Hoy estamos encerrados. Y el encierro, que hay que afrontarlo con valentía y fortaleza a pesar de que cada día aparecen circunstancias aún más adversas a nuestro lado y que tratamos de esquivar como el extra de la película del oeste al que le disparan a diestra y siniestra y sale ileso, se nos da a veces por empezar a pensar de más.
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Y me acordaba del presidente de la Dimayor, que tal vez ha hecho una de las más desafortunadas presidencias que se recuerde. Porque es político, al final de cuentas y el mundo hoy está demostrando que los políticos no solucionan nada. Igual que él. Porque el dinero de la TV internacional que esperaban los clubes jamás llegó -y en tiempos de pandemia no hay nadie con quien se pueda hacer o reactivar un negocio- y porque a pesar de ser la cabeza de una organización, pocas veces ha dado muestras de humildad y al contrario embebido en soberbia le encanta responder mal a las preguntas de la prensa que le incomodan, se pone bravo cuando es requerido por cuenta de alguna mala movida que detectan los medios, amenaza a diestra y siniestra a quien vaya en contra de sus ideales -recordar que la Dimayor, en un hecho inédito, ordenó investigar a los futbolistas que tomaran parte de las protestas pacíficas que hizo el gremio frente a la posibilidad de buscar alternativas para mejorar sus condiciones laborales-, y desafiante como cuando en el programa “En la jugada” al ser consultado por la posibilidad de que el Congreso le diera al fútbol el carácter de ser un evento de “interés nacional” y así tener que transmitir un partido de fútbol por los canales abiertos, dijo que “eso es inconstitucional. Hoy el fútbol, mañana el cine… Estos son empresas privadas. Hablé con alguien del Gobierno y les dije, no hay problema, a dónde le mando la factura. Si el Gobierno quiere asumir lo de los colombianos, les mando la factura. Pero gratis no puede ser. Si el Gobierno quiere sacar de su presupuesto, pues les vendemos”.
Hoy el señor busca una reunión con la presidencia para que el gobierno les ayude en la crisis… Ese es el presidente de la Dimayor. El mismo que, desatendiendo las advertencias, quería seguir jugando el torneo así fuera a puerta cerrada porque el show debe continuar. Y el negocio también.
Y el ejemplo de dirigentes malos continúa. Ni hablar de José Augusto Cadena y sus múltiples desatinos al frente del Cúcuta en donde, en tiempos de coronavirus, ordenó el club a sus profesionales que se siguieran entrenando así fuera un peligro para la salud de ellos. Ni hablar de los eternos problemas de pago, de esa costumbre de lavarse las manos con frecuencia como cuando dijo que las deudas del Cúcuta eran del Cúcuta y no de Cadena o cuando en un audio filtrado explicaba cuál era su concepto sobre los hinchas de la plaza en la que juega.
Se unió Nelson Soto a este combo y seguro inspirará a otros más. Soto, que se la ha paseado trasteando una ficha y le ha cambiado de nombre cada vez que ha podido para vivir de los gobiernos locales -Girardot, Palmira, Pacífico FC, Sucre y Jaguares- sin pensar en lo que un club requiere salvo que se trate de hacer negocio, le suspendió el contrato a 13 jugadores, de acuerdo al comunicado del club a los que más ganaban, por cuenta de la situación. Si esto arranca de nuevo, Jaguares peleará seguramente sin elementos capaces de sacarlos de la pelea por el descenso. Pero eso a Soto no le importa. Es cuestión de quitar las estacas y trastear el circo a ver quién se lo compra.
La cosa es que el circo necesita de los payasos. Los payasos no siempre necesitan de los circos.
A estos dirigentes calamitosos no hay que olvidarlos cuando la situación se normalice.