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‘Somos calentura’: cuando la música vence a la violencia

Bajo la dirección de Jorge Navas, esta historia llegó a salas de cine desde la noche del 13 de septiembre para mostrar la otra cara del Pacífico a ritmo de salsa choke.

«Es una película que no tiene nada que envidiarle a las de Hollywood», dice Steven Grisales, productor de Somos Calentura. Una película que, como él mismo cuenta, se grabó en tres meses con «2000 personas delante de las cámaras, 45 bailarines y 20 músicos».

Esta odisea musical, en la que solo se escucha música del Pacífico entre marimbas y salsa choke, cuenta la historia de seis bailarines que resuelven sus problemas por medio del baile. En la pista, allí es donde se enfrentan los más ‘duros’. Con esta narrativa, Somos calentura quiere pasar la página de esta región del país, que está cansada de hablar de violencia pero que nunca se cansará de hablar de resistencia ni de baile.»Nos acogieron muy bien porque entendieron rápidamente cuál era la narrativa de lo que estábamos haciendo», cuenta Grisales. «Era una narrativa de poder. El foco, sin obviar los problemas que hay allá, está en otro lado; en el talento, en la fuerza, en la lucha, en la resistencia, en la música, en el baile. Ellos estaban muy felices de que no los abordaran desde la miseria como siempre. Cuando vieron la película estaban sorprendidos y aterrados, contentos».

Duván Arizala, bailarín y protagonista de Somos calentura, cuenta que fue justamente este enfoque lo que lo animó a hacer parte de la historia. «Se está resaltando la originalidad, lo que nos pertenece: de dónde somos y de dónde venimos. Ese sentido de propiedad por lo que tenemos. Como colombianos siempre queremos migrar, no estamos contentos con lo que tenemos y pasamos a apropiarnos de lo que no nos pertenece. Esta película es la muestra perfecta de que nosotros tenemos mucho que dar, mucho por mostrar. Tenemos que sentirnos orgullosos», comenta.

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¿Qué es la calentura?

No es una palabra desconocida, pero el significado real es mejor preguntárselo a Arizala, que explica las dos caras de la calentura; el peligro y la alegría. «Cuando se dice que un hombre, por ejemplo, es calentura usualmente se asocia a una persona que se las da de mala, que se cree ‘el patrón’, el que ‘no le come’ a nadie. Pero calentura también es sinónimo de gozadera, de sabrosura, de corrinche. Precisamente queríamos enfocarnos en esto último. No está mal mostrar una realidad, pero no nos vamos a sumergir en las cosas malas. Hay cosas muy buenas y poderosas que de verdad enriquecen a una comunidad», dice. Grisales, por su parte, agrega que todos los colombianos viven en la calentura, y que no es solo del Pacífico. «Calentura es un slang, es una palabra que se repite mucho en las líricas del Pacífico. Es calentura del baile, del cuerpo, del sexo, del peligro. Eso nos ha acompañado siempre como colombianos, vivimos en la calentura de las guerras políticas, la guerra contra las drogas, las guerras con la guerrilla. Vivimos intensamente, y eso también explica por qué nos gusta rumbear tanto, vivimos al límite. Queríamos una palabra que reflejara eso, que fuera un statement de raza muy afro-punk».

Una cinta que silencia incrédulos

Grisales cuenta con orgullo que a pesar de que muchas puertas se cerraron para financiar una película hecha en una población con un historial de violencia y exclusión, otras se abrieron y le apostaron a una historia con todo el sello colombiano y de Buenaventura. «Fueron muchísimas empresas las que no creyeron. Se pasaron más de 350 propuestas. Nadie quiso apoyar, y algunas tenían el argumento de ‘no nos interesa Buenaventura’, ‘no nos interesan los negros’ o ‘la gente no va a ver negros al cine’. Lo que la hizo posible fue el Fondo de Desarrollo Cinematográfico, que fue la semilla de la película. Ya después se sumaron los que aparecen en los créditos», dice.

No obstante, esta lucha no es exclusiva de Somos calentura. Casi cualquier película colombiana se enfrenta a la encarnizada lucha por permanecer en cartelera más de un fin de semana. «Cuando no tienes el gran presupuesto de Hollywood, el star system, es muy difícil que la gente se entere masivamente de tu película en Colombia, o de porqué tienen que ir a verla. Por la dinámica del cine, si no haces un promedio de espectadores similar a las películas de Hollywood, quitan tu película», asegura Grisales.

Lo que no se verá en cámara, son las vicisitudes por las que pasó el equipo de producción. Que, finalmente con un presupuesto en mano, pudo poner a rodar esta historia en una región climáticamente caprichosa. «Es una ciudad muy lluviosa y ruidosa. Capturar el sonido era tremendamente difícil porque allá la música sale de todos lados, los taxis, los carros y los buses, todos tienen música durísimo. A veces llovía todos los días, pero luego dejaba de llover y teníamos problemas de continuidad. Es una película muy grande que no tenía recursos ilimitados», dice este productor.

Música, poder y talento

Cualquiera que vea Somos calentura, más allá de la apreciación personal, podrá estar de acuerdo en que hay música, poder y talento. Esta historia, con su sello Pacífico, quiso mostrar como héroes a sus personajes, demostrando su talento como un súper poder. «Es una nueva narrativa de poder donde los héroes son músicos, bailarines y cantantes. Nosotros como colombianos estamos buscando una nueva narrativa como país. A nosotros nos han encasillado, o nos hemos encasillado, en la miseria, la violencia y la malicia indígena. Así es como nos vemos, y así nos ven afuera. Se volvió una fórmula que es como la del reguetón, es eficiente pegarse de la miseria para narrar. Eso es lo que los festivales quieren», dice Grisales, y remata comentando por qué se necesita una película como Somos calentura: «Por el momento histórico y político que vivimos en el país, estamos en busca de una nueva imagen, y esta película busca ese cambio».

Arizala, por su parte, espera que las personas vean la película convencidas de que «el cine colombiano no es malo», y expresa que más allá de la ficción, lo que se ve en Somos calentura es fiel a lo que sucede en el Pacífico. «Creo que es algo que como bailarines vivimos a diario. De hecho yo cuando inicié bailando lo que hacíamos era irnos a retar con los del otro barrio. Cuando alguien le tiene rabia a alguien se habla de ir a medirse en la pista. Es una manera muy sana de resolver».

Como reflexión final, Grisales aspira a que la salsa choke reciba el reconocimiento que merece como ritmo colombiano que, además, es inclusivo y comparte la idea de tolerancia. En el pacífico hay unos bailes que tienen el potencial de tomarse el mundo. Esto puede ser la siguiente cosa más grande que el reguetón, es mucho más rico lírica y musicalmente. Es todo un movimiento de respeto; en la salsa choke no se puede denigrar de la mujer, se incluyen niños y población lgbti. Cuando ves el universo urbano, esto es una protesta desde la alegría entonces no es como el reguetón con su vanalidad, ni el hip-hop bogotano que es más gángster, esto está en el medio y es hermoso. Esa fusión de la salsa y el hip-hop cuenta la historia de dos géneros que nunca se juntaron en Nueva York, sino en Buenaventura, en Tumaco, Quibdó y Cali, donde se crea la salsa choke. Luego tienes el paso e’ perra, que está inspirado en los movimientos de las prostitutas y los travestis, son movimientos femeninos donde los hombres bailan como mujeres. La población negra del Pacífico es muy machista, pero ves a los pelaos’ bailando como una mujer, eso genera otras dinámicas de respeto e inclusión. Eso es importante porque ahora el foco será en el Pacífico, antes estuvo en el Caribe, pero ahora es el turno del Pacífico», puntualiza.

 

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