Bogotá vivió la segunda edición del festival Sónar en una jornada ensombrecida por la tradicional celebración de «la noche de velitas», que redujo el número de asistentes con respecto al año pasado a pesar de que el cartel de este año tuvo un mayor gancho para los aficionados.
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«Está bueno, pero al año pasado estaba mucho mejor. Hoy es día de velitas y eso se nota», comentó a Efe Ángela Salazar, una de las asistentes que también tuvo ocasión de acudir a la primera edición bogotana del Sónar, en la que Chemical Brothers fue el gran atractivo para lanzar la segunda sede suramericana del festival nacido en Barcelona.
Este año, el encuentro musical contó con New Order como principal gancho y tres escenarios que dispersaron a los asistentes por el espacio habilitado en Corferias, también menor que el de la primera edición.
El cartel lo completaron Moderat, The Martinez Brothers, Koreless, Claude Vonstroke, Ellen Allien, Mitú o Dengue dengue dengue.
«Igual (el cartel) está bueno», agregó Ángela con expectativa ante los conciertos que todavía le quedaban por disfrutar.
A lo largo de su actuación, los británicos New Order desplegaron su repertorio post-punk con himnos de los años 80 como «ceremony» o «Temptation».
Minutos antes de que los de Manchester empezaran su esperada aparición, el publico ya se agolpaba en las primeras filas frente al escenario.
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Los autores de «Blue monday», aunque el fundador Peter Hook ya no está en sus filas, mostraron lo mejor de su sonido con reminiscencias de los años 80, que mezcla el dance alternativo con influencias «new wave» entrelazadas con los sonidos más propiamente electrónicos.
Sin embargo, fueron las canciones con toques más pop y disco las que despertaron más aplausos entre una fanaticada que no paró de bailar durante la generosa hora que estuvieron sobre el escenario.
Muchos de esos aficionados llevaban camisetas de Joy Division, la mítica banda liderada por Ian Curtis, que dio origen a New Order y de la que fue, en gran medida, su continuación.
Con una actuación energética y vigorosa, Bernard Sumner, el vocalista de New Order, logró conectar con el público bogotano que seguía el concierto absorto por las letras melódicas del grupo, cuyos «beats» retumbaron con fuerza gracias a la potente megafonía.
Asimismo, la escenografía del proscenio principal del Sónar contaba con tres grandes pantallas que mostraban imágenes coloridas y futuristas en «bucle» que potenciaban la estética psicodélica del grupo.
La presencia de bandas como New Order es lo que movió a Salazar a afirmar que el festival «está cogiendo fuerza» en un momento en que ha crecido notablemente el número de festivales que anegan el calendario musical bogotano.
«Es increíble ver en Suramérica este festival. Lo que me más gusta es que hay todo tipo de música, de todos los géneros y veo a bandas muy distintas», indicó Sebastián Torres, otro de los asistentes.
Torres, quien se considera aficionado a la música electrónica, considera que la clave de este Sónar Bogotá es que «le da una salida muy grande» a ese género en la capital de Colombia, pero considera que «hacen falta más eventos así».
Eso permitiría, en su opinión, que creciera el mundo de la música electrónica en Colombia y que más gente lo conozca.
«La escena esta creciendo increíblemente y no solo musicalmente, sino también culturalmente», apostilló antes de agregar que ese fenómeno no es solo colombiano, ya que considera que se extiende a toda Suramérica.
A su juicio, «hacen falta más sitios, más clubes, más bares» que permitan que germine la semilla que sembró el Sónar Bogotá.
«Me gusta volver a casa con nuevos artistas y saber que he descubiertos bandas que no había visto», subrayó sobre su experiencia en el festival.