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“Rayuela”, medio siglo jugando con Cortázar

Buenos Aires, 26 jun (EFE).- «A su manera este libro es muchos libros, pero sobre todo es dos libros». Así empieza el Tablero de Dirección que abre «Rayuela», la obra que revolucionó la literatura en habla hispana con su publicación en Argentina hace medio siglo.

Conferencias, debates y lecturas del texto conmemorarán esta semana en Buenos Aires el aniversario de la obra más emblemática de Cortázar, que inicialmente pensó en titularla «Mandala».

«Será una especie de bomba atómica en el escenario de la literatura latinoamericana», escribía, a punto de terminar la novela, Julio Cortázar a su representante y traductor, Paul Blackburn.

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El 28 de junio de 1963, esta «bomba atómica» llega a los lectores de la mano del editor Francisco Porrúa (Sudamericana) y sacude la literatura hispana como prólogo del «boom latinoamericano», que marcó el fenómeno editorial del continente entre 1960 y 1970.

Julio Cortázar (Bruselas 1914-París 1984) es entonces un escritor vanguardista, traductor de la Unesco, con dominio del inglés y el francés, instalado en París desde 1951 y admirador de la revolución de Fidel Castro como años más lo será del sandinismo en Nicaragua.

«Tuvo muy clara su misión desde temprano. Construyó un lenguaje que hoy hablamos y escribimos los argentinos», señala a Efe Josefina Delgado, escritora y directora de la «Colección de Protagonistas de la Cultura Argentina».

Cortázar empieza a gestar su «antinovela» mucho antes de su publicación. Ya en 1949, en una reseña de «Adán Buenosayres», de Leopoldo Marechal, advierte: «Estamos haciendo un idioma (…). Es un idioma turbio y caliente, torpe y sutil».

«Me propongo empezar por el final y mandar al lector a que busque en diferentes partes del libro, como en la guía del teléfono», escribe en 1960 a su amigo Jean Bernabé.

«Rayuela» es una «novela de vanguardia» y Cortázar «está convencido de que constituye un giro en la tradición occidental, como refleja su correspondencia con Porrúa, y goza de que pueda oponerse a «Sobre héroes y tumbas» porque detesta al escritor triste que ve en Ernesto Sábato», explica a Efe la escritora Matilde Sánchez.

Consciente del impacto de su «antinovela», Cortázar no oculta su inquietud por el destino del texto en su correspondencia personal, hasta el punto de que duda que Sudamericana llegue a editarla y baraja enviarla a México.

Su publicación se convierte en un acontecimiento para la elite cultural argentina y, pese unas primeras críticas decepcionantes, pronto alcanza un éxito de ventas hasta lograr catorce ediciones en diez años en Buenos Aires.

«Las chicas se vestían todas con poleras negras como la Maga. Todo el mundo leía Rayuela, todos iban con Rayuela bajo el brazo», recuerda Matilde Sánchez.

«Jóvenes y no tanto de diferentes generaciones quisieron, quieren y querrán ser La Maga, Oliveira….», apunta Delgado, para quien el escritor «nos ayudó a pensar, a entendernos un poquito más, a querernos un poquito más».

«Su gran triunfo fue revolucionar la literatura» con una «dimensión casi mágica», agrega.

En 1970, Cortázar escribía en la revista Nuevos Aires: «Estamos necesitando más que nunca los Che Guevara del lenguaje, los revolucionarios de la literatura más que los literatos de la revolución.»

Quizá entonces ya sabía que el «Che» había declinado leer el ejemplar de «Rayuela» que le dejó en uno de sus viajes a Cuba argumentando que «no tenía tiempo para la ficción», relata Sánchez.

Medio siglo después de la publicación de Rayuela, «el legado de Cortázar se ha desconsagrado injustamente» por las «decenas de horribles escritores cortazarianos» que proliferaron a la sombra del autor de «Los premios», lamenta Matilde Sánchez.

No obstante -reconoce- «Rayuela» es hoy lectura obligada en muchas escuelas argentinas, vende unos 30.000 ejemplares al año en América Latina y «Oliveira y La Maga conservan su carácter iniciático para los jóvenes que quieren seguir siendo escritores».

Julio Cortázar «está presente. No importa el género ni la edad. En cualquier bandera contra el prejuicio que hoy queramos levantar. Está con nosotros», concluye Josefina Delgado.

Madrid, 25 jun (EFE).- «¿Encontraría a la Maga?». Así comienza «Rayuela», la mítica novela de Julio Cortázar que marcó un antes y un después en la literatura en español y de la que el próximo viernes se cumplen 50 años de su primera edición, publicada por la editorial Sudamericana.

Y para conmemorar este aniversario se saca ahora una edición conmemorativa (en Alfaguara para España y América), que contiene un apéndice donde el propio Cortázar cuenta la historia de la novela e incluye también un mapa con el París de «Rayuela»: la rue Seine, la Biblioteca Mazarine, el Pont des Arts, el Pont Neuf, Monsieur Le Price, el cementerio de Montparnasse o la casa de Oliveira.

Un París impregnado por esa visión mágica y laberíntica de la ciudad, que se alternará en la novela después con el Buenos Aires de un melancólico Horacio Oliveira y su recuerdo de La Maga, la protagonista de la historia, en un París con mucha música, mucho jazz, humo, tertulias, amor, libertad y existencialismo.

Una publicación que coincide también con el centenario del escritor argentino, que nació en Bruselas, un 26 de agosto de 1914, y murió el 12 de febrero de 1984 en París.

Así es que en 2014 se cumplen los treinta años de la muerte de este escritor, autor de obras fundamentales como «Bestiario» (1951), «Historias de cronopios y de famas» (1962), «Todos los fuegos el fuego» (1966) o «62 Modelo para armar» (1968).

«Rayuela» salió de la imprenta el 28 de junio de 1963, una fecha clave para la novela por la trasgresión que hizo Cortázar forzando las fronteras de los géneros.

Algunos expertos consideran que con la publicación de «Rayuela» nació el llamado «boom» latinoamericano, al que luego se sumarían autores como Gabriel García Márquez, Vargas Llosa o Carlos Fuentes.

Una novela o «contranovela», como la llegó a llamar el propio Julio Cortázar, que rompió todos los estereotipos y fronteras al exponer todas las posibilidades de la experimentación narrativa.

Una especie de «collage» literario que se estructuró en 155 capítulos y podía ser leída de diferentes formas, como una clásica que acababa en el capítulo 56 y otra que empezaba en el capítulo 73 y le seguía una lectura laberíntica, como un juego de rayuela.

Para el escritor chileno y premio Cervantes Jorge Edwards, también vinculado al «boom» latinoamericano, esta obra «era muy original y muy de vanguardia. Sorprendió muchísimo. Y, leída hoy -añade-, sigue resultando muy atractiva».

«Hoy su lectura me resulta bastante inglesa -argumenta-, parecida a esas novelas inglesas del siglo XVIII del tipo de ‘Vida y opiniones del caballero de Tristram Shandy’, por su experimentalismo, sus digresiones, su laberinto, por no saber cómo se sale y, cómo no, por sus dosis de humor. Es una novela muy libre, en definitiva», precisa el autor de «La muerte de Montaigne».

Julio Cortázar», un niño grande, alto, desgarbado y siempre fascinado por lo moderno en todas las áreas de las artes, como la pintura o la música, como le recuerda Jorge Edwards cuando lo conoció en París en los años 60, hizo de «Rayuela» una obra clásica en todo el mundo, como «Cien años de soledad» (1967) de Gabriel García Márquez.

«Ningún otro escritor dio al juego la dignidad literaria que Cortázar, ni hizo del mismo un instrumento de creación y exploración artística tan dúctil y provechoso. La obra de Cortázar abrió puertas inéditas», dijo Mario Vargas Llosa.

El próximo mes de octubre, la editorial Alfaguara también publicará un Cortázar inédito, un libro extraordinario del escritor y que muestra una faceta poco conocida del autor. Bajo el título «Clases de literatura», el volumen recoge las lecciones de literatura que dio el escritor en Berkeley (California), en otoño de 1980.

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