gracias al público?
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Para nosotros es un proceso muy emocionante. Es una de las cosas más hermosas que conozco, ese momento en el que te subes a cantar una canción. Las canciones tienen un origen muy humilde, íntimo. Algo que tiene ese origen y al final no es más que relatar una vivencia o una emoción personal y acabe convirtiéndose en una especie de artefacto en el cual la gente puede encender y disparar sus propias emociones y recuerdos y además llega un punto en el que como lo estás tocando delante de ese público lo comparten contigo. Ese momento es verdaderamente hermoso, y volviendo al tema de cómo se mueven los tiempos nos sentimos muy afortunados de poder tener un público importante sin renunciar a cosas que nos gustan hacer, que en un momento dado pueden ser de un ritmo mucho más reposado.
Otra de esas intimidades que ustedes compartieron con el público es el libro Memoria Instantánea, que contiene momentos de la gira. ¿De dónde vino esa idea?
¿Recuerdas que antes hablábamos de esa inclinación por la trascendencia y por dejar huella? Esa idea un poco anticuada e ilusa porque al final el paso del tiempo nos borrará a todos de la faz del universo. Pero no somos humanos si no tenemos el deseo de perdurar. El libro era una necesidad que surge de ver cómo en las redes sociales compartíamos nuestras vivencias de gira, y al día siguiente habían desaparecido, como cuando escribes tu nombre en la orilla del mar y al rato ya no está. Nos entró algo de ansiedad por dejar una constancia más duradera de esas aventuras, y por eso nos empeñamos en escribir un libro, que también es una cosa muy anticuada. Nos pareció una manera bonita de que a las personas que les gusta nuestra música conozcan otra faceta de nuestra intimidad, las situaciones melancólicas y las divertidas.
Ahorita ha mencionado bastante la palabra «anticuado», pero, a muchos de sus fanáticos les gusta que la banda ha conservado parte del sonido original sin demasiadas fusiones y sin pensar mucho en lo que pide el mercado. ¿Se consideran un clásico?
(Risas) Bueno, no. La palabra ‘anticuado’ la usaba de manera irónica y sarcástica. Nosotros simplemente pensamos que hay cosas de la manera en que hoy día se mueve todo que no nos resultan cercanas y tratamos de tener nuestro propio camino. Lo que hemos descubierto es que hay mucha gente a la que le gustan las cosas como a nosotros, más reposadas, más reflexivas, más duraderas… y por lo tanto en el siglo XXI, sin dejar de ser modernos y contemporáneos se pueden escapar de ciertas formas de estar en el mundo y crear recuerdos, que para mí son demasiado frenéticas. Yo creo que no es que seamos clásicos, sino que hay otras formas de ser modernos que no son necesariamente el frenesí y el vendaval constante.
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