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Eduardo Berti vive una experiencia científica que busca resultados literarios

San Sebastián (España), 25 dic (EFE).- El escritor argentino Eduardo Berti carece de formación científica pero la curiosidad le ha llevado al Donostia International Physics Center (DIPC) para vivir una experiencia de acercamiento a la ciencia de la que saldrá algo que probablemente no será ni estricta ficción ni ensayo puro.

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Su estancia en este centro de San Sebastián (norte de España) parte de un proyecto para explorar los vínculos entre ciencia y literatura, iniciado el año pasado con «Mestizajes», un encuentro que reunió a representantes de ambos mundos.

Berti fue seleccionado tras una convocatoria pública y, según cuenta en una entrevista con EFE, el mismo día en que llegó a San Sebastián recibió la noticia de que había sido galardonado con el Premio de las Américas por su última novela, «El país imaginado», lo que le obligó a viajar a Puerto Rico al día siguiente para recoger el galardón en el Festival de la Palabra.

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«No soy un autor que haya puesto la ciencia explícitamente en el centro de mis libros y no sabía si eso iba a ser un punto a favor o en contra», comenta.

Pero sus «ganas» por participar en el proyecto «eran más fuertes que todo», destaca el escritor, que ha cumplido su primer trimestre de residencia en el DIPC -de octubre a diciembre- y regresará en marzo para iniciar la última etapa, también de tres meses.

No obstante, a Berti, hijo de un químico que dejó empezada una novela antes de morir, «hace mucho» que le interesan «los cruces», pero no los más evidentes, sino «los modelos tomados de la ciencia y aplicados formalmente como estructuras para cuentos o novelas».

Cita al grupo francés Oulipo y la obra de uno de sus miembros, «La vida: instrucciones de uso», de Georges Perec, de la que «ni se sospecharía que detrás hay conceptos matemáticos y científicos que aplicó como disparador para una inspiración formal».

Berti, que lamenta «no tener una base científica un poquito más sólida», ha leído «muchísimo material» y se ha reunido con investigadores, y no sólo físicos, ya que aunque el grueso de sus vivencias las desarrolla en el DIPC, también ha visitado centros como el Basque Center on Cognition Brain and Language (BCBL) y el CIC Nanogune, referencia en Euskadi en nanociencia y nanotecnología.

«El acto de crear es lo que más me está entusiasmando, ver cómo hay ideas, teorías, métodos. Trato de ver las cosas más nuevas, descubrimientos que a mí me repercuten y hacen eco en la tarea de escribir. Están apareciendo cosas muy interesantes», destaca.

Explica que los científicos del DIPC le comentan cuestiones «que no tendrían que ver mucho con la literatura», pero que intenta «traducir» a su propio «código», hasta el punto de hallar conexiones «entre los fractales y algo que cuenta Henry James».

Y además tiene para confrontar ideas a su compatriota Gustavo Schwartz, impulsor del proyecto e investigador del Centro de Física de Materiales, dependiente del CSIC y la Universidad Pública Vasca, con el que procesa en largas charlas su experiencia.

Berti, que ha vivido en París y lleva cuatro años haciéndolo en Madrid, asegura que se siente muy cómodo en esta ciudad, aunque le apena ver cómo se sufre la crisis en España.

«Reconozco muchísimas cosas de la Argentina. La diferencia es que a nosotros nos pasa todo el tiempo, uno ya tiene una gimnasia, aunque no se puede comparar porque hay otro contexto», señala.

No obstante, busca «todo el tiempo hacer un puente» con su país, con cuyos medios periodísticos sigue colaborando y donde continúa la pequeña editorial que fundó en 2006 junto a un amigo.

En «El país imaginado» no recurre a ninguno de sus lugares, sino a China, «un marco lejano para hablar de temas absolutamente universales», como la amistad, el amor, el deseo y la muerte.

Lo hace a través de la voz de una adolescente, a la que sitúa en los años 30 de siglo pasado. Una época y un sexo ajenos para construir una bella historia de sutil erotismo, superstición y convenciones sociales que, sin embargo, no nace de la distancia.

«Siento que la novela está llena de experiencia propia, más que en otros libros que parecen más cercanos», asegura.

Ana Burgueño

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