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(Video) El ardiente y fervoroso culto al martirio en la teocracia iraní

 La iraní Fatemeh Tayik perdió a su primer marido y a un hijo en combate pero, antes que triste, se muestra orgullosa por tener dos mártires en su familia. Un culto al martirio en la teocracia iraní

Esta ideología se fundamenta y tiene su mayor exponente en el martirio del imán chií Husein en la batalla de Kerbala en el 680 de nuestra era, que se conmemoró este mes en la festividad de la Ashura. Sin embargo, este culto no está anclado al pasado y su concepto se ha ampliado a la resistencia contra la opresión.

En Irán, son venerados como mártires desde aquellos que murieron en combate durante la guerra con Irak (1980-1988) a los científicos nucleares supuestamente asesinados por Israel. También los que fallecieron más recientemente en los conflictos de Siria e Irak, entre muchos otros.

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«Como musulmana, estoy orgullosa tanto por el martirio de mi esposo como por el de mi hijo porque el martirio no se le concede a cualquiera. Como dijo el imán Jomeiní (fundador de la República Islámica), el martirio es el arte de los hombres de Dios», asegura a Efe con convicción Tayik.

El ardiente y fervoroso culto al martirio en la teocracia iraní.

Su primer marido era miembro de la Guardia Revolucionaria y falleció en la guerra con Irak «defendiendo sus creencias en la batalla del bien contra el mal», cuenta su viuda en el santuario teheraní de Alí Akbar.

Tiempo después, la mujer se volvió a casar y uno de los dos hijos de ese matrimonio, Mohamad Hosein, se integró en la fuerza paramilitar de voluntarios islámicos Basij y fue a luchar contra el Estado Islámico en Siria. A estos jóvenes se les denominó «defensores de los santuarios».

En 2017, con solo 21 años, ya había ido en dos ocasiones a Siria: «Si una persona muere de modo natural, nadie se acuerda de ella después de cien años, pero aquel que se convierte en mártir, su nombre se inmortaliza», dijo entonces Hosein en una entrevista con Efe.

El joven no perdió la vida en el país vecino sino cerca de su casa, en Teherán. Fue unos meses después, durante unos enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad y seguidores del grupo sufí Dervishes Gonabadi.

Para su madre, es «un honor» haber cedido a su esposo y a su hijo a la causa de la República Islámica y se siente incluso «en deuda» con un sistema que, a su juicio, «ha levantado la bandera del querido islam que durante años ha estado oprimido».

«Desde hace 40 años, hemos tenido todo tipo de enemigos internos y externos que estaban decididos a hacer fracasar la Revolución (Islámica de 1979) pero, con la ayuda de Dios y el esfuerzo de jóvenes como Mohamad Hosein, esta revolución sigue su ruta con fuerza y honor», subraya la mujer.

A cambio, la República Islámica honra a sus mártires. El ayatolá Ruholá Jomeiní creó un año después del triunfo de la revolución de 1979 la Fundación de Mártires y Veteranos de Guerra, que ofrece ayuda financiera a los familiares.

Mientras sus descendientes disfrutan de ciertos privilegios como plazas en las universidades o preferencia a la hora de optar a puestos de trabajo, los mártires son venerados con murales con su imagen o dando nombre a calles, escuelas y hospitales, entre otros.

También ocupan un lugar especial en los cementerios y sus tumbas están decoradas con el símbolo de un tulipán. El mausoleo de Alí Akbar solo guarda por ejemplo los restos de mártires, mientras que el camposanto teheraní de Beheshte Zahra les dedica un espacio determinado.

SIGUIENDO LA ESTELA DEL IMÁN HUSEIN

Según el clérigo Mahmud Riazat, profesor de jurisprudencia islámica e historia del islam en la universidad y en el seminario, «el primer mártir es Abel» ya que fue asesinado por su hermano Caín en «el primer conflicto entre la razón y la opresión».

No obstante, Riazat explica a Efe que «la cúspide de la cultura chií del martirio» se alcanza con el imán Husein, nieto del profeta Mahoma que murió en la citada batalla de Kerbala dando inicio al cisma entre las dos ramas principales del islam.

Ese suceso se recuerda cada año en la festividad de la Ashura, que tuvo lugar el pasado jueves, cuando las cofradías se visten de luto y realizan multitudinarias procesiones entre rezos, llantos, flagelaciones y gritos de «Husein, Husein».

«Nuestros mártires de la Revolución Islámica, los del grupo libanés Hizbulá, los de Hashad al Shabi (la Multitud Popular iraquí) o los mártires ‘defensores de los santuarios’, todos se han movido en el camino del imán Husein», afirma el clérigo, con rango de hoyatoleslam.

La República Islámica considera también mártires a algunas personalidades que lucharon contra el régimen del Shá Mohamad Reza Pahlaví y a otras que murieron tras la revolución que depuso a la monarquía.

Es el caso del asesinato mediante una bomba el 30 de agosto de 1981 de los entonces presidente, Mohamad Alí Rayaí, y primer ministro, Mohamad Yavad Bahonar, perpetrado por el grupo opositor Muyahidin Jalq y del que se conmemora ahora el 40 aniversario.

Algunos de los mártires más recientes proclamados por Irán y que han tenido gran repercusión internacional son el poderoso comandante de la Guardia Revolucionaria Qasem Soleimaní y el prominente científico nuclear Mohsen Fajrizadeh.

Soleimaní murió en un bombardeo selectivo estadounidense en Bagdad en 2020, mientras que Fajrizadeh fue asesinado el pasado noviembre en un atentado terrorista, del que Irán acusa a Israel. Ambos cuentan ya con calles y plazas a su nombre para perpetuar su legado.

EFE

El ardiente y fervoroso culto al martirio en la teocracia iraní

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