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Las obsesiones infinitas de Yayoi Kusama colonizan Buenos Aires

Buenos Aires, 30 jun (EFE).- La mayor artista japonesa viva, Yayoi Kusama, invita a un viaje alucinatorio por sus obsesiones pop en la primera muestra retrospectiva de su obra en América Latina, que se inaugura hoy en la capital argentina.

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La fachada y los árboles del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) reciben a los visitantes tapizados de los lunares que Kusama ha convertido en su marca registrada, repetida y aumentada a lo largo de seis décadas.

«Obsesión infinita», comisariada por Philip Larratt-Smith y Francis Moris, traza el viaje vital de Kusama, de 84 años, a través de más de un centenar de obras, que incluyen pinturas, esculturas, vídeos e instalaciones.

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La muestra comienza con un recorrido por sus primeros lienzos, en un Japón arrasado tras la Segunda Guerra Mundial, en los que usó pinturas caseras y otros materiales improvisados.

Tras su traslado a Nueva York, en 1957, Kusama dio un salto en su carrera y adquirió notoriedad gracias a «performances» solitarias y a la reproducción en serie de símbolos, objetos cotidianos y hasta su propia imagen, características que la vinculan a Andy Warhol, al que conoció durante su residencia neoyorquina.

De su época en la capital cultural estadounidense son también las célebres «Acumulaciones», esculturas blandas de tela que reproducen falos como tentáculos amenazadores y evidencian la obsesión por el sexo de esta artista nipona.

La «princesa de los lunares», como la bautizaron sus fans, regresó a Japón en 1973 y cuatro años más tarde decidió instalarse voluntariamente en una clínica psiquiátrica, en la que reside desde entonces.

«Kusama sufre la enfermedad del verdadero artista. Es decir, de la artista como adicta al suicidio, cuya necesidad compulsiva de convertirse y de convertir su vida en una obra de arte conjura el miedo a la muerte y a la desintegración psíquica y le asegura la inmortalidad», explica Larratt-Smith en la presentación de la retrospectiva.

La artista japonesa ya declaró en un manifiesto de 1959 que su arte la borraba y «borraba a los otros con el vacío de una red tejida con una acumulación astronómica de puntos».

La idea de «autoborramiento», de suplantación del sujeto por puntos, es llevada hasta el extremo en su última creación, una habitación en blanco que el público intervendrá con adhesivos de lunares durante el mes y medio en que podrá visitarse la exposición en el Malba.

Mientras sus instalaciones tempranas eran «solitarias, alienantes y psicológicamente cargadas, sus obras ambientales más recientes son espacios sociales en los que los espectadores dicen experimentar placer e incluso una sensación de trascendencia», señala Morris, jefa de Arte Internacional de la Tate Modern londinense.

El mejor ejemplo es la subyugante «Infinity Mirrored Room» («Sala de espejos del infinito), donde Kusama arrastra al espectador hasta el espacio infinito a través de espejos y luces mágicas que cambian de color.

Su reclusión y excentricismo no impidió que la fama de Kusama se acrecentase con el paso de los años y que sus lunares multicolor traspasasen la frontera del arte para colonizar también al diseño, como en la colección de carteras que intervino para la firma Louis Vuitton, que alcanzaron precios astronómicos.

Paralelamente a su arte, Kusama ha desarrollado una carrera literaria con la publicación de trece novelas, una autobiografía y un extenso catálogo poético.

Con motivo de la exposición, el Malba y la editorial argentina Mansalva publican la primera traducción al español de dos de sus cuentos, «El escondite de los prostitutos de la calle Christopher» y «Acacia, olor a muerte», otra forma de asomarse al país de pesadillas de esta particular Alicia.

Mar Centenera.

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