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Chicago despide a un cine latinoamericano que confía en los mercados globales

Chicago (EE.UU.), 26 abr (EFE).- Chicago cerró hoy la 28 edición de su festival de cine latino, que ha evidenciado la confianza de esta cinematografía en los mercados globales, donde encuentra una mejor formación de sus cineastas, una mayor financiación y la posibilidad de explotar el potencial hispanoamericano.

El certamen, que es no competitivo, ha construido durante dos semanas una panorámica de la producción cinematográfica en Latinoamérica, España y Portugal a través de 140 largometrajes y cortometrajes, entre los cuales se erigirá a finales de semana el premio del público.

«Es una herramienta para combatir la discriminación, decir que nuestro cine está presente y crear un elemento unificador entre las diferentes nacionalidades latinas», explicó a Efe el director del certamen, Pepe Vargas, que admitió un «descenso notorio» de público pese a «la apuesta por la calidad».

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El festival se ha posicionado de nuevo como un punto de encuentro de cineastas hispanoamericanos y de intercambio de impresiones de migrantes latinos en Chicago y el público estadounidense en general, a través de los coloquios.

Muchos de los directores no han necesitado intérpretes al inglés en estos encuentros: pese a producir cine en sus países, muchos de ellos reconocen que la formación cinematográfica o su experiencia previa a la dirección de largometrajes la buscaron en el extranjero, especialmente en países anglosajones.

«Casi es indispensable viajar al extranjero y ver cómo trabajan en sitios con una mayor industrialización del cine», defendió el director Sergio Teubal, cuya ópera prima «El dedo» ha sido una de las revelaciones del año en Argentina y en los festivales internacionales.

Cineastas de Argentina, Ecuador, Venezuela, México, República Dominicana y Puerto Rico habían vivido en ciudades como Nueva York, Londres o Madrid antes de usar la claqueta en sus países de origen.

La mirada hacia el exterior del cine latinoamericano también se sustenta en un potencial mercado de varios centenares de millones de personas y que no se concibe como un conjunto donde se distribuyan fácilmente las cintas.

El cineasta venezolano Diego Rísquez abogó por «involucrar el cine como material audiovisual estable entre países, como un espejo de la cultura y un retrato de la sociedad».

De momento, la fórmula para conseguirlo han sido las coproducciones, como las que impulsa el programa Ibermedia y que posibilitan conseguir mayores presupuestos.

«Una de las formas de crear un mercado común es la coproducción», defendió el chileno Pablo Perelman, director de «La lección de pintura», en la que Chile, España y México aportaron recursos y talento.

Mientas que los productores de potencias como México se muestran todavía reticentes, los cineastas de países menores del continente ven imposible producir actualmente sin esta figura.

«Contribuye a que tu película se distribuya automáticamente en tu país y en el de la coproducción -destacó el ecuatoriano Sebastián Cordero, director de «Pescador»- y además se puede acceder a fondos de los varios países que participan».

Un socio europeo todavía es mejor, para el director de «Estamos juntos», el brasileño Toni Ventura.

«Cuando yo pienso en coproducciones, hablo de Europa. Por ejemplo, el cine argentino tiene una introducción a través de España mucho mejor. Es la puerta de Europa», aseguró.

No obstante, España ya no genera la confianza de antes para los cineastas que se mueven entre los dos lados del Atlántico, ya que consideran que el sector del cine tiene actualmente dificultades para emprender proyectos o para arriesgarse en distribuir filmes latinoamericanos en las salas españolas.

«Las dificultades de producción en España no solo existen con los países latinoamericanos, toda la producción está en crisis con el recorte aplicado en el sector del cine español», añadió Frank Spano, afincado en Madrid, que proyectó su filme «Hora menos», una coproducción entre España y Venezuela.

Otro motor actual son las ayudas estatales y las legislaciones que incentivan la industria del cine, como explicó la productora peruana Verónica Oliart.

En ese sentido, destacó las cuatro cintas nacionales que se producen de media en Perú, mientras que, aseguró, cuando no hubo regulación los largometrajes peruanos fueron inexistentes.

«Con la nueva situación, hay directores nuevos que están haciendo películas chéveres», puntualizó. Damià S. Bonmatí

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