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Las figuras oprimidas del escultor Isaac Cordal invaden Nantes

Nantes, 27 jul (EFE).- El artista español Isaac Cordal inunda la ciudad de Nantes con sus pequeñas figuras de hombres tristes y grises, prototipos de la «nueva esclavitud», que no pretende apropiarse de las personas sino «controlarlas completamente».

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La exhibición multidisciplinar «Le voyage à Nantes», que puede visitarse hasta el próximo 1 de septiembre, dedica tres espacios de la ciudad al análisis que hace el escultor pontevedrés sobre la «masa social», con sus personajes melancólicos, solitarios e íntegramente masculinos, de 25 centímetros de altura.

La obra «Follow the leader», que se ha apropiado de la céntrica plaza de Bouffay, descubre una isla de viviendas demolidas y escombros procedentes de edificios destruidos en el casco histórico de la ciudad, precisamente uno de los barrios que está experimentando reformas urbanísticas constantes.

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Más de dos mil arquetipos de la sociedad capitalista, sobre todo hombres de negocios aunque también soldados y meros ciudadanos, deambulan como auténticos zombis por esta «ruina contemporánea», testimonio de la condición efímera de las construcciones humanas.

Bajo el asfixiante sol veraniego y atormentadas por los efectos colaterales del progreso, algunas figuras se cubren con máscaras para no ver lo que han hecho, otras se llevan las manos a la cabeza y también las hay enterradas en los desechos, con la grava a punto de rebasarlos.

El material empleado para modelar estos cuerpos humanos es el hormigón, una simbólica alusión a la «edificación desmedida» de las costas españolas que, para el escultor, se han convertido en una «ciudad continua».

«España fue el mayor consumidor de cemento en 2007», declaró a Efe Cordal, que con la exposición de Nantes se ha estrenado en Francia.

Este artista de la calle evoca la «nueva esclavitud», avisada por del pensador Kevin Bales, con la representación de una sociedad que está oprimida «sin saberlo» y a la que retienen «cadenas invisibles que implican un tipo de encierro diferente al tradicional».

Así, Cordal activa el cerebro del espectador con la pieza «El despacho» en la que presenta la típica escena familiar del siglo XXI donde los miembros se reúnen alrededor del sofá para ensimismarse, cada uno, con las maravillas de su propio teléfono inteligente.

A continuación sorprende con «La familia», un homenaje a la cita del filósofo francés Gilles Deleuze en la que afirma que «La empresa es la familia», y que Cordal hace suya con la superposición de unas jaulas para conejos donde emplaza al hombre trabajador, extenuado, indefenso y desprotegido.

Un escritorio, un ordenador, un teléfono móvil, un maletín y un personaje uniformado con un traje de chaqueta desaliñado, los ojos hinchados, arrugas en la cara y las manos y los cabellos canosos, son los únicos inquilinos de estas «cárceles», que parecen salidas de la novela «1984» de George Orwell.

Los maletines son un elemento recurrente en el trabajo del artista gallego, que en la obra «Segunda residencia» les atribuye un cometido arquitectónico y los transforma en los muros de una verdadera prisión con torres de vigilancia y alambradas eléctricas.

Estas carteras de trabajo, que muchas esculturas de Cordal sujetan firmemente a la altura del corazón, también sustituyen al queso como cebo en las trampas para ratones de la instalación «Hambre», en la que los hombres, siempre figuras masculinas, se han quedado atrapadas.

«Creo personajes eminentemente masculinos porque en este mundo en el que impera la desigualdad son ellos los que dominan, controlan y gestionan. Sin embargo, no apunto a toda la sociedad, únicamente a un fragmento de ella», aclaró el autor.

El compromiso de Cordal con el medioambiente y con Nantes, «capital verde europea» de 2013, se revela en la obra «Esperando el cambio climático», que está sumergida en las aguas del foso del castillo y que combina el hormigón con porciones de naturaleza, como los patos que curiosean la pieza entre zambullido y zambullido.

En este último trabajo las figuras del escultor pueden haber tenido la fortuna de subirse a un flotador y salvarse de la catástrofe ambiental, estos son un reducido grupo de tres, o la desventura de estar con la verdosa agua al cuello.

Laura Bayarri

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