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París, a merced de la ironía de Martin Parr en 60 instantáneas

París, 28 mar (EFE).- El ojo irónico de Martin Parr, con tres décadas de carrera e incontables premios en su haber, ha escrutado París durante dos años para apropiarse de 60 instantáneas que exhibe en la Casa Europea de la Fotografía y que arrojan una mirada mordaz sobre el día a día de Ciudad de la Luz.

Y en el centro del objetivo de este fotógrafo de la Agencia Magum nacido en 1952 en Epsom, Reino Unido, se sitúa el turista, ese ser efímero en lo individual pero indeleble en el paisaje colectivo de una ciudad que cada año visitan más de 30 millones de personas.

Turistas fatigados que se arremolinan junto a una parada de autobús, turistas ansiosos que inmortalizan a la Gioconda con sus teléfonos móviles o turistas que aguardan bajo la lluvia con meritoria resignación para franquear el pórtico de la catedral de Notre Dame.

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En esos viajeros, con los que casi nadie se siente identificado aunque imite sus rutinas con precisión milimétrica, Parr encuentra un vehículo para analizar la vida cotidiana de la capital francesa.

Incluso se reivindica, orgulloso, como uno de esos actores imprescindibles de una ciudad que Parr visita dos o tres veces cada año viaja, que ha recorrido en centenares de ocasiones y que ya había celebrado su talento en exposiciones en el Jeu de Paumme, en el Centro Nacional de Fotografía y en multitud de galerías.

«La economía de París descansa en el turismo. Sin eso, la ciudad estaría muerta», comenta en «Le Figaro» el fotógrafo con motivo de la inauguración de la muestra, que entrega a Parr el testigo de autores como Henri-Cartier Bresson, Édouard Boubat o Mimmo Jodice para descomponer París, en formato medio y a color.

Pero «París. Martin Parr», que se puede visitar hasta el próximo 25 de mayo 8 euros mediante, ofrece más que una simple recolección de viajeros errantes. Es un satírico surtido de clichés con un inconfundible estilo kistch que parisinos y foráneos reconocerán inmediatamente.

«Me gustan los clichés. De hecho me gusta partir de clichés y descifrarlos, como en un juego de pistas», desliza el fotógrafo.

Para este trabajo ha frecuentado algunos de los eventos que articulan la vida social y económica de la capital de Francia, desde su colosal feria de aviación de Le Buorget o su Salón de la Agricultura, hasta sus polémicos rezos musulmanes en la calle de la Goutte d’Or o su veraniega réplica de una playa a orillas del Sena.

Tampoco faltan esperpénticas instantáneas, donde la vitalidad de los colores y el mensaje desplazan la importancia del encuadre, tomadas en la semana de la moda, durante la fiesta nacional, o al calor de los peculiares hábitos culinarios parisinos, amantes de los caracoles con salsa de Borgoña.

Un estilo fotográfico propio y aplaudido del que se sirve Parr para denunciar «con humor las derivas de nuestra sociedad, del turismo en masa y del aburrimiento que parece habitar a la ‘jet-set’ internacional», resumen los organizadores de la muestra.

«Me gusta mucho la ironía. Es un dispositivo muy fuerte para poner en evidencia los hechos, para decir lo que tengo que decir», agrega el fotógrafo, que, si bien dispuso de «carta blanca» para configurar la muestra, también se encontró con algunas reticencias.

Por ejemplo, la Casa Europea de la Fotografía le sugirió que retirase del catálogo una captura del presidente de Francia, François Hollande, en mientras visitaba el popular Salón de la Agricultura.

«Era una buena foto. La de un hombre de poca estatura rodeado de gente que siempre le dice que sí», lamenta Parr.

Y aprovecha para recordar la instantánea presidencial más célebre de sus dos primeros años de mandato, esa que una revista del corazón llevó a portada para evidenciar el romance de Hollande con la actriz Julie Gayet, amorío que finiquitó su relación sentimental con la primera dama, Valérie Trierweiler.

«Nos encantó la historia de la amante, por supuesto. La foto de él con el casco era formidable», lanza uno de los fotógrafos vivos que más ironía desprende y cuya exposición coincide temporalmente con las de otros maestros del gremio, como la de Henri Cartier-Bresson en el Centro Pompidou o la de Brassaï en el Ayuntamiento de París.

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