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Galarza cierra su trilogía narrativa de Madrid con “La librería quemada”

Barcelona (España), 29 nov (EFE).- El escritor peruano Sergio Galarza ha cerrado su trilogía narrativa sobre Madrid con «La librería quemada», una novela en la que, como él mismo dice, incluye una crítica a los libros de autoayuda, que, al igual que la clase dirigente, «invitan a la resignación a nuestros destinos».

En una entrevista concedida a Efe, Galarza aclara que su trilogía sobre Madrid podría ser también «una trilogía sobre el mundo laboral, el trabajo marginal visto sucesivamente a partir de un paseador de perros, del mundo de la prostitución y de un librero».

Galarza, a menudo comparado con Rafael Chirbes o Isaac Rosa por su enfoque literario de la crisis, ve los libros de autoayuda como un estigma, «libros que dictan a la gente que debe resignarse al destino o a mirar hacia otro lado, lo mismo que desearía la clase dirigente», explica.

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«En la novela aparecen un par de personajes que claman por la venganza y la rebeldía, tan mal vista», añade.

«La librería quemada» (Candaya) propone un acercamiento al mundo de las librerías desde un enfoque y una perspectiva diferente y privilegiada, pues el propio autor trabaja desde hace bastantes años en una gran librería de Madrid y ha vivido en primera persona la evolución del sector.

Además de los libros de autoayuda, la despersonalización de las grandes cadenas, los robos de libros, la imposición de estrategias de venta agresivas y competitivas, la infravaloración del librero lector o las en ocasiones decepcionantes relaciones con los clientes son algunos de los temas abordados por Galarza en la novela.

«La librería quemada» es, a decir del autor peruano, «un libro que casa más con los tiempos que estamos viviendo, pues habla sobre un mundo en crisis en el que los libreros con 40, 50 años sienten que pueden perder su puesto de trabajo y que su estabilidad se desvanece, recuerdan cuáles eran sus ilusiones cuando entraron y cuántas de esas ilusiones quedan».

Desde su conocimiento del sector, Galarza asegura que «las grandes superficies de libros ganaron antes de la crisis dinero de forma alucinante, porque, si el negocio hubiera ido tan mal, como nos hicieron creer, ya habrían cerrado».

Asegura que entonces era fácil ganar 35.000 euros en una sola planta en un día, y ahora esa misma planta factura menos de la mitad, y «todavía hay ganancia», advierte, antes de subrayar que no debería haber tantos despidos para cuadrar los presupuestos y se interroga: «¿Cómo es que dos contratos de veinte horas son más rentables que uno de cuarenta?».

En España hay «mucha tolerancia con los políticos», dice Galarza y desde esa posición espera una victoria de la nueva formación Podemos, porque tienen, en su opinión, «una visión, no ingenua, pero sí romántica sobre la política latinoamericana».

En la novela, añade, se ofrece una visión de esa sociedad, con «unos libreros muy quemados por sus salarios y sus condiciones laborales, que al mismo tiempo no han sido conscientes de cómo desempeñan su trabajo, lleno de rutinas y falto de autocrítica hacia los propios errores».

Según Galarza, esta novela ofrece «la visión menos romántica de un oficio como el del librero, que se tiene por romántico: la gente cree que se pasan el día leyendo, buscando, pero tiene mucho de reponedor de almacén. Yo llevo seis años y te crujen las rodillas, tienes dolor de espalda y frecuentes cortes en los dedos».

Como en toda la trilogía madrileña, hay un poco de psicología: el protagonista de «Paseador de perros» era un oyente, en «JFK» la gente buscaba sexo pero también un consejero, y ahora «a los libreros llega gente que te cuenta sus problemas y que reclama un libro que le salve la vida».

Galarza expresa su deseo de que «todos los lectores tuvieran la oportunidad de ser un día libreros» y agrega que los libreros de las grandes superficies están «infravalorados».

Acabada la trilogía, Galarza se enfrenta ahora a un nuevo libro, «bastante personal y autobiográfico», una elegía por su madre, que aprovechará para hablar de la construcción de un escritor.

«Mi madre era también escritora, algo que nos unía, pero que también generaba fricciones entre nosotros», y ahora Galarza reconstruirá su vida a través de una agenda de viaje que conservaba su madre.

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