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Nueva York, una ciudad clave en la transformación de Paco de Lucía

Nueva York, 26 feb (EFE).- La ciudad de Nueva York, con su crisol de culturas y la enorme efervescencia de los años 60 y 70, fue clave en la evolución musical de Paco de Lucía desde un flamenco tradicional hasta la fusión que revolucionó este arte.

De Lucía visitó repetidamente la ciudad desde muy joven, a partir de la primera mitad de los años 60, y allí se encontró con la confluencia de grandes de maestros españoles de la guitarra, además de con la riqueza de sonidos de la época que influyeron en su evolución, que acabó siendo también la del flamenco.

El fallecido guitarrista llegó por primera vez a la ciudad de los rascacielos con 16 o 17 años, con un grupo de músicos y bailaores traído por José Greco, un bailaor neoyorquino de origen italiano convertido al flamenco y uno de los protagonistas de la vida flamenca en la ciudad desde los años 40.

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Greco había actuado en esa década con algunas grandes figuras como Carmen Amaya, Pilar López o La Argentinita, y trajo durante mucho tiempo desde España a músicos y grupos prometedores para acompañarle en sus actuaciones, entre ellos El Farruco.

En su segundo viaje a Nueva York con Greco, Paco de Lucía seguía prometiendo mucho y se lo presentaron a Agustín Castellón «Sabicas», un guitarrista gitano de Pamplona afincado en Nueva York que hasta entonces era considerado el mejor guitarrista del mundo, según recuerda a Efe Brook Zern, crítico de música, experto en flamenco y ex director de la revista «Guitar Review».

«Después de que Paco tocara para él, ‘Sabicas’ se dio cuenta de que había visto el futuro», rememora Zern, y dijo a Paco de Lucía «que no podía seguir tocando así», imitando a maestros como Niño Ricardo, sino que «tenía que encontrar su propio camino». «Haz tus propias creaciones», le insistió, según explica el crítico.

Además de «Sabicas», otros maestros españoles de la guitarra, como Carlos Montoya o Mario Escudero, se habían asentado en Nueva York como solistas de flamenco en los años 40 y 50, una forma de interpretar que en España aún no había cuajado pero que en esta ciudad tenía cada vez más éxito.

«En Estados Unidos estábamos listos para ello, no para los cantaores, pero sí para los guitarristas, mejor que en España», recuerda Zern.

Paco de Lucía descubrió ese formato, pero también aprovechó sus viajes a Nueva York para impregnarse de todas las músicas que estallaban en la ciudad, desde el jazz y la bossanova al rock y la salsa.

Nueva York era «un hervidero de ideas culturales» y cuando estuvo aquí «absorbió la enorme mezcla cultural» que es la ciudad. «Se dio cuenta, para desesperación de los puristas, de que el futuro estaba en la fusión», añade Zern.

En esta experiencia neoyorquina Paco de Lucía «se percató de que el flamenco tenía una visión demasiado estrecha» y, por ejemplo, lamentaba no poder actuar acompañado de un flautista o con un bajo eléctrico, al estilo de los grupos de jazz, una evolución que posteriormente sí llevo a cabo, explica.

Ahora, un guitarrista de flamenco puede ser igual al líder de una banda de jazz.

Por ejemplo, en 1970 o 1971 -Zern no recuerda con precisión- Paco de Lucía actuó en el Instituto Español de Nueva York y entre el público estaba Andy Warhol (acompañado de parte de la «corte» de la Factory) quien saludó posteriormente al joven genio del flamenco, un encuentro del que no hay imágenes porque la fotografía que se tomó no salió.

El resultado de todo ese cóctel es que Paco de Lucía «reinventó el flamenco en varias fases hasta casi crear un nuevo arte», afirma el crítico. Hasta tal punto que un día «Sabicas» le dijo que cuando le dio ese consejo no había pretendido que llevara el flamenco tan lejos, recuerda Zern.

Paco de Lucía materializó esa evolución en su famosa colaboración de 1980 con otros dos guitarristas ajenos al flamenco, el británico John McLaughlin y Al Di Meola, originario de Nueva Jesey.

Si el fallecido guitarrista se alimentó musicalmente de Nueva York, la ciudad le devolvió todo en forma de cariño y aplausos, salas de concierto llenas, como el legendario Carnegie Hall, y formidables críticas de sus actuaciones.

«El público de Nueva York le adoraba», le seguía a los restaurantes solo para verle comer, recuerda Zern, para quien la pérdida de Paco de Lucía es «devastadora», ya que estaba «en el momento cumbre de su carrera incluso si no era joven».

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