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Hessel, el autor de “Indignaos” y humanista universal, murió en París

París, 27 feb (EFE).- El pensador, escritor, diplomático y resistente francoalemán Stéphane Hessel, autor del popular manifiesto «Indignaos» y en cuya vida se reflejó intensamente el siglo XX, falleció hoy a los 95 años en París.

Hessel se asomó además con un fuerte protagonismo a los retos del siglo XXI, como escritor de éxito que influyó poderosamente en un movimiento mundial de protesta juvenil frente a las injusticias sociales y económicas que aún tiene eco.

Como participante en la redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), el trabajo diplomático y como humanista de Hessel quedó impregnado de una constante preocupación por el respeto a los demás, pero también por el estímulo a la acción.

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Así, hace unos meses reconocía en una entrevista con Efe en su sencillo domicilio en París, de regreso de un viaje y a punto de partir hacia Ginebra, que además de haber animado a los jóvenes a indignarse, lo que es necesario ahora más que nunca es «comprometerse».

«Es decir, ante todo hay que dar confianza a las jóvenes generaciones. Estas no son incapaces de transformar el mundo que va mal en un mundo que irá mucho mejor. Tendrán que tener esperanza», dijo entonces el exdiplomático, incansablemente activo.

Presente para muchos, habrá a quienes sorprenda que detrás de movimientos como «Occupy Wall Street» se pueden encontrar pensamientos difundidos -y multiplicados por las modernas redes sociales- por un venerable anciano desde su apartamento parisino.

A pesar de exhibir siempre un optimismo vital que probablemente fue el que le hizo superar con éxito situaciones dignas de la mejor película de acción, Hessel admitió también que el momento actual de la Humanidad «es más grave».

Y ello porque el capitalismo ha creado «crisis muy graves», ha causado un crecimiento de la importancia del mundo de las finanzas y con este el de la especulación, frente a lo que llamó a un «civismo inteligente».

Resumió su mensaje para quienes quedan tras su muerte de la siguiente manera: «La joven generación puede basarse en su llamamiento a favor de los derechos y las libertades para obtener el cambio a una sociedad mundial que ya no esté gobernada por una oligarquía poderosa, sino organizada de manera que se dé a todos el mínimo que hoy necesita cada uno».

Hoy las manifestaciones de desolación por la desaparición física de Hessel se repitieron de nuevo como cada vez que un miembro destacado de la Humanidad deja de estar, y las instituciones lloraron públicamente la ausencia de un referente.

La Francia oficial mostró su lamento por la muerte del perfecto ejemplo de un ciudadano europeo -nacido en Berlín en 1917, naturalizado francés, políglota natural y entusiasta de una construcción continental hoy en entredicho por el regreso de los intereses nacionales- pero que fue más que francés.

Hessel pasa a la historia como uno más de aquellos pocos afortunados que consiguieron escapar al horror nazi desde el mismo borde del abismo pero también por el bello recuerdo que dejara en el cine François Truffaut, cuyo trío de «Jules et Jim» se inspiró en los padres de Hessel (Franz y Helen).

Cuando estaba a punto de cumplir los 95, Hessel reflexionaba desde un momento vital próximo al final que le permitía decir con toda tranquilidad y una sonrisa que «la muerte es quizás uno de los momentos más interesantes de la vida».

«El nacimiento es muy interesante, el amor es maravilloso, la admiración es necesaria, la poesía no se puede olvidar. Pero la muerte es algo para lo que hay que prepararse, es lo que dicen todos los filósofos, hace falta aprender a morir bien».

«Espero haber tenido éxito con ese aprendizaje y como ahora estoy muy cerca de la fecha en la que voy a desaparecer, tengo 95 años y no me queda mucho, estoy feliz de abordar esta última fase de la vida, esta última experiencia, como una golosina», afirmaba acomodado en su pequeño salón.

Por Javier Alonso

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