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Tavernier provoca al público y a los políticos con la risa en “Quai d’Orsay”

San Sebastián, 24 sep (EFE).- Los aplausos y las risas han respaldado hoy la propuesta ácida y simpática del veterano director francés Bertrand Tavernier, «Quai d’Orsay», en el Festival de Cine de San Sebastián, una crítica sarcástica y desternillante de la política francesa, que el realizador no quiere hacer universal.

«Sería una tontería por mi parte decir que los políticos son así o asá. No se puede comparar un ministro de finanzas con uno de cultura o con el que se ocupa de la policía», dice el director en una entrevista con Efe, para añadir de inmediato que «la ignorancia representa una enorme dictadura que tiene muchos adeptos».

Los políticos cambian con pasmosa facilidad de opinión, como se ve en la película, pero eso, opina Tavernier, no es estrictamente malo: «Hitler siempre pensaba lo mismo».

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«No puedo tratar a los políticos en general, no es mi ambición ni mi deseo, aunque -ironiza- está claro que no hablo de problemas de la época de Luis XIV».

Basada en un famoso cómic que parodia al político Dominique de Villepin, al que «son muy aficionados los políticos franceses», ha dicho Tavernier, «Quai d’Orsay» cuela al espectador en los despachos de la sede ministerial francesa con un ritmo frenético pero no precipitado, explica, porque quería hacerlo creíble.

Un trabajo que el director ha confiado a Thierry Lhermitte, Raphael Personnaz y Niels Arestrup, unos «magníficos» actores a los que pidió que no mostraran condescendencia y que no buscaran hacer reír.

Villepin, que ya fue parodiado en otra película francesa que también se rodó en parte en el Quay D’Orsay, «De Nicolás a Sarkoszy», es un personaje cuya historia real «da para mucho» y para hacer buena comedia a su costa. No en vano, dice entre risas, tiene en su haber el «mejor discurso pronunciado en Estrasburgo», con el que, por cierto, acaba la película.

«Ignoro a los políticos españoles, ya tengo bastante con los franceses, solo conozco a los que salen en la prensa: el presidente, o el ministro de Cultura», ha dicho, «(quien hace declaraciones) que suelen ser aberrantes, bastante mediocres y que evidencian que no conoce bien la cultura, aunque eso les pasa también a los de la Comisión Europea», ha dicho por la mañana en una rueda de prensa.

El de la película, apunta, es un ministro que «vive en otro mundo. Es autista, más bien; de hecho, a su alrededor provoca tornados y no se da ni cuenta, y tampoco le importa. Es un obseso y cambia de objetivo todo el tiempo».

Porque en el cómic es tan activo que se duplica cuando camina, un efecto que el realizador ha preferido sustituir por un vendaval que no deja una página en su sitio y que arranca las puertas de los goznes.

«No quería una copia del cómic. En realidad -explica-, hemos cambiado un 40 o 45 % de las cosas», como darle un trabajo a la novia de Arthur, el asistente del ministro, que le ha permitido al director abrir la cámara a «otra Francia más popular» y situarla en un colegio del extrarradio lleno de inmigrantes.

Es la primera vez que Tavernier compite con una comedia en la Sección Oficial del Festival de Cine de San Sebastián, donde ya estuvo en 1996 con «Capitán Conan», que, según recuerda, «funcionó muy bien en los cines, pero aquí no me dieron ningún premio», dice con una sonrisa, antes de asegurar que «no se tomará a mal» que se repita la historia.

Tavernier en un hombre grande, de pelo muy blanco y con un problema en la vista, que se mueve con cierta dificultad. Por el contrario, su agilidad y energía en el discurso es asombrosamente joven.

Se indigna cuando habla de piratería: «Por qué los niños no roban en los supermercados, a las compañías aéreas, a la de su teléfono móvil, o a los banqueros -dice subiendo la voz-, y sí a los creadores», se pregunta. «Pues que sepan que no roban a entes supranacionales: roban a sus artistas, escritores y músicos, y contribuyen a destruir sus empleos».

Tavernier, autor de cerca de una treintena de largometrajes, entre ellos las bellísimas «Hoy empieza todo» y «La vida y nada más», se despide poniéndose en pie costosamente y depositando un beso en la mano de la entrevistadora.

Alicia G.Arribas.

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