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Lima se pinta de amarillo y quema sus penas durante el fin de año

Lima, 31 dic (EFE).- Durante las fiestas del Año Nuevo, el amarillo se convierte en el tono predominante en Lima, una ciudad donde ese color es usado para convocar la buena suerte y dejar atrás las penas del año anterior, que también son conjuradas con la quema de muñecos que representan a conocidos personajes nacionales.

Los seguidores de estas tradiciones aseguran que el amarillo está relacionado con el sol «que ilumina el camino hacia la abundancia, las buenas energías, la felicidad y la prosperidad.»

El amarillo comenzó hace años a convertirse en el color de las prendas íntimas que debían usarse para «la buena suerte» durante la noche del Año Nuevo, pero después se ha extendido a otras vestimentas, adornos y toda la parafernalia de la celebración.

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Durante un recorrido por el centro de Lima, los vendedores señalaron que se trata de una costumbre muy arraigada entre los limeños, aunque algunos matizaron que también se demandan las prendas íntimas rojas «para el amor.»

«El color amarillo es para la buena suerte, así como en otros países usan el blanco o el anaranjado, acá es el amarillo», comentó a Efe Andrea, una vendedora que ofrece estos productos en el antiguo jirón Paruro.

La mujer afirmó que, ante la gran demanda, espera vender entre cien a doscientas prendas para el fin de año.

Una vendedora ambulante, llamada Yesenia, añadió que ofrece las prendas a un promedio de 5 soles (1,72 dólares) y mostró una serie de modelos que, finalmente, se usarán «para que a las personas les vaya bien durante todo el año», según dijo.

«Espero vender bien, para poder llevar el pan para mi casa», matizó.

A decir del tarotista peruano Francisco Choy «el amarillo simboliza el cambio de energía y una oportunidad para dejar atrás todo lo malo».

Pero la «mala suerte» y los recuerdos negativos del año que se va son también despedidos tradicionalmente con la quema de muñecos, que antiguamente se hacían con ropas viejas y papel, aunque ahora se venden ya fabricados y representan a los más diversos personajes de la política, la farándula o el deporte.

Este año, en el Mercado Central de Lima, abarrotado por vendedores formales e informales, se pueden comprar muñecos con máscaras con los rostros del presidente Ollanta Humala y su esposa, Nadine Heredia, muy criticados en las últimas semanas por una ley que recorta los derechos laborales de los jóvenes.

También aparece el ministro del Interior, Daniel Urresti, que a despecho de gozar de mucha popularidad en los sondeos de opinión es presentado listo para ser «quemado» simbólicamente.

A pesar de su arraigo popular, la quema de muñecos es rechazada por las autoridades capitalinas, que la consideran un atentado contra la salud pública y el medio ambiente.

Es el caso de la municipalidad de Ate-Vitarte, al este de la capital, que ha anunciado que multará con 5.700 soles (unos 1.965 dólares) a los que quemen muñecos, objetos en desuso y basura.

«Esta campaña es un compromiso de todos los alcaldes de Lima Metropolitana y del país. Debemos evitar que los vecinos saquen sus ropas viejas y otros objetos en desuso para quemarlos en las calles», declaró el alcalde de Ate, Oscar Benavides.

Además, el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi) alertó que se ha comprobado que el nivel de contaminación del aire durante estas fiestas se incrementa en Lima hasta cuatro veces debido a la quema de muñecos, llantas y fuegos artificiales.

«Sus altos índices provocan el aumento de enfermedades respiratorias y problemas cardiovasculares, poniendo en riesgo la salud de las personas», indicó el Senamhi.

Más allá de la polémica que generan tradiciones como esta, al momento de anunciarse el Año Nuevo en muchos hogares de Lima se brindará con champaña y se compartirá la tradicional cena con pavo o lechón, panetón (pastel de origen italiano) y uvas.

Además de la quema de gran cantidad de fuegos artificiales y pirotécnicos, también se mantienen las cábalas de dar una vuelta por su barrio cargando una maleta, cuando desean hacer un viaje, o arrojar arroz, para concretar el deseo de casarse. David Blanco

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