No podemos seguir callados. Somos periodistas, pero también somos hinchas de Atlético Nacional, conocemos su historia, vivimos la época del título de 1989 y ya es hora de no quedarnos pasivos antes estas situaciones.
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Vivimos tiempos en que el prestigio y el buen nombre se diluyen como regar agua en la arena. Cualquiera dice cualquier cosa y obtiene un micrófono, un trino y otros elementos para crear ecos que muchas veces generan situaciones que dividen más, llegan a la violencia y se dicen así, sin ton ni son y al vaivén de la versión de X o Y; olvidando premisas sagradas del periodismo como la confrontación de diferentes fuentes, de los implicados en las versiones y de actores fundamentales de los sucesos.
De ahí este texto a cuatro manos ante las declaraciones recientes del exárbitro argentino Carlos Alfonso Espósito sobre lo que aconteció antes, durante y después del partido en el que Atlético Nacional goleó 6 por 0 al Danubio de Uruguay, en el marco del juego de vuelta de la semifinal de la Copa Libertadores de 1989.
Espósito está próximo a cumplir 79 años y, luego de 31 años, decidió contar su versión de lo que ocurrió en Medellín cuando encabezó una terna arbitral argentina para pitar el partido mencionado. Es así como un grupo de periodistas del programa Un buen momento, de Radio La Red, de Argentina, lo llamó y entre todos, incluyendo los periodistas que sagazmente llevaron los hilos del relato del hoy septuagenario Espósito, recordaron todo lo que pasó.
Espósito era un árbitro de recorrido. Había pitado en el Mundial de México 1986, dicen que, si Argentina no hubiera llegado a la final, él era candidato a dirigir ese partido y, en sí, era un pito curtido en canchas del continente.
Al escuchar con detenimiento, varias veces, y hacer un “mapa conceptual” del relato de Espósito, hay incongruencias, preguntas, dudas, incertidumbres y muchas contradicciones. No en vano, Juan Antonio Bava, uno de los asistentes de línea de esa terna, ya había contado una versión, muy al son del humor, del chascarrillo y la risa, de esta historia que retomó Espósito 31 años después bajo el manto de una memoria de 79 años.
En el programa La tertulia verdolaga, del que hacemos parte, quisimos hacer el ejercicio periodístico completo, a diferencia del medio de comunicación argentino que se quedó solo con el testimonio de Espósito, y nos pusimos en la labor de encontrar, hablar y hacer una transmisión con los protagonistas de los hechos que relata el árbitro. Buscamos a dos jugadores de Atlético Nacional: Alexis García y René Higuita; a uno de los directivos del club paisa de la época: Gilberto Molina; al profesor Francisco Maturana y también a un directivo o a un jugador del club uruguayo Danubio.
Lamentablemente no pudimos, por tiempo en la operación logística, tenerlos a todos, nos confirmaron algunos, pero el ideal era todos o ninguno, para así poner con claridad sobre una misma mesa sus versiones y darle verdad a esto con sus actores y no con uno solo: Espósito.
Queremos ser muy claros en reconocer que la Medellín de 1989 no era un paraíso. Acá pasaban cosas muy graves y se cultivaba el hecho de ser una de las ciudades más peligrosas del planeta con el mayor número de homicidios por cada 100.000 habitantes. Acá, en esos tristes y oscuros tiempos, estábamos bajo el manto asqueroso del imperio del mal de uno de los hombres más sanguinarios que ha dado la humanidad: Pablo Escobar. Con ese sujeto no había límites y era capaz de cualquier cosa.
Dentro del marco del relato de Carlos Espósito no es descabellada la versión sobre el que alguien o algunos lo hayan abordado para ofrecerle dinero, amenazarlo o algo más, dentro del hecho de tratar de influir en el resultado del partido a favor de Atlético Nacional. Eso, sin tener la certeza de nuestra parte y sin corroborar al 100 % si pudo suceder. Lo que sí no queremos dejar pasar por alto son las acusaciones de Espósito con relación a la complicidad del club Atlético Nacional con estos sucesos y, también, el hecho de plantar la duda sobre la actuación del club Danubio en esta historia. De igual manera, en la descripción exagerada y fantasiosa que da sobre lo que era la Medellín de ese año.
El relato del árbitro
Procedamos con lo que le dijo Carlos Espósito al programa Un buen momento, de Radio La Red, de Argentina y con nuestras preguntas, dudas, e incertidumbres:
“Todo arrancó desde que llegamos al aeropuerto de Medellín. Los árbitros colombianos que nos fueron a recibir ya nos habían entregado, estuvimos obligados (…). Nos decían, durante el trayecto del aeropuerto al hotel, que acá habían matado a un árbitro, que en este otro lugar a un juez de línea…”.
Nos preguntamos: un árbitro del recorrido que ya tenía Espósito, con un mundial encima, amparado por su terna, que eran sus amigos, y ante ese discurso que le estaban planteando, ¿no se le ocurrió pensar que no había condiciones para llegar a la ciudad? ¿Por qué no pidió que lo regresaran al aeropuerto para llamar desde allá a los directivos y contar lo que se supone le estaban diciendo y advertir de esta situación? ¿Por qué siguió? ¿Por qué al llegar al hotel no le contó a algún miembro de la Conmebol sobre estas presiones? No lo hizo, lo dejó pasar. Duda enorme esta.
La descripción de los hechos continúa: “Tuvimos un pequeño roce con otro coche, y como no se podían mover los autos debimos esperar por una hora a la Policía. Así estuvimos mientras pasaban camiones y camiones con hinchas de Nacional”.
El testimonio sigue mostrándonos lagunas. El juez menciona que pasaban camiones (buses) con simpatizantes de Nacional. ¿Buses llenos de aficionados un día antes del partido? ¿A dónde iban esos fanáticos? No eran tiempos de previas, ni banderazos en los entrenamientos como hacen las barras de unos años para acá. Nacional no tenía su sede deportiva en el municipio de Guarne por esa época. Y era bastante raro encontrar tantos autobuses por una carretera más rural que urbana, por donde pasaban unidades de transporte público intermunicipales, pero con menos frecuencia; ya fuera por Las Palmas, Santa Elena o Guarne, las tres rutas que conectaban con el aeródromo.
El colegiado argentino prosigue con los hechos: “Me invitaron a una cena y les dije que no. Me levanté a pagar mi cena en el hotel y le dije a la camarera que me llevara un bidón de agua (a la habitación), porque en Medellín no había agua potable…”.
¿No había agua potable? ¿Habla Espósito de la Medellín de 1889? Porque en Medellín, pionera en servicios públicos de este país, hay agua potable en más del 85 % de la ciudad desde 1950. Duda enorme que genera incertidumbre.
La amenaza
Llega la escena fuerte de esta narración, y así lo evoca el árbitro: “Y atrás entró el famoso ‘Popeye’, bien vestido, traje, corbata. Traía un maletín. Lo abrió y dijo: ‘Acá hay 250.000 dólares. Llévenselo, tranquilos, van a salir de Colombia sin problemas’. Les respondimos que habíamos ido a trabajar como corresponde. Cerró el maletín y mencionó: ‘La vida de ustedes acá no vale nada. Y en Buenos Aires nos puede costar 1.000 dólares por cada uno’. Y ahí se fueron…”.
Nos preguntamos: eran tiempos en que no existían series sobre el narcotráfico colombiano, no habían nacido Netflix ni internet, estábamos en la era del betamax y el VHS. El rostro de ‘Popeye’ no era muy conocido por los colombianos, menos aún por un extranjero. ¿Cómo supo que era él? ¿Él llegó y dijo: “Buenas noches, señores árbitros, soy ‘Popeye’”? Duda e incertidumbre enorme.
Nos indagamos: era la época de los zapatos Zodiak, de las pintas tipo Miami Vice y, adicional a esto, no hemos conocido un registro o una versión que describa a un sicario de Escobar, menos aún del perfil de ‘Popeye’, que vistiera con impecable traje y corbata. Eso, de pronto, pasaba en la mafia de Al Capone, en Chicago; acá en Medellín, no. Duda e incoherencia enorme.
Lo otro, en tiempos en que las autoridades buscaban a los miembros del cartel de Medellín y les daban de baja, ¿‘Popeye’ iba a ir a un hotel concurrido de la ciudad a amenazar a un árbitro, arriesgando su vida, libertad e incluso ser perseguido hasta la guarida de su patrón? ¿Era necesaria la presencia de este lugarteniente allí? ¿No tenían a cargo más de 1.000 asesinos en la ciudad para realizar esta operación?
¿Cuánto dinero al fin?
En una versión que dio el juez de línea Juan Antonio Bava para la revista El Gráfico (1996) y en el programa Pura química en 2011, dice que en el maletín había un millón de dólares. Espósito afirma que eran 250.000, se contradicen. En sí, ¿cuánta plata había? No especifican qué pasó con el dinero. ¿Se quedaron con él? ¿Lo botaron? ¿Qué sucedió con la plata? Duda e incoherencia enorme.
Además, en la nota con Pura química, Bava menciona: “El que mandaba nos dice que había un millón de dólares”. En ningún momento asegura que ese que “mandaba” era ‘Popeye’, pero qué curioso que después de que este personaje saliera de la cárcel, publicara libros, hiciera ‘narcotours’, se volviera youtuber y se diera el boom de las narcoseries: El patrón del mal (2012), Narcos (2015) y Alias JJ (2017), ya quien “mandaba” tenga nombre, descripción, ademanes e identificación para el señor Espósito.
Las horas posteriores
“Fue muy difícil, no dormimos nunca. Nos asomábamos por la ventana y veíamos a unos tipos que nos vigilaban. También nos tocó cambiar nuestro vuelo de regreso para salir de Medellín para Bogotá la misma noche del partido (…)”.
Nos preguntamos: no existían los celulares ni internet, lograron cambiar el vuelo, hicieron todo esto, tenían miedo, no comían ni dormían nunca y, ante todo ese gravísimo panorama, no llamaron a las autoridades para que no se jugara el partido, para reportar lo sucedido, para decirle a la Conmebol que esto era inviable y que, si no habían comido ni dormido, no estaban tampoco en condiciones físicas para pitar. No, en lugar de eso se quedaron en silencio. Raro, ¿no? Y, reiteramos, la plata… ¿qué?
Espósito da más detalles en la entrevista y, confrontando con la versión de Bava, hay otra incongruencia. Bava asegura que no salieron del hotel hasta que se marcharon para el estadio. Espósito menciona que se resguardaron en el hotel, que no pensaban salir, ni querían hacerlo, pero que el juez colombiano Octavio Sierra los obligó a trasladarse por la ciudad para tramitar un permiso de trabajo y así poder ejercer su labor en el juego. ¿Al fin salieron o no? ¿Necesitaban un permiso de trabajo para ser jueces de un partido?
Ya en el estadio, expresa Espósito: “Pido que me traigan al jefe de la Policía de Medellín porque, terminado el partido, teníamos que salir rápido para el aeropuerto”.
¿No aprovechó la presencia del oficial para hablarle de las amenazas? ¿De los 250.000 dólares? ¿De la falta de garantías?
Un nuevo detalle que causa inquietud es cuando comenta: “Ese jefe de la Policía que nos llevó al hotel, en Rionegro, y luego al aeropuerto, 15 días después lo acribilla Escobar en un auto. Como se aprecia en la serie”.
En este punto es mucho más dudosa la narración. La vemos errada y fuera de la realidad. Argumentada por lo proyectado en una serie de televisión, una producción que tiene hechos verdaderos, pero una alta dosis de ficción, pues así no sucedieron los hechos.
Algunos sucesos no encajan debido a que 15 días después del partido no hubo altos mandos de la Policía Nacional asesinados. Los agentes ultimados en circunstancias similares fueron: el coronel Jaime Ramírez Gómez, en el municipio de Sasaima, no en Medellín, el 17 de noviembre de 1986. Y el comandante Valdemar Franklin, desaparecido el 18 de agosto de 1989. ¡Tres meses después!
Ante esta nueva imprecisión, más dudas en los pasajes que describe el juez argentino y un par de inquietudes, ¿gustará de las series de narcos? ¿Le habrá mezclado ficción a su historia?
El partido
“Empezó el juego y los uruguayos eran impresionantes, atacaban y atacaban. Y en un contragolpe, gol de Nacional. Pero los uruguayos no paraban nunca. Ya en el segundo tiempo, a los 20, 25 minutos viene el 2-0. A los 45 minutos agrego dos minutos y dentro de esos dos minutos, no me acuerdo bien, llega el tercero. Para mí fue del ‘Palomo’. Ya después terminó 6-0”.
¿Mal análisis del compromiso? ¿Le falló la memoria? ¿Una descripción poco objetiva para transmitir la idea de que Danubio merecía la victoria y acomodar las piezas al guión de Espósito?
Primero, no se explica cómo un equipo supuestamente “amenazado”, “obligado a perder”, salió a “atacar” y llegaba constantemente, como asegura Espósito. Segundo, el desarrollo del compromiso, como se ve en el enlace (https://n9.cl/c7ri), muestra que Danubio solo tocó puerta dos veces, que el equipo antioqueño se fue ganando 3-0 en la parte inicial y que, además, tuvo tres claras opciones con Jimmy Arango, otras con Leonel, Perea y ‘Bendito’ Fajardo.
Tercero, el tanto con el que Nacional abre el marcador no llega en un contragolpe, sí tras una serie de rebotes que pesca Alexis García, luego de asediar constantemente a los uruguayos. Entonces no es que los dirigidos por Maturana se encontraron con el gol, que eran sometidos, superados, que solo podían llegar con transiciones. Menos que fue anómalo lo sucedido en la cancha, o que los charrúas desmejoraron inexplicablemente.
El cuadro verde fue superior y por eso en el complemento, ante un equipo expuesto, obligado a jugar más arriba, marcó otros tres tantos y se aproximó otras dos veces con Alexis García y Usuriaga. Pero Espósito expresa tener el video del partido, repetirlo de vez en cuando y asegura que todo sucedió como él recuerda.
Por el contrario, quien sí reconoce la victoria de Nacional en franca lid es Fernando Kanapkis, defensor de Danubio en ese periodo, que, evocando esa buena temporada para la sección ‘Campañas’, del diario uruguayo El Observador, dijo: “La semifinal la perdimos no solo ante quien fue el campeón, sino ante un equipo más experimentado que el nuestro, que era la base de la Selección Colombia y que luego golearía a Argentina 5-0 en el Monumental”.
Claro y contundente. Sin margen para la duda, o para pensar que un Nacional que jugó desde el minuto 39 con un hombre menos el partido de ida (0-0) por la expulsión de Óscar Galeano, no pudiera ganar de manera tan amplia.
Guarden silencio
“Terminó el partido y los jugadores mismos de Nacional nos hacían señas como para que no abriéramos la boca (…)”. Nos preguntamos: es una de las afirmaciones más graves que hace en su descripción Carlos Espósito, ya que esto denota que hubo complicidad de jugadores de Atlético Nacional con toda esta situación. Ante eso, ¿cuáles fueron esos jugadores que le hicieron “señas”? ¿Por qué no denunció esto al finalizar el partido, al llegar a Bogotá, al llegar a Buenos Aires? ¿Por qué no le contó de esto a un directivo de la Conmebol para que se tomaran medidas contra estos jugadores o el club? Los jugadores de Nacional eran reconocidos, reiteramos: ¿por qué no da nombres si esto fue tan real?
Duda total.
La charla continúa. Le preguntan al árbitro argentino si vio a Pablo Escobar. La respuesta llama la atención. “Nos dijeron que Escobar estaba en el estadio y disfrazado”. ¿Quién le contó eso? ¿Se lo indicaron quienes los amedrantaron y que según eso volvieron a tener contacto con ellos en el estadio? ¿En qué momento? ¿Se lo dijo el policía que los protegía? ¿La Policía sabía que el capo del cartel de Medellín estaba allí y no lo capturó? ¿Se les infiltró al Bloque de Búsqueda, a la DEA, a la mejor inteligencia del mundo y no se enteraron?
Festejo desbordado y regreso a casa
“Al final hubo como 15 muertos por la gente que salía a los balcones y tiraban los tiros al aire (…)”. Los periodistas del programa en cuestión le dicen que ese día hubo 11 muertos en Medellín. Cabe anotar que durante la entrevista las intervenciones de los periodistas denotan la intención de llevar a donde ellos quieren al entrevistado, que, dada su edad, era vulnerable y manipulable. Eso, si lo quieren, da para otro texto de análisis.
Nos preguntamos: sí, era una Medellín, como ya lo dijimos, con un alto número de homicidios diarios. Once o quince en un día era una cifra que se podía dar en el Valle de Aburrá, pero decir que la gente se daba bala desde los balcones de sus casas o apartamentos, o que en plena calle o vía pública sacaban sus armas y disparaban al aire, es una clara exageración. Nosotros, quienes escribimos este texto, vivimos en esta ciudad, sabemos cómo se vivieron esos momentos y así no fue. De verdad creemos que el exceso de películas western o de series de narcos de Netflix pudo afectar el criterio y la ajada memoria de Carlos Espósito. Incoherencia total.
Tras esta escena, lo siguiente que manifiesta Espósito es que pasaron la noche en un hotel distinto, cerca al aeropuerto, que pernoctaron allí y al otro día fueron al aeropuerto José María Córdova.
“Terminamos yendo al aeropuerto. Y estaban los uruguayos (Danubio), que se tomaban el mismo vuelo. Vino el presidente de Danubio (Donato Grieco), un tipazo, y me preguntó si la habíamos pasado mal. Sabían todo. A ellos les había pasado lo mismo”. Luego, el periodista le dice: “Se ve que también jugaron con miedo los de Danubio”.
Una nueva pregunta: otra grave acusación que se desprende del relato de Espósito. ¿Amenazaron también a Danubio? ¿Los compraron? ¿Se vendieron en ese partido? En 31 años, este club no ha hablado de amenazas, hasta ahora. El periodista en cuestión se limitó a corroborar algo que él no sabe y, más patético aún, no se tomó el trabajo de confirmar esto con la fuente, en este caso alguien de Danubio.
Por nuestra parte, les contamos lo siguiente: el día del partido, Sergio Ríos, dueño de la productora Beta Video Río Claro, visitó el hotel donde se concentraba el equipo Danubio en Medellín. Allí entrevistó a varios jugadores para un servicio de corresponsalía periodística que le pidieron. Al preguntarle sobre esto, nos dijo: “Los uruguayos estaban departiendo por todo el hotel, había unos en el lobby, en la piscina y se les veía muy tranquilos, reían, se relajaban y nos atendieron con mucha cordialidad. No notamos nada raro”.
Nos preguntamos: un equipo amenazado, al que, como dice Espósito, le dijo el presidente de Danubio “que les había pasado lo mismo”. ¿Estaría tan tranquilo recibiendo periodistas y visitas en su sitio de concentración? ¿No habrían extremado las medidas de seguridad? ¿No deberían de estar resguardados en sus habitaciones al son del miedo? ¿No dijeron nada de esto a nadie? ¿Ningún periodista o medio uruguayo se percató de las supuestas amenazas y puso en tela de juicio lo que pasó en el partido? Raro, nada de esto pasó…
Duda enorme, mucha incoherencia. Y estamos en mora de hablar con los protagonistas de Danubio.
Sierra cuenta otra historia
Tras el revuelo de estas declaraciones, la reproducción de cientos de medios en el mundo sin contrastar, buscar la contraparte, escuchar atentamente, encontrar los vacíos que mencionamos y un deterioro notable en la imagen de Atlético Nacional, el único medio que consiguió hablar con otra de las fuentes implicadas, el juez Octavio Sierra, fue el programa Gente, pasión y fútbol, del canal Telemedellín, de la capital antioqueña.
En el espacio citado, Sierra señaló: “Lo que Espósito no dijo es que el cuarto árbitro del partido fue Armando (Pérez Hoyos). Y cuando terminó el partido, que Nacional le gana a Danubio 6-0, nos fuimos a comer a la casa de Armando y se bebieron todo el trago que había en la casa de Armando. Nos lo bebimos, porque yo también chupé bastante. Nos los chupamos. Se fueron muertos de la perra (borrachera) y eso fue después del partido, todavía en Medellín. Entonces no sé cómo dicen que se fueron para el aeropuerto, que la Policía los llevó, que se encontraron con Danubio”.
¿Mienten Carlos Espósito y Juan Antonio Bava? ¿Falta a la verdad Octavio Sierra? ¿Qué falta por contar en esta historia? ¿Por qué personas amenazadas se expondrían a salir e ir a tomar trago? ¿Qué fue lo que sucedió realmente? ¿Hubo amenazas?
Reflexiones finales
– Muchas dudas quedan de esta entrevista a Carlos Espósito en la que la labor de los periodistas luce sesgada y muy conducente hacia validar su versión sin corroborar otras fuentes. Era un “comité de aplausos”.
– ¿Si la base de ese equipo de Nacional tuvo categoría para jugar en la Selección Colombia, ir a un mundial y empatarle a un equipo como Alemania, era difícil que ese equipo venciera a Danubio y a Olimpia?
– Si la Copa Libertadores de 1989 se la compró Pablo Escobar a Nacional, la tuvo muy sufrida entonces. Salvo que todo esté planeado para que compres algo, los lleves a una instancia muy disputada de penales, un arquero ataje cuatro remates desde los 12 pasos y logres el objetivo de tu “compra”. De comprarla… ¿no era mejor evitar la lotería de los penales frente a Olimpia?
– ¿Atlético Nacional se prestó para que todo su proceso de Libertadores 1989 estuviera comprado por el mayor criminal que ha dado este país y que, por cierto, era hincha acérrimo del Independiente Medellín?
– ¿En la definición por penales contra Olimpia todo estaba arreglado para que René Higuita se tirara para donde sabía, con antelación, hacia dónde iba el balón? ¿Eso también lo arregló Escobar?
– ¿Todo un país, su estructura futbolística, la Conmebol, la FIFA misma, se prestaron para que todo esto se diera?
– Si para el cartel de Medellín resultó fácil, supuestamente, comprar una Libertadores, ¿por qué Gacha no hizo lo mismo con Millonarios y los Orejuela con el América? ¿No tenían dinero? ¿No querían? ¿No podían?
– ¿Millonarios y América no pudieron comprarla? ¿Los árbitros elegían entonces las mejores ofertas y se vendían al mejor postor?
– ¿De comprar la Libertadores de 1989, ¿por qué Pablo Escobar no hizo lo mismo en 1990 y 1991, cuando Nacional fue semifinalista de la misma competencia continental? Era “humillar” a sus enemigos del cartel de Cali y restregarle un tricampeonato de Nacional contra tres fracasos seguidos del América en Copa.
– ¿De comprar la Libertadores de 1989, ¿por qué no hacer lo mismo en la Intercontinental ante el Milán en ese año y así darle el mayor logro futbolístico, y tal vez deportivo, a un equipo colombiano en su historia?
Epílogo
Acabar con el prestigio y los logros es fácil. Acusar y acusar, armar historias sin respaldos argumentativos concretos y, con todo esto, generar más odios, rencillas regionalistas y cosas muy negativas en este país, es muy fácil.
A eso contribuyó esa nefasta entrevista que le hicieron a Espósito. Más dudas que certezas al son de los testimonios de unos árbitros que venían a Colombia y luego hablaban y hablaban con mucha incongruencia. En sí, de pruebas concretas, poco o nada.
Por Andrés ‘Pote’ Ríos y Jonny Sampedro