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Lebrijano despide la Bienal con su tradición gitana y su gusto andalusí

Sevilla (España), 5 oct (EFE).- El veterano cantaor Juan Peña «Lebrijano», 73 años y 43 discos, ha cerrado esta noche en el Maestranza de Sevilla la XVIII edición de la Bienal de Flamenco con un espectáculo en el que, acompañado por artistas de su familia, ha partido de la tradición gitana más honda para llegar a los sonidos andalusíes.

El espectáculo, que ha servido de gala de clausura de una Bienal dedicada a Paco de Lucía y que arrancó hace 23 días con un homenaje a Enrique Morente, se ha titulado «El cante se escribe con L», pero bien podría haberse denominado con una sola palabra, «Lebricante», ya que el cantaor ha contado con la complicidad y la entrega del público que ha llenado el teatro más emblemático de la capital andaluza.

El ‘no hay billetes’ se ha colgado en muchos de los 68 espectáculos (75 funciones en total) de la Bienal, de los que 20 han sido estrenos absolutos y algunos, como el de esta noche, irrepetibles: Un cantaor viejo y feliz, un hombre mermado por la enfermedad, un grande del cante revisitando las conexiones de Lebrija con Utrera y Jerez, sin dejar de guiñar un ojo a Sevilla.

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Esa geografía básica del cante flamenco, del flamenco entero, ha estado muy presente esta noche desde los palos elegidos hasta la somera escenografía, consistente en proyectar sobre el telón de fondo un perfil de la localidad sevillana de Lebrija, que se distingue, como otras ciudades como Sevilla o Marraquech, por una torre puntiaguda, y una «L» mayúscula.

La gala arrancó con Juan trazando su autorretrato con su voz y sin música alguna acompañándolo: «Yo me llamo Juan de la Santísima Trinidad, hijo de Bernardo y de María, soy gitano rubio y en los ojos llevo el azul del cielo de Lebrija».

Una circunstancia sobre la que, en el fin de fiesta que ha cerrado la gala, ha vuelto su sobrino Diego Carrasco, cantando con su voz rota: «Qué alegría me da ver a mi tío Juan: Pelo de oro, ojos de cielo, voz de bronce», lo que ha arrancado a Lebrijano a dar más de una ‘pataíta’ sobre el escenario, para delirio del público, que varias veces lo ha acompañado por palmas y hasta taconeando desde el patio hasta el balcón.

En el fin de fiesta se han juntado hasta veinte artistas en el escenario -todos menos el pianista Dorantes-, contagiados por la alegría de la música andalusí que ha devenido en un canto a la libertad de los gitanos, alternando Lebrijano su voz con la voz árabe de Redduane Kourrich, acompañados de laúd, teclado, violín, dos percusionistas, guitarra y tres palmeros, además del respetable llevando el ritmo con sus palmas.

Justo antes de que llegara la música andalusí, mientras se proyectaba una imagen de un cortijo en ruinas y se oía música de campanillas, la voz grabada del poeta Félix Grande, evocaba al pueblo errante: «…de dónde vienen tan extraños, tan orgullosos… aves de paso, forasteros, intrusos…», gentes que no están dispuestas a renunciar «a una vieja costumbre a la que llaman libertad».

El cantaor Juan José Amador, con sus barbas de profeta también ha cantado a la «vieja costumbre» diciendo aquello de «libre como el aire, libre como el viento, como las estrellas en el firmamento», mientras que el último de los Farruco, un adolescente al que llaman El Carpeta, ha bailado sacando música de las tablas con la punta de sus botas.

En la primera parte del espectáculo, si Tomás de Perrate ha cantado las «Cantiñas de Pinini» e Inés Bacán soleás por bulerías, Lebrijano, ejerciendo de maestro, ha entonado soleás y seguiriyas, para dar paso al piano de Dorantes y a la voz de José Valencia cantando las Bienaventuranzas sin salirse ni una sílaba de la sagrada escritura.

En la primera parte, uno de los momentos más emocionantes ha sido cuando Lebrijano, que anda renqueante y al que le cuesta levantarse de su silla de maestro, se ha desprendido de la mano del guitarrista que le ayudaba a ganar el foso del escenario para agradecer la ovación del público, se ha besado la palma de la mano y ha depositado el beso sobre el suelo de Sevilla.

Entre una soleá que ha cosechado un «olé los que saben», entre otros piropos del público, y una seguiriya, Lebrijano se ha dirigido a los asistentes: «Creo que es más difícil hablar que cantar», ha confesado antes de mencionar a Paco de Lucía y a Enrique Morente, tan recordados en la Bienal, y de expresar su deseo de que «esta Bienal siga siendo ‘multimuchagente'», lo que ha cosechado otra ovación cerrada.

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