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Con “nostalgia”, Carmen Thyssen custodia el legado del barón Thyssen

Madrid, 26 abr (EFE).- Diez años han transcurrido desde la muerte del barón Heinrich von Thyssen-Bornemisza, una década que Carmen Cervera ha vivido «muy sola», «echándole mucho de menos» y volcada en el Museo Thyssen de Madrid, el Carmen Thyssen de Málaga, en el sur español, y en el cuidado de sus pequeñas mellizas.

Han sido años «de nostalgia» y de alegrías «al recordar las cosas bonitas que pasamos juntos», comentó durante una entrevista con Efe la baronesa, quien al fallecer el barón se puso como objetivo que la colección de este no se desperdigara.

«Cuando su padre murió, sus hermanas y sus cuñados no respetaron sus última voluntades y vendieron los cuadros atesorados durante años. Tenía unos cuadros maravillosos, que son los que están ahora en el Thyssen», recordó la baronesa.

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Heinrich von Thyssen-Bornemisza se pasó toda su vida «recuperando los cuadros que había vendido su familia. Mi marido se hizo coleccionista de esta manera, luego le surgió la pasión, como nos ocurre a los que estamos rodeados de obras de arte».

Carmen Cervera reconoce sin reparo que ella ha «salvado» la colección del barón y la de su padre, que alberga el Museo Thyssen de Madrid. «Su gran miedo era que ambas no pudieran permanecer unidas. Conseguí lo que él deseó toda su vida. Me siento orgullosa de ello y de haber cumplido los deseos de una saga muy importante en la historia de Europa».

Un problema pendiente es la situación de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza, formada en su mayoría por obras que heredó del barón, con autores como Canaletto, Fragonard, Constable, Courbet, Monet, Sisley, Renoir, Degas, Gauguin, Rodin, Matisse o Picasso y que se exhibe junto a las obras que el Estado compró al barón para su exhibición en el Museo Thyssen, de Madrid.

Carmen Cervera cedió su colección de forma gratuita durante once años. En 2011 finalizó el plazo y, tras un fuerte pulso con la entonces ministra de Cultura, Ángeles González Sinde, se renovó el préstamo gratuito por otro año más, prorrogado de nuevo por el mismo periodo el pasado febrero.

Previsiblemente, la cesión en estas condiciones no volverá a producirse. La baronesa cree que tiene que pensar en el futuro de sus herederos, «que no pueden ser tan románticos como yo».

«Mi deseo es recibir un alquiler. No quiero venderla, prefiero que me pertenezca a mi o a mis herederos y que luego sean ellos los que, dentro de 20 o 25 años, decidan».

El alquiler, considera, es una opción justa. «La colección me cuesta anualmente mucho dinero y jamás he pedido que se me paguen los gastos que genera».

Además, los «sacrificios» son muchos. «Tengo alma de coleccionista y cuando veo un cuadro bueno me conmueve, como le ocurría a mi marido», lamentó, pero «se me va de las manos y no lo puedo comprar» porque «todo lo tengo invertido en arte».

El Thyssen es, en su opinión, un modelo de institución. «Este año tenemos a nuestro favor cinco millones de euros. Me siento muy orgullosa de la forma en que se lleva el museo, en el que se siguen unas pautas que ya marcamos al principio mi marido y yo».

Al traer, gracias a su mediación, los cuadros del barón a España «Madrid se convirtió en la capital museística más importante del mundo. El Thyssen, con unas obras espectaculares, ha venido a reforzar las colecciones que ya teníamos en España».

Defensora de que lo fundamental en los museos son sus obras permanentes, Carmen Cervera cree que las muestras temporales son importantes por su repercusión mediática pero se debe fomentar el conocimiento de la colección.

A un museo «se va mil veces y nunca se ha acabado de verlo. Los cuadros siempre tienen sus magias que te sorprenden. Con la colección de mi marido, que la conozco perfectamente, cada vez descubro cosas maravillosas».

En el terreno personal, su vida se centra en sus hijas mellizas, a las que ya está introduciendo en el amor al arte.

«Son monísimas, ya saben los nombres de muchos pintores. Las estoy inculcando conocimientos a mi manera», declaró la baronesa que, sin embargo, no mantiene muy buenas relaciones con su hijo Borja, a quien el barón le dio sus apellidos, y su nuera Blanca Cuesta, que ayer anunciaron que esperan su tercer hijo.

Al hablar de Francesca, la hija del barón que es miembro del patronato del Museo Thyssen, consideró que «siempre es igual. Un día te quiere mucho y al día siguiente no te conoce. Ella es así».

Una de las últimas desavenencias surgió cuando el Thyssen decidió no organizar una exposición dedicada a la colección de Francesca. «Ella no tiene colección, es una galerista que representa a artistas actuales», concluyó.

Mila Trenas

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