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Arte “kitsch” y sin complejos en Art Basel Miami Beach

Miami, 5 dic (EFE).- Definición de «kitsch» de la Real Academia Española (RAE): Pretencioso, pasado de moda y de mal gusto. En la edición de este año de Art Basel Miami Beach, el visitante no va a encontrar el abrigo ostentoso de Víctor Hugo, pero sí propuestas donde reconocerse con emocionada satisfacción.

Ninguna pieza expuesta en Art Basel Miami Beach cae, por supuesto, bajo la consideración de «arte de pacotilla». Si en la pasada edición poner una mochila en el suelo o colocar una sartén en un hornillo resultaron «performances» dignas de exhibirse en una feria de arte, este año los deslumbramientos no son inferiores.

Somos unos románticos. ¡Qué le vamos a hacer! Es la llamada del romanticismo sentimental, un impulso demasiado poderoso para frenarlo con la racionalidad seca del taller o una arbitraria definición.

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Art Basel Miami Beach, el escaparate mediático y la feria de arte más importante de las Américas, que permanecerá abierta hasta este domingo, se apunta al regusto romántico con piezas que responden con creces al propósito del espíritu «kitsch»: crear una experiencia de intimidad entrañable, colectiva, alejada de cualquier refinamiento.

Pues bien, la instalación «I was born to do great things» (Nací para hacer grandes cosas), de la artista estadounidense Mickalene Thomas (New Jersey, 1971), cumple con esta premisa de forma avasalladora.

Se trata de una recogida sala de estar, donde pasó las horas la madre de la artista, en la que destaca un sofá que invita a confesiones y reconciliaciones familiares.

Sobreviene luego el dúo de sillas playeras de las artistas brasileñas Cibelle Cavalli Bastos (1978) y Patricia Leite (1955), de muy difícil amnistía. El impacto visual aturde y la abigarrada decoración, a base de conchas, camisetas, albornoz y toallas y gafas plásticas, entre otros cacharros de playa, permanece durante horas en la retina del visitante.

El objetivo de la instalación, reza un aviso de la galería, es «elaborar una compleja narrativa de ficción sobre la sociedad tecno-capitalista en la que el mundo contemporáneo se afianza (sic)».

Entre los objetos artísticos «kitsch» favoritos figura también el iluminado despliegue de banderas europeas, de Oriente Medio y de EE.UU., obra del holandés Constant Dullaart, o la esmaltada bandera estadounidense con destellos sobre hilo titulada «Rainbow American Flag for Jasper in the Style of the Artist’s Boyfriend» (2014), de Jonathan Horowitz.

Hay que reconocer que la feria respira tal intensidad y concentra tan enorme diversidad de propuestas artísticas que el público camina fascinado de galería en galería y de sector en sector, orientándose como puede en el laberinto de pasillos.

Participan en esta decimotercera edición un total de 267 galerías seleccionadas procedentes de 31 países, con obra expuesta de unos 4.000 artistas modernos y contemporáneos, lo que da una idea de la gigantesca muestra instalada en el recinto ferial de 20.000 metros cuadrados del Centro de Convenciones de Miami Beach.

Con respecto al mundo del motor sentimental y las labores mecanizadas de campo, la llanta de tractor Goodyear de la artista Virginia Overtone puede resultar un objeto artístico apropiado para el recibidor de casa, en sustitución del trillado espejo que recibe siempre a los invitados.

El visitante siente especial debilidad por una suerte de cefalópodo o madeja confeccionada a ganchillo que descansa sobre el desnudo suelo o, ya con el pensamiento puesto en el tálamo, los juegos eróticos entre tres desmadradas féminas.

En fin, que la feria asume también en Miami el carácter «kitsch» del arte y lo acepta como una realidad inseparable de nuestro predecible romanticismo sentimental, para el que no existe antídoto.

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