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Fernando de Szyszlo se acerca a los 87 años “matando” sueños con sus lienzos

Lima, 30 jun (EFE).- El célebre pintor peruano Fernando de Szyszlo dice que no ha pasado un día sin que deje de trabajar, pues es una «compulsión» que lo acompaña desde que se inició en el arte y «lo ayuda a soportar la vida», según señala en una entrevista con Efe en vísperas de su 87 cumpleaños.

«Lo único que me importa ahora es pintar porque ya siento que se me ha acabado el tiempo. Que estoy jugando, como dicen en fútbol, los descuentos», asegura De Szyszlo.

El pintor tiene planeado trasladarse junto a su familia a una playa de Nueva York para escapar durante un mes del invierno limeño.

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Allí celebrará su cumpleaños el 5 de julio y seguirá volcado en sus cuadros.

En Lima, el artista mantiene una rutina inquebrantable en su amplio estudio situado en el segundo piso de su casa, donde solo trabaja con luz natural y en el que pasa muchas horas en solitario para encontrar su forma de expresión entre trazos abstractos, bocetos y botes de pintura, siempre con un fondo de música clásica.

Aunque De Szyszlo, de cabello cano, andar ágil y memoria prodigiosa, cuenta con diversas distinciones nacionales e internacionales por su trayectoria reconoce que siente «terror» cada vez que tiene ante sí un lienzo en blanco.

«Es un desafío en el que en la primera parte es fascinante porque uno va vislumbrando lo que puede salir y después se le va escapando. Yo siempre he dicho que la pintura es el homicidio de un sueño. Usted trata de coger ese sueño y se le escapa, es terrible. Pero eso al mismo tiempo es lo que le hace a uno seguir pintando», relata.

La vida de De Szyszlo siempre ha estado vinculada a artistas: es sobrino del escritor peruano Abraham Valdelomar, tuvo como primera esposa a la poeta Blanca Varela y entre sus amigos más entrañables está Mario Vargas Llosa y estuvo Octavio Paz, ambos premios Nobel.

Su primera estancia en París, entre 1949 y 1955, le abrió los ojos al arte abstracto y, pese a la precariedad en la que vivía, ahí «aprendió a pintar» y a reconocerse como «latinoamericano».

Fue en esa travesía en la que conoció a Octavio Paz, quien le presentó a grandes pintores, escritores y artistas de esa época.

«Tuve mucha suerte porque acababa de terminar la Segunda Guerra Mundial y París estaba llena de vida y todos sus monstruos estaban vivos: Picasso, André Bretón, Sartre, Camus», rememoró.

De Szyszlo, que tiene a John Lennon como uno de los compradores más famosos de sus cuadros, confiesa que el arte actual no le interesa porque ha perdido su misterio y su carácter sagrado.

«El artista tiene que sacar de su inconsciente algo que hable al inconsciente de los otros y ese es el secreto de la pintura, y eso es lo que no tiene el arte como espectáculo, dedicado a agradar o agredir al espectador», sostuvo.

Autor de unos 3.000 cuadros, De Szyszlo afirma que no le cuesta desprenderse de ellos, aunque conserva algunos como el que realizó en homenaje a su hijo menor Lorenzo, quien murió en un accidente de avión en 1996: «Pintar me ayudó a soportar una cosa tan insoportable y tan inaceptable como es la muerte de un hijo».

En su serie Sol Negro, inspirada en los poemas del francés Gérald de Nerval, De Szyszlo integró las piezas dedicadas a su hijo, en uno de sus trabajos más oscuros y descarnados.

«Yo soy una persona melancólica y siempre he tenido la muerte muy presente en mi vida. Nunca he dejado de pensar en la muerte. Siempre la he tenido cerca y ahora la tengo al costado. Siempre digo que ya no tengo futuro, ya no tengo sino presente», remarca.

Para el peruano, sus obras nunca están terminadas: «Todos los cuadros me han costado mucho y todos se me han escapado. Cuando voy a una retrospectiva como la que me hicieron en el Mali (Museo de Arte de Lima) el año pasado, lo que me provoca es ir con mis pinceles y retocar, mejorar los defectos», señala entre risas.

Sus obras han intervenido algunos paisajes urbanos de Lima al igual que museos que conservan su legado durante sus diversos periodos creativos.

«He hecho una donación al Mali de diez cuadros y al Museo de Arte Contemporáneo también de otros tantos porque lo que quiero es que mis obras estén para que las vea la gente y no para que sean propiedad de una persona», puntualiza.

Diana León Banda

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