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Julio Iglesias hizo suspirar en Chile en una otoñal noche santiaguina

Santiago de Chile, 13 abr (EFE).- El cantante Julio Iglesias, uno de los diez mayores vendedores de discos en la historia de la música mundial, hizo suspirar hoy en Chile a unos diez mil fanáticos que corearon y aplaudieron sus canciones en una otoñal y helada noche santiaguina.

En un recinto abarrotado de un público transversal, Iglesias ingresó al escenario con una media hora de atraso, una situación que a sus admiradores no les importó y que le perdonaron nada más se hizo presente.

Con una banda formada por seis músicos y un coro de tres bellas muchachas, el cantante de 68 años, inició su presentación con un arreglo especial de la canción Nathalie, que incluso confundió a sus incondicionales que les costó identificar la letra debido al cambio de algunos de sus acordes en la melodía.

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Iglesias, un viejo conocido de estas tierras, cambió de inmediato el ritmo por un corralito colombiano del cantante Carlos Vives.

La rima contagiosa de «La gota fría» hizo mover los pies de las miles de personas que habían llegado al recinto situado en el Parque o’Higgins, situado a unas diez manzanas del Palacio de La Moneda, sede del Ejecutivo.

Ya con el público en el bolsillo, el cantante de habla hispana con más éxito comercial de todos los tiempos, se sentó en una banqueta, saludó y comenzó a bromear con el público.

En alusión a su siguiente interpretación Iglesias dijo que si las mujeres bailaban esa noche, ya en sus casas, igual como la pareja que lo iba a hacer en el escenario «se quedaban embarazadas», causando la risotada de las miles de personas.

«Corrientes tres cuatro ocho, segundo piso, ascensor/Y todo a media luz, que es un brujo el amor…». Bastaron esos versos y los compases del tango «A media luz», para que el público comenzara a corearla, mientras una pareja bailaba cadenciosamente en el escenario.

El cantante, que en su España natal, es el mayor vendedor de discos con más de 23 millones de copias, siguió a continuación con una batería de famosas canciones como «Échame a mi la culpa», «Un canto a Galicia» que Iglesias se la escribió a su padre y «Me olvidé de vivir».

Una de sus mejores canciones logradas como fue «Manuela» fue coreada y cantada por sus adeptos, después de haber interpretado la versión en inglés de «Crazy».

Los más grandes aplausos los recibió el artista cuando reveló que sus cinco hijos que tiene con su segunda mujer Miranda, han sido criados por dos nanas chilenas.

El artista aprovechó esta situación para hilvanar con una canción dedicada a una de sus hijas «De niña a mujer», tema que en 1982 rompió en Japón la marca de vender en seis meses un millón doscientas mil copias y posteriormente otra gran canción: «El amor».

Posteriormente brindó al público el gran éxito de George Harrison, «My Sweet Lord», al que siguió un tema de su autoría «La carretera» para rematar con la guaracha «Me siento de aquí».

Volvió a la carga con otra batería de sus canciones como «Abrázame» y «Hey», ésta última que en 1980 fue nominada para un Grammy Award en la categoría de Álbum Pop Latin, y del que se vendieron unas 20 millones de copias en todo el mundo, y «Me va, me va».

Iglesias, que en 1977 batió la marca de asistencia en Chile, donde más de 100.000 personas asistieron a su concierto en el Estadio Nacional, en lo que se ha considerado como el mayor acontecimiento musical de la historia de América Latina, dijo casi al término hoy de su presentación: «a este pueblo le debo mucho, gracias por quererme tanto, ya no sé si voy a volver a Chile».

Como corolario a su actuación, el artista interpretó «La vida sigue igual», primera canción que compuso y grabó durante la convalecencia de un grave accidente de tránsito que sufrió y con la que ganó el Festival de Benidorm.

Prácticamente al artista no se le escuchó, ya que el aforo del recinto capitalino fue una sola voz para corear la letra con la que seguramente muchos de los matrimonios mayores que se encontraban presentes, se enamoraron.

Finalizó su gran actuación cantando en español «A mi manera». La gente le despidió de pie con un aplauso que se prolongó por varios minutos, que obligó al artista a regresar en dos oportunidades al escenario, aunque no volvió a cantar. Habían pasado casi dos horas.

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