Opinión

GATV

” Y Roberto Fernández, el hijo del “Gato” aquel mítico portero que anduvo por el Deportivo Cali en los años 80 y que también juega en la misma posición de su padre, decidió disfrazarse de Tano Pasman y dejó que la pasión se adueñara de él”: Nicolás Samper

Algún día alguien lo iba a hacer. Yo no estoy habilitado para realizar esas acciones, por supuesto, pero a veces dan ganas. A veces porque ante ciertos errores provoca sacar al animal que todos tenemos dentro. Frente a la injusticia no sobra un poco de ira.

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Y no es que sea una apología: es que cuando el sistema de justicia está mal diseñado pero posa de ser el más acertado termina siendo todo aún más maquiavélico. Y Roberto Fernández, el hijo del “Gato” aquel mítico portero que anduvo por el Deportivo Cali en los años 80 y que también juega en la misma posición de su padre, decidió disfrazarse de Tano Pasman y dejó que la pasión se adueñara de él.

Es que Fernández ataja para el Botafogo y no pudo más después de la derrota de su equipo 0-2 en condición de local frente al Inter de Porto Alegre. Durante el encuentro el juez le anuló dos goles a su equipo en donde sin necesidad de VAR no hubo visos de ilegalidad: el primero fue una gran definición en el área de Mateus Babi, de zurda, pegada a la raíz del palo del arquero del Inter, luego de realizar dos enganches. El VAR hizo de las suyas y decidió que el gol no valía porque el jugador que habilitó a Babi estaba en offside. Al ver la repetición el que habilita a Babi está en línea.

Y como parecía que la justicia había alquilado esa tarde de sábado al pobre Babi, también se anuló una segunda anotación de Botafogo, obra de Bruno Nazario: Babi recuperó una pelota y el árbitro -y el sanedrín que mira desde su cápsula en varias pantallas el desarrollo del partido, decidieron que Babi había cometido una infracción a un jugador del Inter cuando comenzó la jugada que desembocó en el tanto de Bruno Nazario.

Fernández entonces, molesto por tanta locura, esperó a que terminara el partido y mientras daba pasos hacia el camerino cruzando la pista de atletismo, vio la inocente cabinita del Var dispuesta en la cancha. La vio y cambió su rumbo: se acercó, le dio par patadas y todo el equipo televisivo se vino abajo. Rompió absolutamente todo.

Es como si esa catarsis que en otros tiempos se destinaba hacia los árbitros que habían cometido errores graves -me acuerdo que varios jugadores de Millonarios le dejaron recuerdos varios al desastroso Hernán Silva luego del polémico Millonarios-Nacional de 1989- esta vez se enfocara en el VAR, ese elemento que aún no sirve de mucho en el momento de decidir y de impartir justicia.

Por eso, para aquellos que repudiamos profundamente el VAR, hoy el Gato Fernández aparece como un héroe, un hombre que no temió desafiar al sistema que posa de sabio y justo, de ser limpio como un quirófano, pero que cada día produce más vergüenza.

@udsnoexisten

 

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